Su acumulación es un potente argumento de
la apologética cristiana.
El estudio de la Biblia ofrece argumentos internos
de veracidad muy poderosos: sus coincidencias no planeadas son algunos de ellos.
Hablamos
de “coincidencias
no planeadas” entre dos relatos cuando el primero suscita algún
interrogante, secundario respecto al contenido principal, que halla respuesta
en el segundo, sin que pueda afirmarse razonablemente que ambas versiones han
sido concertadas.
Para
policías y jueces, las coincidencias no planeadas son un indicio importante sobre la veracidad de un
testigo, y una serie tan popular como C.S.I. descansa en buena
medida sobre ellas en su descarte de sospechosos e identificación de culpables
a través de pruebas de laboratorio.
EL
POLICÍA, LA FILÓSOFA Y EL PASTOR
De hecho,
un detective de homicidios de Los Ángeles, James Warner Wallace, escribió en 2013 un libro, Cold-case Christianity, donde,
entre otras técnicas policiales, aplicaba la de las “coincidencias
no planeadas” para mostrar la veracidad de los Evangelios, entendidos
como un "cold case",
esto es, un caso antiguo que no ha podido cerrarse del todo por falta de
pruebas y se reactiva para ser investigado de nuevo ante la presencia de nuevos
indicios.
Una
conferencia de J. Warner Wallace sobre la veracidad de los Evangelios.
“Cuando leí por primera vez los Evangelios desde un punto de vista
forense, comparando aquellos lugares donde dos o más autores evangélicos
describían el mismo hecho, me
sorprendió inmediatamente el apoyo inadvertido que cada autor aportaba al otro…
Cuando un testigo evangélico describía un hecho y dejaba un cabo suelto que
suscitaba un interrogante, ese interrogante quedaba
involuntariamente contestado por otro evangelista (quien, a su vez,
con frecuencia dejaba otro cabo suelto resuelto por el primero)”.
También
recientemente, en 2017, una epistemóloga que pertenece a una comunidad
anglicana conservadora hizo lo propio desde el punto de vista de la filosofía
analítica. Lydia McGrew, doctora en Filología Inglesa aunque toda su producción
ensayística es sobre filosofía, escribió Hidden in Plain View: Undesigned
Coincidences in the Gospels and Acts [Oculto a primera vista:
coincidencias no planeadas en los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles],
que presentó como “un argumento sobre la
credibilidad histórica del Nuevo Testamento que ha sido muy descuidado durante
más de cien años”. La relación entre pasajes de los Evangelios, o entre
los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de San Pablo, “nos ofrecen razones para creer que estos
documentos tienen como fuente testigos oculares honestos, gente que
conoció los acontecimientos que relata”.
¿Por
qué habla la doctora McGrew de una negligencia apologética de “más de cien
años”? Se está
refiriendo a la obra clásica en este ámbito: Undesigned
coincidences [Coincidencias no
planeadas]. Se trata de un completo tratado sobre la cuestión, disponible en la red en edición
facsímil, escrito en 1847 por un destacado teólogo y pastor
anglicano, John
James Blunt (1794-1855), estudioso de la Iglesia
primitiva. Detectó más de
cuarenta de estos casos en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Él se inspiró a su vez en un trabajo similar
realizado en 1790 por otro pastor anglicano, William Paley (1743-1805),
quien se limitó en Horae Paulinae a
las Cartas de San Pablo y los Hechos de los Apóstoles.
LA
MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES
De la
fuerza de estos argumentos da cuenta un reciente artículo del apologista
católico Karlo Broussard en Catholic
Answers, donde propone dos “casos
asombrosos”.
El
primero hace referencia al milagro de la multiplicación de los panes. San Juan
cuenta que Jesús le pregunta a
Felipe: “¿De dónde vamos a comprar panes
para que coman éstos?” (Jn 6, 5-7).
La
cuestión que se plantea es: ¿por qué le pregunta precisamente a Felipe? ¿Por qué no a Pedro, a Santiago o a Juan? Broussard recuerda
que Felipe, siempre que aparece mencionado entre los apóstoles, lo hace como en
segunda fila (Mt 10, 2-4; Mc 3, 13-19; Lc 6, 12-16; Hech 1, 13-14).
Nos vamos
entonces al relato del mismo hecho por San Lucas (Lc 9, 10- 17). En su
principio se nos dice que, “habiendo vuelto los
apóstoles… tomándolos consigo, [Jesús] se retiró a solas con ellos hacia una
ciudad llamada Betsaida”. Y “esto es
importante porque, según Juan 1, 43, “era
Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro”. Por tanto,
estando en Betsaida, y aunque “bien sabía Él lo que
iba a hacer” (Jn 6, 6), esto es, el milagro que iba a realizar, Jesús pregunta dónde podría comprarse pan al
que puede saberlo porque es de allí: Felipe.
Es cierto
que también Andrés y Pedro eran de Betsaida, pero en el momento del milagro no
viven allí. En el primer capítulo del Evangelio de San Marcos leemos sobre el
inicio de la predicación de Jesucristo en Cafarnaúm (Mc 1, 21-34). Es donde
obra el milagro de la curación de la suegra de Pedro, después de predicar en la
sinagoga: “Y luego, en saliendo de la sinagoga,
vinieron a la casa de Simón y de Andrés”.
Es decir, Pedro y Andrés, “aunque naturales de
Betaida, vivían en Cafarnaúm durante la vida pública de Jesús”, señala
Broussard.
Siendo de
Betsaida y viviendo en aquel momento allí, “Felipe
podía tener un conocimiento actualizado sobre dónde comprar pan. He ahí una
explicación aceptable de por qué Jesús le pregunta a Felipe. Lucas aporta una información que no
encontramos en Juan, pero en una forma indirecta que no parece planeada.
Se trata de una coincidencia no planeada”.
LA
SUEGRA DE PEDRO
Relacionada
con ésta hay una segunda coincidencia.
Nos
habíamos ido hasta Cafarnaúm, donde Jesús entraba en la casa de Pedro y curaba a su suegra. San Mateo (Mt 8,
14-16) lo cuenta así: “Y venido Jesús a la casa de
Pedro, vio a la suegra de éste postrada en cama y calenturienta. Y la tomó de
la mano, y la dejó la calentura; y se levantó y le servía. Y llegado el atardecer, le
presentaron muchos endemoniados, y lanzó los espíritus con su palabra, y a
todos los que se hallaban mal los curó”.
La
cuestión que suscita este pasaje de Mateo, explica Broussard, es la siguiente: “¿Por qué la gente espera hasta ‘el atardecer’ para
llevar a Jesús a los poseídos y a los enfermos? Lo lógico sería que quisieran que Jesús empezase a curar a los enfermos y
dolientes de forma inmediata”.
La
respuesta se encuentra un poco antes del relato de San Marcos de ese mismo
hecho (Mc 1, 29-34). En el versículo 21, cuando va a empezar a contar el
episodio del endemoniado de Cafarnaúm, que sucede mientras Jesús predica en la
sinagoga antes de curar a la suegra de Pedro, dice el evangelista: “Y entran en Cafarnaúm; y luego que fue sábado enseñaba en la sinagoga”.
Es decir,
el día que Jesús curó a la suegra de Pedro era sábado. “Por
eso la gente esperó al atardecer”, explica Broussard, “el final del sabbath (durante el cual estaba
prohibido trabajar), para llevar donde estaba Jesús a sus seres queridos
enfermos y poseídos”. En efecto, en otros pasajes (Mc 3, 1-6; Jn 5, 16)
posteriores leemos cómo los fariseos
consideraban una violación del descanso preceptivo del sabbath el
hecho de que Jesús curase en sábado. Las gentes de Cafarnaúm,
conocedoras de esa prescripción, esperaron a la finalización del día para
aquellas primeras curaciones.
UN
MILLAR DE MOSQUITOS
“Individualmente consideradas, las coincidencias no planeadas no
tendrían por qué ser totalmente convincentes para un escéptico”, concluye Broussard: “Pero
hay que verlas en su conjunto. Constituyen
un argumento acumulativo: es más fuerte cuando las coincidencias se
toman en su conjunto”.
Como señala Jonathan McLatchie, biólogo
molecular anti-evolucionista y también apologista cristiano que acude a las
coincidencias no planeadas para defender la veracidad de los Evangelios, no es
que una sola aporte una fuerza de convicción absoluta sobre dicha veracidad: se trata más bien de la suma de todas ellas, internas (es decir, textos bíblicos
explicados por otros textos bíblicos) y externas (textos bíblicos explicados por
fuentes históricas no bíblicas). La picadura de un mosquito
normal no te mata, “la picadura de mil mosquitos,
sí”.
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