A mí esto sí que me
parece homofobia: impedir a un adulto que libremente desea llegar a la
heterosexualidad, el que pueda conseguirlo, eso sí que es un claro atropello.
En nuestro mundo actual uno de
los grandes problemas éticos, seguramente el mayor de todos, es el de las
fuentes de la moralidad. Tres grandes ideologías: la
relativista, la marxista y la de género, en muchos puntos en estrecha relación,
dominan entre los no creyentes, mientras los creyentes nos basamos en la Moral
Cristiana, o mejor aún, en la Moral Católica. Unos y otros nos
consideramos demócratas, defensores de la Libertad y de la Dignidad Humana. ¿Pero esto es así?
El gran problema es:
¿Existe
una Verdad Objetiva, sí o no? Ante esta pregunta hay una doble respuesta. Mientras los creyentes
pensamos que por supuesto hay una Verdad Objetiva, que el Bien y el Mal son
claramente diferentes, que existen una serie de valores eternos e inmutables,
los otros, por el contrario, defienden que no hay verdades objetivas, que todo
es opinable y depende del punto de vista desde el que se mire, y que por tanto
no hay valores objetivos e inamovibles. Pero ello no impide que los partidarios
de estas ideologías no creyentes lleguen a tener afirmaciones como la de los
miembros de la asociación Europa laica, que el laicismo es condición
indispensable de cualquier verdadero sistema democrático. El sentido de esta
frase es muy claro: para ser demócrata hay que ser
laicista y todo lo que no sea laicismo no es democrático. En pocas
palabras, quien discrepe de ellos no es demócrata.
Una reciente víctima del
linchamiento ideológico de esta gente ha sido don Fernando Paz, que ha tenido
que retirar su candidatura de las listas electorales, acusado entre otras cosas
de homofobia, pero ¿se trata de una acusación
verdadera?
La homofobia supone el miedo
angustiado ante el fenómeno homosexual. Es cierto que, con demasiada
frecuencia, los homosexuales han sido objeto de burlas y menosprecio. En este
punto la Iglesia nos dice: «Es de deplorar con
firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de
expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la
condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan
una falta de respeto por los demás, pues lesionan unos principios elementales
sobre los que se basa una sana convivencia. La dignidad propia de toda persona
siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las
legislaciones» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la
atención pastoral a las personas homosexuales, nº 10, 1-X-1986).
Pero también es cierto que los
lobbies de la ideología de género tienen sobre la homofobia, ideas que no
podemos compartir, pues intentan imponernos sus valores, solicitando una
educación sexual en la que se enseñen los valores de este colectivo, como la
Identidad de Género, valores muchos de ellos incompatibles con los valores
cristianos. Actualmente forman un grupo de presión para servir sus designios
muy poderoso y activo con una gran influencia en el mundo político y artístico,
siendo para ellos la homofobia
una palabra fetiche que les sirve para estigmatizar e impedir toda reflexión
crítica sobre ella a aquéllos que no comparten sus ideas. No es raro que los
partidarios de esta ideología soliciten respeto hacia sus opiniones, pero ellos
no lo hacen hacia las de los demás, como sucede con todos aquéllos que no
piensan como ellos, y más en concreto con la Iglesia Católica, víctima muchas
veces de sus invectivas y ataques.
Una prueba de esta
intolerancia la tenemos en las leyes de varias comunidades autónomas como la de
Madrid, llamada «Protección integral contra la
LGTBIfobia y la discriminación por razón de orientación e identidad sexual en
la Comunidad de Madrid» y cuyo artículo 70 considera como infracción muy
grave en su párrafo 4 c) esto: «La promoción y
realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar
la orientación sexual o identidad de género de una persona. Para la comisión de esta infracción será
irrelevante el consentimiento prestado por la persona sometida a tales terapias.».
La sanción al médico será según el artículo 72-3
la siguiente: «3.- Las infracciones muy
graves serán sancionadas con multa de 20.001 hasta 45.000 euros».
A mí esto sí que me parece
homofobia: impedir a un adulto que libremente desea llegar a la
heterosexualidad, el que pueda conseguirlo, eso sí que es un claro atropello.
Sobre la posibilidad de conseguirlo recomiendo estos libros: el de R, Cohen de
Libros Libres, «Comprender y sanar la
homosexualidad», el de J.
Nicolosi, de Ediciones Encuentro «Quiero dejar
de ser homosexual», el de D. Morrison de Ediciones Palabra, «Un más allá para la homosexualidad», y el de
Luca di Tolve «Yo fui gay» de Libros Libres. Personalmente lo tengo
muy claro, desde luego es posible para un homosexual llegar a ser heterosexual.
Pero para los correctos políticamente la realidad es la que tiene que acomodarse
con lo políticamente correcto y no al revés. Estos libros y muchos psiquiatras
nos hablan de personas que sí han llegado a la heterosexualidad, y como decían
los escolásticos: «contra los hechos no valen los
argumentos». Es decir, sí hay personas, ciertamente no todas las que lo han
intentado, que han salido de la homosexualidad y han llegado a la
heterosexualidad.
Pedro Trevijano, sacerdote
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