Cada 3 de enero la Iglesia celebra el Día del Santísimo Nombre de Jesús.
“Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los
patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con
suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia”,
decía San Bernardino de Siena.
La palabra Jesús es la forma latina del griego “Iesous”,
que a su vez es la transliteración del hebreo “Jeshua”
o “Joshua” o también “Jehoshua”, que significa “Yahveh
es salvación”.
El Santísimo Nombre de Jesús comenzó a ser venerado en las celebraciones
litúrgicas del siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron
el culto al Nombre de Jesús. En 1530 el Papa Clemente VII concedió por primera
vez a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de
Jesús.
San Bernardino solía llevar una tablilla que mostraba la Eucaristía con
rayos saliendo de ella y, en el medio, se veía el monograma “IHS”, abreviación del Nombre de Jesús en griego (ιησουσ).
Más adelante la tradición devocional le añade un significado a las
siglas: "I", Iesus (Jesús), "H", Hominum (de los hombres), "S", Salvator" (Salvador). Juntos
quieren decir “Jesús, Salvador de los hombres”.
San Ignacio de Loyola y los jesuitas
hicieron de este monograma el emblema de la Compañía de Jesús.
El Nombre de Jesús, invocado con confianza:
- Brinda ayuda en las necesidades
corporales, según la promesa de Cristo: "En
mi nombre agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les
hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien"
(Mc.
16,17-18). En el Nombre de Jesús los
Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hch.
3,6; 9,34) y vida a los muertos (Hch. 9,40).
- Da consuelo en las pruebas
espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador el "padre del hijo pródigo" y el buen samaritano; al justo
le recuerda el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.
- Nos protege de Satanás
y sus artimañas, ya que el diablo
le teme al Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz.
- En el nombre de Jesús
obtenemos toda bendición y gracia
en el tiempo y
la
eternidad, pues Cristo dijo: "lo
que pidan al Padre se los dará en mi nombre." (Jn.
16,23). Por lo tanto, la
Iglesia concluye todas sus oraciones con las
palabras: "Por Jesucristo Nuestro
Señor", etc. Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en los cielos,
en la tierra y en los abismos." (Flp.
2,10).
Redacción ACI
Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario