Resulta curioso, pero cuando uno va a guardar el título de este
artículo en la memoria, por ejemplo, del ordenador, no le deja, el sistema,
ponerle los signos de interrogación. Y
resulta curioso porque de algo que se quiere preguntar resulta una afirmación.
Así, pasamos de querer saber si el feminismo radical tiene el poder a afirmar,
que sí, que lo tiene.
En realidad, esto deber una, digamos, manifestación
del subconsciente que acaba diciendo lo que, en verdad se cree aunque, para
eso, colabore una máquina…
Esto dicho arriba no es una ocurrencia y, ni siquiera, una broma es. Y es que, en verdad,
pareciera que el feminismo más radical tiene el poder cogido por donde se puede
coger el poder: por lo políticamente correcto y por
la cobardía de muchos y la conveniencia de otros muchos…
Al parecer, el ser humano de sexo masculino (nada de género, que es una
manipulación propia de la ignorancia con intenciones torcidas, antinaturales y
malsanas. Y aplíquese esto todo aquel que eso crea, sea quien sea quien lo
crea…) ni vale nada ni nada puede esperar de un mundo donde, al parecer, la mujer
(cierto tipo de mujer, digamos, roja) cree que ha llegado su momento de no
sabemos qué.
El caso es que últimamente parece que cierto feminismo se ha subido a la
parra y ha dado,
desde ella, todos los mandobles que se le han dejado dar. Y,
curiosamente, todos van destinados a lo mismo como si se tratase de una
obsesión enfermiza (y, esto, que lo sea, a lo mejor, las disculpa…): el hombre
es el enemigo número uno de la mujer. O eso quieren dar a entender.
Al parecer, el hombre sólo ha hecho daño a la mujer a lo largo de la
historia: se ha servido de ella, la ha manipulado, la ha aislado
del mundo para que no saliera al mismo y demostrara de lo que es capaz, la ha
insultado, la ha vejado (dicen que todas las mujeres han sufrido, alguna
vez, machismo, lo cual es, en sí mismo, una exageración y una generalización
propia de mentes estrechas) y, en fin, que no hay hombre al que no se le
pueda zaherir por el mero y simple hecho de serlo.
Recientemente, se ha demostrado que en España no existe el derecho de
libertad de expresión ni se respeta, para nada, el de circulación. Y es que ya sabemos lo que ha
pasado con un autobús de la
organización Hazte Oír como ya pasó, por cierto, con otro de la misma,
por poner sobre la mesa, simplemente, lo obvio. Y eso molesta, claro
está.
El caso es que, en Valencia (España) se ha conseguido, a la vez,
violar dos derechos constitucionales que, según algunos, valen menos que una
higa: el de libertad de expresión que, al parecer,
sólo pueden utilizar los rojos o los que, como ellos, piensan en según qué
temas; el de libertad de circulación
por todo el territorio español porque antes de que, siquiera, haya denuncia
presentada, que se sepa, por la Policía Local o por el Ayuntamiento de Valencia
o por quien sea, se ha hecho parar un autobús (bajo algún pretexto ridículo y
bien pensado), se le ha inmovilizado y se le ha llevado al depósito municipal. Es
decir, se ha aplicado una supuesta sentencia de, digamos, ”delito de odio” antes de que haya habido denuncia
y de que haya habido sentencia judicial a tal respecto.
¿CÓMO SE PUEDE LLAMAR A ESO?
A nosotros sólo se nos ocurre decir que se trata de la simple aplicación
de una dictadura en efectivo servicio del Mal. Y es que el citado autobús no iba diciendo, por ejemplo, matar es bueno
y robar aún mejor sino que manifestaba que hay cosas que, desde el feminismo no
se pueden decir si no es que no quieren que alguien proteste…
Decimos, por eso, que parece que el feminismo radical, aquel feminismo
llamado “feminazi” que parece imperar en tal
dislocado mundo, se quiere imponer a todo el que piense de forma distinta a lo que se
piensa (es un decir esto, claro) desde tal realidad, seguramente minoritaria
pero poderosa.
Francamente, tenemos que decir que todo esto nos da verdadero asco y que
muestra hasta qué punto una nación puede estar corrompida por el Mal y podrida. Y es que cuando cuatro gatos
(son, sólo, cuatro gatos con poder, como lo son los del grupo gay radical)
tienen algo de poder ya sabemos lo que quieren hacer: que todos comamos de su sardina. Y eso, pues
bueno… como que no.
Por cierto, mañana es 8 de marzo. Y siento, de verdad, ser hombre porque eso, al parecer, es pecado
mortal. Perdonen ustedes, señoras y
señoritas del puño en alto y pancarta en ristre, inteligentes sabias de la humanidad, aspirantes a
mandamases del nuevo orden mundial y de la Nueva Era, inquisidoras actuales de
lo bueno y mejor que hay en la sociedad, matarifes de la libertad, aprovechadas
de la cobardía, licenciadas en insultos, viperinas en acción -ONG mundial-, vendedoras
de la burra del género, aguafiestas de la verdad, símbolos de lo moderno, servidoras
del poder establecido.
¡Oh,
vosotras!, luces del mundo oscuro que rige el hombre, linternas en la tiniebla,
adalides de lo feo, libertarias del orden nuevo, ejemplo propio de desnortadas,
camino torcido hacia lo malo, especialistas en fruncir el ceño por odio, manipuladoras
del momento.
¡Oh
vosotras!, virtuosas de lo simple, difusoras de lo ramplón, ejemplo típico del
quiero y no puedo, poetas de la miseria, narradoras de un mundo plano, quintaesencia,
¡Oh, feministas radicales!, de ideas carcas, simuladoras del pensamiento
limpio, socialistas, comunistas, podemistas, radicalistas del presente, en fin…
vosotras y para vosotras es esto y no lo es para aquellas mujeres que, sintiéndose mujeres saben
que su existencia y la del hombre es importante para que la humanidad cumpla
con la misión encomendada por Dios para regir el mundo que les entregó a ambos
y que, también, se sienten feministas (pues su causa es ser mujer) pero no creen que tengan que hacer como si el
hombre fuera su antagonista. “Hombre y mujer
los creó”, se dice en la Sagrada Escritura. Y eso no lo va a cambiar ni el radicalismo ni el feminismo mal entendido.
Y, como diría
Cervantes en el Quijote (¡Otro hombre!) para terminarlo: vale.
Eleuterio Fernández Guzmán
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