(ACI Prensa) El Papa Francisco presidió este 6 de diciembre en el Vaticano la
Misa por la Solemnidad de la Epifanía del Señor, en la que explicó el
significado de los regalos de los Reyes Magos al Niño Jesús y donde exhortó a
los fieles a seguir la luz de Dios y no las luces del mundo del éxito y del
poder.
Desde la Basílica de San Pedro, el Pontífice recordó que la palabra “epifanía” indica “la
manifestación del Señor” a todas las gentes “representadas
hoy por los Magos”, y con la que culmina el tiempo de Navidad. “Se desvela de esa manera la hermosa realidad de Dios que
viene para todos: Toda nación, lengua y pueblo es acogido y amado por él. Su
símbolo es la luz, que llega a todas partes y las ilumina”, afirmó en su
homilía.
Francisco indicó a los fieles que “hoy
estamos invitados a imitar a los Magos” que del Oriente viajaron a Belén
para postrarse ante el Niño Jesús, dispuestos a tomar otros caminos y a tener
una “una apertura radical a Él, una implicación total con Él. “De hecho, los Magos van al Señor no para recibir, sino
para dar. Preguntémonos: ¿Hemos llevado algún presente a Jesús para su fiesta
en Navidad, o nos hemos intercambiado regalos solo entre nosotros?”,
preguntó.
“Si hemos ido al Señor con las manos vacías, hoy lo
podemos remediar”, aseguró Francisco. “El evangelio nos
muestra, por así decirlo, una pequeña lista de regalos: oro, incienso y mirra.
El oro, considerado el elemento más precioso, nos recuerda que a Dios hay que
darle siempre el primer lugar. Se le adora. Pero para hacerlo es necesario que
nosotros mismos cedamos el primer puesto, no considerándonos autosuficientes
sino necesitados”, explicó.
“Luego está el incienso, que simboliza la relación
con el Señor, la oración, que como un perfume sube hasta Dios. Pero, así como
el incienso necesita quemarse para perfumar, la oración necesita también
‘quemar’ un poco de tiempo, gastarlo para el Señor. Y hacerlo de verdad, no
solo con palabras”, señaló.
“A propósito de hechos –añadió el
Pontífice–,
ahí está la mirra, el ungüento que se usará para envolver con amor el cuerpo de
Jesús bajado de la cruz. El Señor agradece que nos hagamos cargo de los cuerpos
probados por el sufrimiento, de su carne más débil, del que se ha quedado
atrás, de quien solo puede recibir sin dar nada material a cambio. La
gratuidad, la misericordia hacia el que no puede restituir es preciosa a los
ojos de Dios”.
En su homilía, el Santo Padre también recordó la sorpresa que produce la
cómo Dios se manifiesta ante los hombres, pues no lo hizo en el palacio de
Herodes en Jerusalén, a donde acuden primero los Reyes Magos, sino “en una humilde morada de Belén”.
Así como en Navidad los poderosos de ese tiempo, el emperador Augusto y
el gobernador Quirino, no se dieron cuenta que “el
Rey de la historia nacía en ese momento”; Jesús se manifestará
públicamente a los 30 años precedido por Juan el Bautista y no sobre los grandes
de entonces como el emperador Tiberio, Poncio Pilato, Herodes, Filipo, Lisanio,
o los sumos sacerdotes Anás y Caifás.
“No sobre alguno de los grandes, sino sobre un
hombre que se había retirado en el desierto. Esta es la sorpresa: Dios no se
manifiesta ocupando el centro de la escena”, afirmó Francisco.
El Papa advirtió a los fieles que “al oír
esa lista de personajes ilustres, podríamos tener la tentación de ‘poner el
foco de luz’ sobre ellos. Podríamos pensar: habría sido mejor si la estrella de
Jesús se hubiese aparecido en Roma sobre el monte Palatino, desde el que
Augusto reinaba en el mundo; todo el imperio se habría hecho enseguida
cristiano. O también, si hubiese iluminado el palacio de Herodes, este podría
haber hecho el bien, en vez del mal. Pero la luz de Dios no va a aquellos que
brillan con luz propia. Dios se propone, no se
impone; ilumina, pero no deslumbra”.
El Santo Padre señaló que siempre es grande “la
tentación de confundir la luz de Dios con las luces del mundo. Cuántas veces
hemos seguido los seductores resplandores del poder y de la fama, convencidos
de prestar un buen servicio al evangelio”.
“Pero así hemos vuelto el foco de luz hacia la
parte equivocada, porque Dios no está allí. Su luz tenue brilla en el amor
humilde. Cuántas veces, incluso como Iglesia, hemos intentado brillar con luz
propia. Pero nosotros no somos el sol de la humanidad. Somos la luna que, a
pesar de sus sombras, refleja la luz verdadera, el Señor: Él es la luz de
mundo; Él, no nosotros”, advirtió.
Asimismo, dijo que “es necesario levantarse”
como alentó el profeta Isaías y “disponerse
a caminar” como hicieron los Reyes Magos, y no “como
los escribas consultados por Herodes, que sabían bien dónde había nacido el
Mesías, pero no se movieron”.
Luego, señaló que es necesario revestirse todos los días de Dios, que
sencillo como la luz, “hasta que Jesús se convierta
en nuestro vestido cotidiano”, pero para eso “es
necesario despojarse antes de los vestidos pomposos, en caso contrario seríamos
como Herodes, que a la luz divina prefirió las luces terrenas del éxito y del
poder”.
Además “para encontrar a Jesús hay que
plantearse un itinerario distinto, hay que tomar un camino alternativo, el
suyo, el camino del amor humilde. Y hay que mantenerlo”. Recordó que
tras adorarlo, los Reyes Magos “se retiraron a su
tierra por otro camino”, distinto al de Herodes. “Solo quien deja los propios afectos mundanos para ponerse en camino
encuentra el misterio de Dios”, afirmó.
Francisco señaló que no basta saber que Jesús nació “si no lo encontramos”. “Hoy estamos invitados a imitar a
los Magos. Ellos no discuten, sino que caminan; no se quedan mirando, sino que
entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se postran ante
él, que es el centro”.
“En este tiempo de Navidad que llega a su fin, no
perdamos la ocasión de hacer un hermoso regalo a nuestro Rey, que vino por
nosotros, no sobre los fastuosos escenarios del mundo, sino sobre la luminosa
pobreza de Belén. Si lo hacemos así, su luz brillará sobre nosotros”, culminó
Fuente: ACI Prensa Católica
Publicado por Unción Católica y Profética
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