Lo que escuché de don
Lalo fue un testimonio tan impactante que quiero escribirlo completo.
Ayer conocí a un Ministro
Extraordinario de la Eucaristía incansable. Fui a ayudar todo el fin de semana
a un templo fuera de la ciudad porque el cura se enfermó. Comencé temprano con
misa de 6 de la mañana y don Lalo se presentó conmigo:
– Padre, soy ministro
de la Eucaristía y voy a visitar a 16 enfermos, ¿podría darme las Hostias?
– Con mucho gusto,
solamente las consagro y se las entrego.
Al terminar la misa, le di el
Santo Viático y rápidamente salió a llevarlo a los enfermos. Me sorprendió mucho su entusiasmo, parecía
que sus pies volaban para llevar a Cristo a quienes no podían venir al templo.
Yo continué con las ceremonias de
la mañana… y entonces, antes de terminar la misa de medio día, vi a don Lalo.
Estaba entrando en la capilla y en la hora de la comunión me preguntó: “Padre, me faltan solamente 11 enfermos, ¿podría darme más
Hostias?”. Con gusto le volví a proveer y salió de nuevo a terminar su “visiteo”.
Justo en la última misa volvió a
entrar, esta vez con su esposa, hijos y nietos. Al terminar no resistí, lo
llamé y le di las gracias por haber llevado a tantos enfermos el Santo Viático.
Le expresé que estaba sorprendido por su entusiasmo y bondad al donar todo
el domingo para llevar a Nuestro Señor a los que más lo necesitaban. Y lo que escuché de don Lalo fue un testimonio
tan impactante que quiero escribirlo completo:
“Padre, nada que agradecer, simplemente estoy
haciendo lo que a mí me devolvió a la vida y me dio la salud. Hace tres
años sentía que el mundo se me venía encima, tenía unos dolores terribles en
todo el cuerpo. Al inicio no me encontraban lo que tenía hasta que me dieron la
noticia de que era cáncer en la
columna vertebral.
Mi vida se vino
abajo, caí en una profunda depresión, renuncié a mi trabajo y no quería que nadie me visitara. Pero la
ministra Rosita me insistía tanto que acabé por recibirla y de sus manos
también la Santa Comunión cada semana.
Desde allí todo cambió: esperaba con emoción cada domingo para recibir a Cristo… con los
días empecé a notar que cuando comulgaba
Jesús Eucaristía me empezaba a cambiar desde dentro, me llenaba de alegría y
fortaleza, me sentía amado y acompañado por el mismo Dios, parecía que mi
cáncer ya no era tan terrible.
Recuerdo muy bien
que un día orando le dije: ‘Tanto tiempo y hasta
ahora en medio de la enfermedad te puedo sentir a mi lado, cuánto me gustaría estar sano para llevarte a
donde te estén esperando, estoy seguro que les cambiarías la vida tanto como a
mí’ y Nuestro Señor se tomó mis deseos muy en serio.
En tres meses ya no sentía ningún dolor y los doctores no supieron que
pasó: ‘Parece que fue un milagro, usted ya no tiene cáncer,
ahora sí puede ir a donde quiera…’.
Para mí no era el
doctor, era Jesús Eucaristía el que me estaba recordando: ‘Te he dado la salud para que vayamos
juntos a visitar a todos los que nos necesitan…’. Padre, es por eso que estoy tan feliz, sin cáncer y cumpliendo mi promesa con Él
y mientras tenga fuerzas iré a visitar a todos los que estaban como yo, sin
salud, sin ánimo, sin ganas de vivir, para que sepan que no están solos
porque tienen un Dios grande y fuerte que los puede ayudar”.
¡Qué maravilloso
testimonio! Mientras hablaba sonreía de alegría
al comprobar que Cristo está realmente presente en la Santa Hostia que tomo
diariamente entre mis manos, y me arrepentía de mi falta de fe, sobretodo de
cuando sentía que el camino fue difícil.
Ahora me doy cuenta de que todo
ha sido tan complicado porque iba sólo… si tan sólo me hubiera dejado acompañar de Cristo Eucaristía a cada
instante, todo hubiera sido más sencillo.
Mi corazón me dice que así como
el Buen Jesús le ha dado otra segunda oportunidad a don Lalo, también me la
dará a mí para que viva cada Eucaristía como el evento extraordinario que es y
para recordarles a todos los enfermos de cuerpo o alma que no están solos y
que la mejor medicina sin duda es
la Santa Comunión.
Aprovecho para dar las gracias a
todos los ministros extraordinarios de la comunión que con alegría y gratuidad
ayudan a acercar a Cristo a los enfermos. ¡Dios les
bendiga mucho!
No hay comentarios:
Publicar un comentario