Definitivamente, la
subversión de los valores ha llegado a la Iglesia cuando se castiga a un
sacerdote por hacer las cosas bien… pero lo peor es que eso no es nada nuevo en
la Iglesia.
En este caso la víctima ha
sido un joven sacerdote, Edwin C. Dwyer, apartado de su parroquia y condenado
al silencio sobre el tema. ¿El delito? “sembrar
división”. Todo ello mediante cánticos tradicionales e implementar
prácticas litúrgicas católicas tradicionales.
Para el Administrador
apostólico de Saginaw (Michigan, norte de EEUU) lo normal tiene que ser
predicar que no hay infierno, que “tó er mundo é
güeno” (perdón, lectores andaluces), y las monjas bailongas estilo Terry
Forcades.
Hay que tener poca vergüenza.
De hecho, UCatholic narra como la Parroquia de
Nuestra Señora de la Paz en Bay City, Michigan, se ha volcado con el sacerdote,
llenando hasta los topes la iglesia en la última misa del sacerdote.
El joven clérigo, que no ha
perdido el sentido del humor, les alentaba en la homilía diciendo que un
objetivo era “llenar la iglesias de bebés
llorando”, lo que iba a llevarle entre 3 y 6 años, y que estaba
gratamente sorprendido de que eso se cumpliera mucho antes de lo previsto, al
ver la iglesia llena. También pidió en esa alocución, recordando lo pedido por
el Papa Emérito Benedicto XVI que “no le
aplaudieran en Misa”.
Con esa serie de ideas ya
pueden esperar ustedes que le manden a Alaska como cerca.
Y es que nos quejamos de la
subversión de valores en el mundo, que lo malo es lo bueno ahora, pero es que
la Iglesia no le es ajena, y desde que Benedicto XVI hiciera su renuncia, los
enemigos que la misma cobija en su seno se han crecido, envalentonados por la
falta de réplica. Se ha instaurado un régimen orwelliano que ha establecido el
delito de pensamiento en la Santa Madre Iglesia.
A este sujeto, déspota inflado
que parece que se ha escapado de un programa de Benny Hill es el que había que
mandar a Alaska (como disponía el papa de ficción Pio XIII en la serie “El Joven Papa” con los díscolos) y que deje
trabajar en paz a los que sí están dispuestos a entregarse por sus ovejas.
Lo vemos a diario, en ejemplos
pequeños o grandes de pequeños tiranos que echan por tierra grandes o pequeñas
ideas de mejora en las parroquias. Casi siempre, iniciativas tradicionales. No
digamos ya cuando se propone una Misa en Forma Extraordinaria: les sale
urticaria, palidecen y después emanan el veneno que se guardan dentro.
Basiliscos con alzacuellos.
Pues ante los dictadorzuelos
vejestorios hay esperanza. Y es que los jubilen pronto. A los 75
inevitablemente, y que lo que sembraron San Juan Pablo II y Benedicto se
coseche, y surjan obispos santos, sacerdotes santos y religiosos santos, para
mayor gloria de Dios.
No dejemos de rezar por ellos.
Son la esperanza en días como hoy que parece que el diablo se empeña en apagar
las pocas luces que subsisten. No nos quitarán la fe, por mucho que lo
intenten.
+Pax et Bonum
Miki V.
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