“¡Qué sabrán los
curas, qué tanto hablan, por qué se meten en todo!", piensan algunos,
y quizá alguna vez vos mismo pensaste.
¿Sabés por qué
opino? ¿Sabés por qué hablo?
No sólo porque estoy seguro
que LA PERSONA DE CRISTO y su propuesta de vida es
LA VERDAD PLENA SOBRE EL SER HUMANO.
No sólo por eso, sino también PORQUE DÍA A DÍA CONSTATO de manera completamente
indudable LOS EFECTOS DEVASTADORES DEL PECADO, EL
ERROR Y LA MENTIRA, y LOS EFECTOS LIBERADORES, SANADORES Y PLENIFICANTES de la
VERDAD Y DE LA GRACIA.
Lo veo, lo palpo, lo “toco con mis manos” cuando intento “vendar” esas heridas que voy conociendo en las
historias de dolor que la falta de amor, el egoísmo, el hedonismo, y todo el
mal presente en nuestro mundo va dejando a su paso.
Y por eso -entre otros
motivos- estoy en contra del aborto, porque infinidad de veces me ha tocado
intentar aliviar el dolor que tantas almas de madres, padres, abuelos y abuelas
cargan por siempre dentro suyo.
Y por eso -entre otros
motivos- apuesto por la educación sexual en valores como la virginidad hasta y
la fidelidad en el matrimonio entre un varón y una mujer, porque las personas
más felices que conozco en este mundo son todas -¡todas!-
las que han elegido amar totalmente para siempre con corazón fiel, en la
vida matrimonial, consagrada o como solteros. Y porque tantas veces -¡tantas!- me toca “recoger
los pedazos” de los corazones y las vidas rotas por la lujuria y la
traición…
Defiendo la vida y el
matrimonio no porque soy retrógrado, no porque soy anticuado, no porque soy
cerrado, no porque soy discriminador, no porque sea insensible al sufrimiento
de las personas sino ¡todo lo contrario!, porque
la vida me muestra a cada paso que -detrás de tantas máscaras- el pecado
siempre destruye y el bien y la virtud enaltecen y salvan. Y que debo seguir
proponiendo la verdad aunque a algunos les duela, porque si no lo hago el dolor
será cada día más grande, y más difícil de remontar.
Defiendo la vida, y defiendo
el matrimonio… defiendo y proclamo que la prosperidad para nuestra sociedad
llegará solamente a través de la unión fiel e indisoluble entre el varón y la
mujer abierta a la vida según el proyecto de Dios, y de infancias y
adolescencias en la pureza y en el amor…
Lo seguiremos haciendo,
intentando ser un eco de la voz y un reflejo de la mirada misericordiosa de
nuestro Señor. Intentando ser buenos samaritanos que curen las heridas de
nuestro tiempo con el aceite de la ternura y el vino de la verdad.
Lo seguiremos haciendo
mientras ÉL nos dé vida y fuerzas.
Leandro Bonnin
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