La devoción a la
Santísima Virgen, como vía para llegar a Nuestro Señor, ha tenido una
influencia decisiva en la Historia hasta tal punto que no se puede entender el
mundo sin la profundísima huella, benéfica y amorosa, de María en el devenir de
los tiempos.
Gracias a nuestra Madre del
Cielo la figura de la mujer, tan maltratada en lo largo de la Historia, ha
recobrado toda la dignidad y esplendor que merece. Nadie ha hecho más que María
y la Iglesia por dignificar la figura de la mujer.
En esta entrevista el
historiador D. Rafael María Molina
Sánchez repasa el penoso papel que tuvo la mujer en las
civilizaciones antiguas. Y analiza como la colosal figura de María y su culto
marcó un punto de inflexión para dignificar a la mujer y mejorar radicalmente
sus condiciones de vida.
¿Hasta qué punto ha sido importante la devoción a
la Santísima Virgen para ensalzar la dignidad de la mujer en la sociedad?
La devoción a María supuso una
auténtica revolución en cuanto a la consideración legal y social de la mujer.
Es un hecho que tristemente ha pasado por alto a muchos historiadores, pero que
es una realidad absolutamente innegable.
En la Antigüedad la situación
de la mujer era durísima y su dignidad era continuamente ultrajada en casi
todas las civilizaciones. La poligamia y el repudio (únicamente del hombre
hacia la mujer) se hallaban ampliamente extendidos, siendo singularmente
frecuentes ambos fenómenos en Persia o el antiguo Egipto, por ejemplo. Lo mismo
ocurría en la mayor parte de Asia y en China.
¿Cuál era la situación de la mujer en el mundo
clásico?
Era bien triste, pues en
realidad, la forma más frecuente de matrimonio en la Antigüedad era por compra,
como ocurría en la Antigua Grecia. Según Herodoto éste era también el sistema
habitual en Asia. En Galia y Germania la mujer estaba obligada a sacrificarse
en la tumba de su esposo, incluyendo muchas veces la muerte en la hoguera.
Aristóteles explica que en los
pueblos bárbaros las mujeres eran iguales a los esclavos, confinados a los
trabajos más penosos y compradas como ellos. Incluso en la culta Atenas era
legal el adulterio únicamente masculino.
En la antigua Roma,
considerada la gloria del mundo Antiguo, la condición femenina no era mucho
mejor. Sempronio repudió a su mujer por haber ido a los Juegos sin su
consentimiento. El historiador Flavio Josefo cuenta que repudió a su mujer,
madre de sus tres hijos, porque no le gustaban sus modales. Plutarco explica
que la pérdida de la belleza física de las mujeres a causa de la edad o por un
aumento súbito de peso era causa para el repudio en multitud de casos.
En la antigua Grecia el
célebre dramaturgo Esquilo llama a las mujeres “criaturas
insoportables”. Y el célebre médico Hipócrates decía que la mujer “es perversa por naturaleza a la vez que incapaz e
imbécil”.
Explíquenos cómo el cristianismo transformó por
completo este tristísimo panorama…
Las mujeres estaban presentes
acompañando a Jesús y cuidaban de su sustento. Jesús siempre fue muy amable con
las mujeres. Voy a citar algunos pocos ejemplos: se compadece de la adúltera y
evita su lapidación, secó las lágrimas de la viuda de Naim resucitando a su
hijo, conversa amistosamente con la Samaritana y restituye la dignidad a María
Magdalena.
Los Evangelios narran como
mientras los apóstoles huían del Calvario, las mujeres permanecían al pie de la
cruz. Fueron al sepulcro a honrar su cuerpo. Fueron las primeras en recibir la
excelsa noticia de la Resurrección.
El ejemplo excelso de
humildad, fe y amor de la Santísima Virgen inspiró profundamente a las mujeres
de los primeros tiempos del Cristianismo, que aceptaron con resignación en
muchas ocasiones el martirio y también aceptaron morir antes que sufrir ataques
contra su virginidad o su virtud.
Los hechos de los Apóstoles
nos hablan de mujeres célebres por sus limosnas y obras de caridad como Tabita,
Fabiola, Domitila o Eustaquia. Estas mujeres restauraron la auténtica dignidad
de la mujer y contrarrestaron el mal ejemplo de emperatrices y grandes damas
derrochadoras, frívolas y crueles.
Ilustres Padres de la Iglesia
como San Agustín, San Juan Crisóstomo o San Basilio fueron convertidos por la
influencia y la oración de mujeres, como Mónica o Emilia.
Concretamente, ¿Cómo la Santísima Virgen ennobleció
a todas las mujeres que quisieron imitarla?
Lo hizo con las coronas del
pudor, de la virtud y de la humildad. La Santísima Virgen fue elevada al rango
de Madre de Dios y Madre nuestra. Fue coronada como Reina y Señora de todo lo
creado. Todo ello precisamente por su humildad. La figura de la Virgen siempre
ha conmovido profundamente a la humanidad y ha otorgado a la mujer la dignidad
que merece.
En el matrimonio cristiano la
mujer recobró toda su dignidad como ser humano al mismo nivel que el varón y
fue reconocida como el pilar de la familia.
Es triste y lamentable que
esta evidencia histórica hoy sea negada o menospreciada por muchos en el mundo
contemporáneo. Pero sigue siendo la verdad histórica. Autores piadosos del
pasado siglo como Joaquín Pérez Sanjulián y otros muchos lo tenían muy
presente.
“Si se salva la
mujer se salva la familia y si se salva la familia se salva la sociedad”.
Javier Navascués Pérez
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