“Felices
más bien nosotros, que cada día
aumentamos nuestra Fe acariciando el Misterio en las rugosas entrañas mismas
del Pecho del Amor muy lastimado.
Felices
más bien nosotros, invitados y movidos a ser por Él mismo escondidos en la Rosa
hendida, mi Refugio y mi Baluarte, la recámara del Rey herido, el anchuroso
Paraíso recobrado, donde racimos y nieves, tigres y bisontes son míos… pues en
esa vertiginosa vastedad, míos son sus cielos y mía su tierra, las
gentes, los ángeles y la Madre de Dios y las cosas todas.
Pues
allí, en ese divino Tajo, el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo
es mío y todo para mí”
(Sermones
Monásticos-Diego de Jesús)
El monasterio del Cristo Orante es una asociación pública de fieles de
derecho diocesano en orden a constituirse en Instituto de Vida Consagrada que
ha honrado a la Iglesia en el suelo argentino -elevándolo siempre hacia el
Cielo- en Mendoza desde marzo de 1995.
Fue categórica la energía con
la que el p. Oscar Portillo, su fundador, pidió entonces a los fieles que no se
pronunciara la menor queja por su “despedida”
de la Ciudad de Bs.As. en cuyo centro ocupaban el antiguo Convento de
Santa Catalina de Siena, constituyendo un extraordinario pulmón espiritual que
convocaba a cientos de fieles -incluso en días de semana-, a veces hasta
bastante entrada la noche. Muy rápidamente, tras su retiro, el Convento
fue convertido en una suerte de “centro de espiritualidad” que como se puede
ver en en su sitio, el verdadero foco de interés parece haber
sido desplazado por la Jerarquía porteña hacia el atractivo
turístico-humanista, cuidando todos los detalles, sin excluir por supuesto, los más rentables.
Los monjes, pues, fueron
acogidos en la provincia de Mendoza, ocupando lo que muchos visitantes
describían como un páramo -sin agua caliente ni calefacción en invierno-, y
ellos bendecían ese lugar sabiéndolo dado por la Divina y Amorosa Providencia,
y poco a poco, quienes no dejamos de echarlos de menos, fuimos siguiendo con
profunda alegría, a la distancia, su
inevitable crecimiento, que convirtió aquel erial en un auténtico vergel tanto
físico como espiritual. Llegó a ser así centro de oración a través de la
liturgia, retiros, conferencias, talleres orantes de iconografía, colaboración
en el trabajo de los viñedos y en la vida de los monjes.
Hace unos pocos días, quienes
los conocemos y queremos, fuimos sacudidos con la noticia de que los padres
fundadores Oscar Portillo y Diego de Jesús Roqué, significativamente el día de
San Juan Apóstol, en plena octava de Navidad, habían sido arrestados tras
una denuncia en su contra… por presuntos abusos.
Estamos ciertos del pecado
original, y no se trata de endiosar a pobres criaturas, pero estamos seguros
también de que la búsqueda de la
justicia no nos pide a los hijos de Dios la renuncia a la razón, y que
aquella tenga los ojos vendados no significa necedad para ver lo que las
circunstancias nos ponen ante los ojos, considerando más razonable y justo
creer en su inocencia, a menos que se demuestre
clara y fehacientemente su
culpabilidad.
En atención a la verdad, pues,
nos interesaría señalar algunos elementos que tal vez pueden ayudar a formar
una idea más cabal de esta situación en la que no sólo se está poniendo en tela de juicio la fama de dos personas, sino
de la Iglesia misma en una de sus más puras y ricas manifestaciones,
como es la vida monástica.
LA DENUNCIA Y LOS DENUNCIANTES
Miente,
miente, que algo queda… (Voltaire)
Se supone que en un estado
medianamente digno y justo, la prisión es consecuencia de una condena
resultante de un juicio, o bien, en el caso de la prisión preventiva, por
razones necesarias y justas a fin de evitar posibles daños mayores o de entorpecimiento
de la investigación. En el caso que nos ocupa, sin embargo, no estamos del todo seguros de que los monjes que
están hoy privados de la libertad hayan pasado por un proceso judicial “ordenado” pues pese a no contar más que con UN solo denunciante (pues “por el momento, -tal como afirmaron las
autoridades judiciales en una conferencia de prensa-, no habría más víctimas”)
y ninguna prueba efectiva, su fama ha
sido acribillada por un “juicio sumarísimo” mediático,
en que se van cebando todos los enemigos de la Iglesia. Llama
poderosamente la atención que mientras los medios dan publicidad a las
acusaciones contra los monjes, arrojando por lo menos una sombra de duda
-imborrable para muchos- sobre su reputación y la del monasterio, en cambio se
guarda celosa reserva sobre el nombre del denunciante, quien sólo sabemos que
es un tal “Nicolás”.
Protestamos, pues,
considerando que ello va contra toda lógica y justicia, demostrando una
violenta inversión del principio elemental de presunta inocencia, y en cambio parece
que “todo
acusado es culpable a menos que pueda demostrar su inocencia”,
especialmente si se trata de un miembro de la Iglesia. Esto se agravaría, por
supuesto, si la denunciante es una mujer, o en su defecto, alguien de dudosa “autopercepción” sexual.
Es oportuno señalar que el denunciante –representado por los
letrados Lucas Lecour y Sergio Salinas- viene siendo patrocinado por la ong indigenista de
Derechos Humanos “Xumek”.
Lo cierto es que según
trascendidos en forma privada -a los que damos crédito con pleno derecho, pues
dicen ser conocidos del denunciante y son más
numerosos que su único testimonio contra los monjes- el denunciante presentaría un notable
trastorno por el cual ha sido expulsado de dos seminarios además del
monasterio, y en presumible venganza por ello ha tratado
infructuosamente de hacer este tipo de denuncias contra otros superiores.
Lo que los medios han alegado
como “pruebas” no son sino lesiones que pueden
haber sido provocadas tanto por circunstancias de abuso como de homosexualidad
consentida, y no hay prueba de quién sería el
autor de esos hechos, ocurridos además hace una década, según la
declaración. Resulta asimismo significativo que según el propio personaje, los
monjes hayan abusado de él hace tantos años y recién ahora se determine a
recordarlo.
¿Cómo es posible que una mera acusación sumada a
una pericia que no es prueba contra los acusados se convierta en prejuzgamiento
y detención?
Sería interesante observar
esta celeridad y celo de la “Justicia” argentina
si se aplicara a poner entre rejas a una buena cantidad de políticos argentinos
cuyas pruebas delictivas son ya conocidas hasta por las piedras de la calle…
LA DENUNCIA HA PRESENTADO YA, ADEMÁS, VARIAS Y
SERIAS IRREGULARIDADES.
En primer lugar, ha dicho que
los presuntos abusos habrían comenzado cuando él era menor, en 2009, cuanto
tenía 17 años y terminaron en 2015, cuando tenía 23, según la denuncia. Hoy el joven tiene 26 años pero hay medios
que difieren, señalando su edad como de 29 y 30 años.
Según los informes, fue recién
hace un par de meses en que, tras consejo de un
psicólogo, el denunciante decidió
denunciar judicialmente a los monjes bajo pretexto de “proteger
a otros jóvenes". Alguien podría haberle sugerido incluso que
subrayase su minoría de edad al ingresar al monasterio, dando pie a la carátula
de corrupción de menores, que tan buena acogida tiene en la prensa del mundo y
por la cual se percibiría una mayor indemnización…
Lo cierto es que esa denuncia
permitió que se impute judicialmente a los padres Oscar Portillo y Diego de
Jesús Roqué nada menos que por los delitos de “Abuso sexual simple, agravado por el
abuso de autoridad"; “Abuso sexual agravado por acceso carnal y tentativa
de abuso sexual con acceso carnal” y por “corrupción de menores y corrupción de
mayores".
Pero la denuncia también adolece de contradicción. El procurador Alejandro Gullé
explicó que el denunciante había concurrido anteriormente al Arzobispado local,
pero en esa oportunidad no se había referido al abuso con acceso carnal que
dice ahora haber sufrido. Ante la justicia civil su denuncia fue de mayor tenor y gravedad, incurriendo en contradicción con
la denuncia eclesiástica (señala Gullé que “los
hechos no son calcados”) y según la cual recibirían distinta
calificación.
Según la versión del
denunciante, además, los hechos habrían acontecido tanto en la Ciudad de Mendoza como en el Monasterio del Cristo Orante, en Tupungato. Los primeros delitos habrían sucedido en la capital,
puntualmente “en la vía pública", según
refirió el fiscal jefe del Valle de Uco, Francisco Pascua. No podemos
sino esbozar una profunda y escéptica perplejidad, imaginando esos sucesos ante
la vista del público, sin que nadie se hubiese sorprendido, teniendo en cuenta
que además esto sucedía hace una década, antes de que la sociedad haya sufrido
la avanzada de “libre expresión” que hoy
vivimos…
FINALMENTE, SU INCOMPARECENCIA PARA DECLARAR CUANDO
FUE CITADO…
El miércoles 2, la audiencia
prevista por la Fiscalía del Valle de Uco, fracasó debido a la ausencia del denunciante, quien había sido
citado para que ratificara y ampliara su declaración, junto a la de su mujer y
sus padres, pero ninguno se hizo presente en
sede judicial, aunque debían presentarse a declarar por tratarse
de carga pública.
Desde la fiscalía a cargo
de Javier Pascua se lo volvió a citar para el jueves 3 de enero, bajo
apercibimiento de ley, y tampoco se presentaron, presentando certificado médico
donde se le diagnosticaba estrés postraumático que imposibilitaba su
declaración…
La causa se halla entonces hasta el momento semiparalizada pues además
se ha presentado una recusación por
parte de los querellantes contra el jefe de los fiscales del Valle
de Uco, Javier Pascua, para que el magistrado sea apartado de la causa…
Mientras tanto ciertos medios
y sectores del garantismo acusan al Arzobispado de Mendoza por “haber recibido con anterioridad y encubrir” la
denuncia contra los dos monjes, según informa el diario La Nación, haciendo
salir a la palestra a la entidad de izquierda “Red
de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico", desconocida hasta
el momento y sin personería jurídica ni autoridad reconocida. Esta sostiene que
“El método empleado por el Arzobispado de Mendoza
para tratar el caso, responde a una línea institucional donde la mentira y el
ocultamiento son pilares fundamentales”.
No parece que haga falta mucha
suspicacia para entrever en todo este asunto un montaje vergonzoso, y aunque la prisión preventiva resulte
justificada en el derecho procesal, nos parece que al menos es dable exigir que
se tomen las medidas adecuadas para que la dilación no se extienda ad aeternum, siguiéndose de ello un
daño concreto tanto para los imputados como para su obra (que por otro lado no
es suya sino de Dios). Asimismo, sería de esperar que -aunque el trato
entre los padres y los demás reclusos sea cordial y aún ocasión muy propicia de
apostolado- el alojamiento de los presos con prisión preventiva no sea el mismo
que el de aquellos con condena efectiva.
La defensa: Teniendo en cuenta seguramente estas razones y algunas otras, el Dr.
Eduardo de Oro, abogado de los dos monjes, en diálogo con MDZ Radio detalló su
solicitud de prisión domiciliaria hasta que se resuelva la situación procesal: “Están imputados y con una orden de detención, por la
cual hemos pedido la prisión domiciliaria en tanto se resuelva la situación
procesal", señaló de Oro, y agregó: “Uno
tiene 52 años y el otro 65. Manifiestan que la denuncia es totalmente falsa.
Les aconsejé no declarar hasta conocer el expediente, pero quisieron hacerlo de
manera voluntaria y negar los hechos".
Y amplió: “Me quedé
sorprendido de que ayer no se presentó el denunciante. Estuvimos hasta el mediodía
esperando la audiencia y cerca de las 13 presentaron un certificado médico o
psicológico alegando un motivo para la incomparecencia".
Con respecto a las
acusaciones, señaló que: “Cientos de personas se ofrecieron
a declarar para contar la actitud que tenía el denunciante cuando vivía en el
monasterio. La denuncia no tiene grandes precisiones sobre cuando sucedieron
los hechos".
EL MONASTERIO Y LA VIÑA DE NABOT
En el texto Sagrado (1 Reyes
21,1-16), bajo la instigación de Jezabel, la calumnia y condena de Nabot es el
único medio para que Ajab, el codicioso rey de Samaría obtenga la viña vecina a
su palacio, que Nabot se negaba a venderle.
Nos interesa señalar aquí,
como telón de fondo, lo que ya ha trascendido por medios de muy distinta
procedencia pero allegados al monasterio, y es que hace ya tiempo éste venía
recibiendo intimidaciones por parte de
empresas de la zona vinculadas al gobierno, de que si no se accedía a vender
las tierras se trataría de obtenerlas de cualquier forma.
Al respecto, pedimos a los
lectores prestar atención al comentario de “Pepe” al
pie de este post, con detalles muy relevantes.
Es de lamentar que al ser
interrogado sobre lo ya sabido por numerosos fieles, el obispo
desestimara completamente este asunto: “No me
parece conveniente dar ese tipo de interpretaciones toda vez que la justicia
está trabajando con toda seriedad“…
Esperemos que así sea, y que
su “optimismo” no se vea defraudado.
EL “PADRE OBISPO”
Presentamos a
continuación el Comunicado difundido por el Arzobispo de Mendoza, Mons. Marcelo
Colombo:
Circular
Nro. 20/2018
Para
toda la comunidad diocesana
Queridos
hermanos
En estos
días hemos tomado conocimiento de la detención de dos sacerdotes, fundadores
del Monasterio del Cristo Orante, una institución conocida entre nosotros y más
allá de nuestra provincia desde hace varios años. La pequeña comunidad de
cuatro hermanos que allí viven han quedado sin sus responsables máximos. Sin prejuzgar
sobre la culpabilidad de estos sacerdotes.
Hemos escuchado el sufrimiento de quienes se han acercado a declarar estos hechos dolorosos que originaron la causa en la sede penal canónica y en la justicia penal estatal. También hemos tenido en cuenta los distintos elementos aportados a estas causas, algunos de los cuales no fueron efectuados en la declaración en la causa canónica, pero referidos públicamente por las máximas autoridades de la procuración penal. Todo ello nos exige velar por el bienestar de los jóvenes religiosos que han permanecido en el Monasterio.
Hemos escuchado el sufrimiento de quienes se han acercado a declarar estos hechos dolorosos que originaron la causa en la sede penal canónica y en la justicia penal estatal. También hemos tenido en cuenta los distintos elementos aportados a estas causas, algunos de los cuales no fueron efectuados en la declaración en la causa canónica, pero referidos públicamente por las máximas autoridades de la procuración penal. Todo ello nos exige velar por el bienestar de los jóvenes religiosos que han permanecido en el Monasterio.
Los hermanos más jóvenes, apenas ingresados, regresarán a sus domicilios familiares y seguirán siendo acompañados espiritualmente en su búsqueda vocacional. Los hermanos mayores, uno profeso y otro novicio, ya sacerdote, vivirán en adelante en una comunidad parroquial a designar y podrán seguir discerniendo su llamado vocacional en un clima de contención espiritual.
En cuanto a la administración y gestión del Monasterio, ahora responsabilidad directa de la Arquidiócesis, y mientras continúe este doloroso estado de cosas, serán encomendadas a un sacerdote que desempeñará el oficio de Moderador diocesano del Monasterio del Cristo orante. Para eso, he elegido al Presbítero Aldo Vallone, de vasta trayectoria ministerial y muy reconocido por su generoso servicio de distintas misiones pastorales.
Compartiendo el dolor que nos generan esos acontecimientos, les ruego que nos acompañen con su oración. Sé de muchos que aman el Monasterio del Cristo orante y allí han vivido momentos de honda intensidad espiritual. Les pedimos sepan comprender lo inédito de la situación planteada y la imprescindible actuación prudencial que se espera de la Iglesia en casos como éstos.
Recemos sobre todo por quienes están sufriendo a causa de hechos tan dolorosos, para que puedan transitar el camino de la verdad, y para que nosotros podamos hacerlo junto a ellos. En ese contexto, como ya manifestáramos en nuestro comunicado del pasado 27 de diciembre, reiteramos nuestro compromiso con la justicia y nos ponemos a su entera disposición.
Ponemos nuestras vidas en manos de Jesús, el buen Pastor, apenas nacido en Belén. La Virgen del Rosario no nos abandone y esté como siempre, al pie de nuestra cruz.
Mendoza,
31 de diciembre de 2018.
+Padre
Obispo Marcelo Colombo
Como bien señala el Diario
Pregón de La Plata, “De estas expresiones se colige
que se confía en que la justicia ha determinado que los monjes efectivamente
son los autores del delito. De no ser así, existe un prejuzgamiento de los
monjes por el cual se encuentran detenidos sin haberse comprobado delito
alguno.”
No podemos sino preguntarnos
en qué país ha vivido los últimos años Mons. Colombo, para manifestar tanta
confianza en la Justicia, a la luz de los datos mencionados más arriba.
Se echa mucho de menos, en el “padre Obispo”, un poco más de paternidad por
los acusados, que parecen ser aquí las únicas víctimas, como fieles
representantes de la Iglesia orante y doliente. En su Comunicado se echa de
menos al padre, al pastor, al abogado… ¿O es que
sólo podemos esperar esta actitud indulgente de nuestros obispos cuando se
trata de apañar a los sacerdotes tercermundistas, amancebados, homosexuales o
heréticos?
Y si tanto se confía en la
justicia, ¿Por qué se rasga las vestiduras cuando
esa misma justicia declara que Angelleli murió en un accidente, empeñándose en
promover su ideológica causa de beatificación?…
Es una pena que tantos fieles
y sacerdotes de nuestra Iglesia echemos hoy de menos a los obispos como padres sin acepción de personas, no con olor a oveja,
sino con verdadero olor a Cristo, Buen Pastor…
LA CARTA DE LOS MONJES
En la fiesta de la Sagrada
Familia fue trascendiendo por medios primero privados hasta finalmente hacerse
pública, la carta que el p. Diego dirigió a un grupo de amigos, y que
reproducimos también íntegra, por lo edificante que resulta su lectura:
CARTA DEL PADRE
DIEGO DE JESÚS, MONJE DEL CRISTO ORANTE
Domingo de
la Sagrada Familia
Queridos hermanos míos: aquí estamos, presentes. Dando nuestro presente. Ad sum. La guerra, finalmente, ha comenzado. Bendito sea Dios. Como todo soldado sabe los miedos y temores, angustias e incertidumbres, son fantasmas horrendos que terminan definitivamente cuando el primer fogonazo da comienzo a la contienda. Ahí terminan los miedos y empieza la Acción de Dios. Por eso, de nuevo: comenzó la guerra, arrancó el combate; ¡Enhorabuena!
Estamos muy bien ambos con el padre Oscar y de un modo estable, constante, sin siquiera altibajos pasajeros. Son tantas gracias las recibidas desde la detención el día del discípulo amado, que no sabemos ya donde acaudalarlas en este estrecho lugar. No me animo casi a escribirlo pero de algún modo estamos contentos de poder padecer esto por Nuestro Amado Dios y Señor que pasó por esto y ¡tanto más! Una sola tentación nos asecha pero la rechazamos entre ambos: el creernos los Van Thuam, cuando estamos a muy lejos de padecer todo eso.
Sí nos duele el dolor de ustedes y de tanta gente, y la imagen de la Iglesia y la salvación de la historia. Pero nosotros, lo nuestro, es una inmensa gracia.
Compartimos este calabozo, el subsuelo, casi sin luz del sol (ni reloj) con siete reclusos. La selección no puede ser mejor. Hasta rezamos antes de comer. Nos hicimos de un recodo de este laberinto y lo marcamos como territorio, de modo que los otros nos la respeten. Es “el rincón de los monjes”, y ahí… qué decirles, ahí pasa de todo, de las gracias más bellas que treinta años de vida monástica me vedaron. El Cielo se abre de par en par, como una exclusa. Celebramos la Misa, algo clandestina, con un permiso algo precario pero no es peligroso. Los guardias saben. Los demás reclusos nos ayudan a juntar cajas y cartones y armar el altar, y un cura nos pasó hostias, vino y un misalito. Rezamos el oficio, adoramos al Señor, el Rosario, y demás yerbas. Todo en un clima, en una atmosfera que linda con lo inefable. Hay mucha Luz divina en esta tiniebla.
Las celdas son limpias. Nos dicen (2x1) y allí quedamos encerrados en determinados horarios y la noche (no entendemos muy bien aún cual el la rutina de este monasterio). Pero se cumple lo del poeta: la celda no tiene techo (no literalmente, claro). Pero en 2x1 se eleva a una inmensidad vertiginosa. Ni todo el basto viñedo de Gualtallary es comparable a la inmensidad que se despliega en esta diminuta celda. Celda viene de Cielo y lo hemos dicho miles de veces en treinta años. Pues hoy recién lo entiendo. Lo vi.
Estamos ambos aprendiendo a ser monjes. De una buena vez. Ya no es el alejarse del mundo, apartarse de los hombres como a mí me resulta bucólicamente, sino en la firme forma que el Señor los dispone. Ya no es renunciar a muchas cosas bajo el formato comedido de una Regla. De poco serviría toda esa renuncia si no somos capaces de renunciar a ella misma.
Es el monacato desnudo. En estado puro. Obediente, casto y pobre. Entregado. Libérrimo.
Y el estar juntos con el padre Oscar (jamás nos separamos, ni en aquella primer noche en que pasamos por 4 calabozos distintos) es un regalo inolvidable.
Sí. Sepan que si hasta el 27 había 1 monasterio del Cristo Orante, pues ahora hay 2. Sin licencias a certificar sino otorgadas en mano propia del mismísimo Rey y Señor. Cuando pasen cerca del Bustelo sepan que ahí atrás, 4 metros bajo el suelo, hay monjes orando por la Babilonia perdida, y que si alguna vez nos ufanamos de haber llenado ese auditorio y de haber dicho muchas cosas bonitas, tengo la certeza absoluta de estar ambos predicando el Evangelio más puro desde este calabozo. Los frutos tardaran un poco- como toda semilla tiene que germinar- pero llegará y será abundante, Dios sea bendito por sus designios de amor.
Agradecemos profundamente todas las plegarias que están elevando. Que no sean solo para nosotros, sino para los enemigos. No pierdan la paz ni la mansedumbre. Todo sirve para el bien de los amigos de la Cruz. Omnia in bonun.
El padre Oscar los saluda por mi intermedio lleno de gratitud.
Les mandamos un gran abrazo en el Señor, que vuelve de un momento a otro. ¡Viva Cristo Rey!
p.
Diego de Jesús
LAS ACCIONES MÁS EFICACES: MISAS Y ORACIONES
Pese al cierre determinado por
el Arzobispado desde fin de año, habiéndose designado al p. Aldo Vallone
-miembro del Consejo Presbiteral-, como administrador del monasterio, el domingo
se abrieron sus puertas para ofrecerse una misa a la que acudió una gran cantidad de fieles para
rogar por los monjes. En su homilía, el p. Vallone sostuvo que “hay una absoluta presunción de inocencia respecto a
estas acusaciones".
Son ya muchas las familias que han comenzado a unirse en una treintena a San
José “por los monjes, por los acusadores, por los
fieles”, invitando a unirse a
todo el que pueda hacerlo.
Si tenemos en cuenta que “por los frutos los conoceréis”, por nuestra parte
no abrigamos dudas sobre esta causa, buscando no perder la paz ni la
mansedumbre, pero tampoco la lucidez ni el coraje de la verdad.
No confiamos ingenuamente en
la justicia humana, pero sí en la de Dios, y suceda lo que suceda, nos fiamos
plenamente de que cada sufrimiento será debidamente aprovechado y ofrecido a
Cristo Rey por la Iglesia, su Esposa doliente y perseguida.
—————————————————–
ACTUALIZACIÓN:
A un día de publicado este
post, nos llega esta preciosa y breve
crónica del P. Diego de Jesús sobre su peculiar Año Nuevo, que
compartimos especialmente para alentar a los más asustados, preocupados o
atribulados por las tormentas contemporáneas:
“Anoche andaban
todos cabizbajos. Nos habían tenido encerrados a nosotros dos y a otros cinco
en un lugar muy reducido. Luego de que pasara esto, los muchachos preparaban
los platos para la cena, para celebrar el año nuevo. Nos dejarían afuera hasta
medianoche. Les avisamos que nos íbamos “a nuestros rezos” (es decir, a
celebrar la Misa) hasta la hora de compartir la mesa. Avisé que “el que quiera,
está invitado” (a la Misa). Inmediatamente un preso gritó “¡Ya mismo, pantalón
largo y remera!” y allí fueron…¿Y qué pasó? Se enteró el carcelero. “Se
pudrió todo”, pensamos.
Entonces el carcelero me llama
aparte y susurra: “¿Yo también puedo entrar?”
Y esa Misa que celebramos fue
una de las más sublimes vividas en los últimos 20 años. El eco nomás del calabozo de hormigón hacía que los
cantos resonaran con un vigor catedralicio. Cantábamos todo. La pared
abarrotada de íconos; oraciones libres que duraron largo. Todos pidieron perdón
por sus errores. Les explicamos que al elevar la hostia y el cáliz debían
postrarse y adorar al Dios vivo presente. Los veía de reojo; conmovedor".
“Rezamos al
final la Salve. Todos besaron la imagen de la Virgen; hasta el guardia lloraba.
Tras la Misa, cenamos. Luego, con el padre Oscar nos fuimos a adorar a Dios
sobre nuestros altar de cajón; allí yacía el Niño perdido y hallado en la
cárcel, mudo, hermoso, con ese Rostro de Pan que paga todas las contrariedades
que en su Nombre se pueden padecer. El Señor los va bendiciendo. Su poder
misterioso los alcanza. Y por eso estamos
aquí.”
“Un carcelero y
una penitenciaria - armados hasta los dientes- traían dos botellas de agua. Nos
pidieron agua bendita. Ella lloraba por su madre (con cáncer terminal). Y me
abrazó cuando le dije que rezaríamos por ella".
“No estén
tristes. El Señor sacará bienes inmensos de toda esta prueba. Esto termina inexorablemente bien. No
es una expresión de deseo, es una certeza de fe.”
Padre
Diego de Jesús.
Mª Virginia Olivera
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