viernes, 1 de marzo de 2019

JESÚS CURÓ SU CÁNCER Y LO HIZO SU MENSAJERO


Lo que escuché de don Lalo fue un testimonio tan impactante que quiero escribirlo completo.
Ayer conocí a un Ministro Extraordinario de la Eucaristía incansable. Fui a ayudar todo el fin de semana a un templo fuera de la ciudad porque el cura se enfermó. Comencé temprano con misa de 6 de la mañana y don Lalo se presentó conmigo:
– Padre, soy ministro de la Eucaristía y voy a visitar a 16 enfermos, ¿podría darme las Hostias?
– Con mucho gusto, solamente las consagro y se las entrego.
Al terminar la misa, le di el Santo Viático y rápidamente salió a llevarlo a los enfermos. Me sorprendió mucho su entusiasmo, parecía que sus pies volaban para llevar a Cristo a quienes no podían venir al templo.
Yo continué con las ceremonias de la mañana… y entonces, antes de terminar la misa de medio día, vi a don Lalo. Estaba entrando en la capilla y en la hora de la comunión me preguntó: “Padre, me faltan solamente 11 enfermos, ¿podría darme más Hostias?”. Con gusto le volví a proveer y salió de nuevo a terminar su “visiteo”.
Justo en la última misa volvió a entrar, esta vez con su esposa, hijos y nietos. Al terminar no resistí, lo llamé y le di las gracias por haber llevado a tantos enfermos el Santo Viático. Le expresé que estaba sorprendido por su entusiasmo y bondad al donar todo el domingo para llevar a Nuestro Señor a los que más lo necesitaban. Y lo que escuché de don Lalo fue un testimonio tan impactante que quiero escribirlo completo:
Padre, nada que agradecer, simplemente estoy haciendo lo que a mí me devolvió a la vida y me dio la salud. Hace tres años sentía que el mundo se me venía encima, tenía unos dolores terribles en todo el cuerpo. Al inicio no me encontraban lo que tenía hasta que me dieron la noticia de que era cáncer en la columna vertebral.
Mi vida se vino abajo, caí en una profunda depresión, renuncié a mi trabajo y no quería que nadie me visitara. Pero la ministra Rosita me insistía tanto que acabé por recibirla y de sus manos también la Santa Comunión cada semana.
Desde allí todo cambió: esperaba con emoción cada domingo para recibir a Cristo… con los días empecé a notar que cuando comulgaba Jesús Eucaristía me empezaba a cambiar desde dentro, me llenaba de alegría y fortaleza, me sentía amado y acompañado por el mismo Dios, parecía que mi cáncer ya no era tan terrible.
Recuerdo muy bien que un día orando le dije: ‘Tanto tiempo y hasta ahora en medio de la enfermedad te puedo sentir a mi lado, cuánto me gustaría estar sano para llevarte a donde te estén esperando, estoy seguro que les cambiarías la vida tanto como a mí’ y Nuestro Señor se tomó mis deseos muy en serio.
En tres meses ya no sentía ningún dolor y los doctores no supieron que pasó: ‘Parece que fue un milagro, usted ya no tiene cáncer, ahora sí puede ir a donde quiera…’.
Para mí no era el doctor, era Jesús Eucaristía el que me estaba recordando: ‘Te he dado la salud para que vayamos juntos a visitar a todos los que nos necesitan…’. Padre, es por eso que estoy tan feliz, sin cáncer y cumpliendo mi promesa con Él y mientras tenga fuerzas iré a visitar a todos los que estaban como yo, sin salud, sin ánimo, sin ganas de vivir, para que sepan que no están solos porque tienen un Dios grande y fuerte que los puede ayudar”.
¡Qué maravilloso testimonio! Mientras hablaba sonreía de alegría al comprobar que Cristo está realmente presente en la Santa Hostia que tomo diariamente entre mis manos, y me arrepentía de mi falta de fe, sobretodo de cuando sentía que el camino fue difícil.
Ahora me doy cuenta de que todo ha sido tan complicado porque iba sólo… si tan sólo me hubiera dejado acompañar de Cristo Eucaristía a cada instante, todo hubiera sido más sencillo.
Mi corazón me dice que así como el Buen Jesús le ha dado otra segunda oportunidad a don Lalo, también me la dará a mí para que viva cada Eucaristía como el evento extraordinario que es y para recordarles a todos los enfermos de cuerpo o alma que no están solos y que la mejor medicina sin duda es la Santa Comunión.
Aprovecho para dar las gracias a todos los ministros extraordinarios de la comunión que con alegría y gratuidad ayudan a acercar a Cristo a los enfermos. ¡Dios les bendiga mucho!

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