Vivimos en un mundo
y en una Sociedad que ha vuelto la espalda a Dios. Es impresionante pensar que
de las tres ideologías más importantes y seguidas hoy por mayor número de
personas: la relativista, la marxista y la de género, ninguna acepta la
existencia de Dios.
En la festividad de Cristo
Rey, con la que se concluye el año litúrgico hemos celebrado a Cristo Rey del
Universo. Los creyentes somos conscientes de que en este mundo hay una guerra
entre el Bien y el Mal, entre la Verdad y la Mentira. En esa guerra, pensamos,
con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo la batalla decisiva se ha
librado y ganado, aunque la lucha aún no ha terminado. En Teología decimos el
Reino de Dios ya está entre nosotros,
pero todavía no ha alcanzado su plenitud. En el Prefacio de la Misa de
esa fiesta se nos describe el Reino de Cristo como «un
reino eterno y universal, el reino de la verdad y la vida, el reino de la
santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz».
En el evangelio de ese domingo
vemos a Cristo en su comparecencia ante Pilato y nos dice: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz» (Jn
18,37), lo que nos recuerda su frase de la Última Cena: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por
mí» (Jn 14,6), con lo cual nos indica no sólo que hay una Verdad
Objetiva, que es Dios mismo y que la verdad y la vida determinan la calidad del
camino, es decir la divinidad de Cristo (la verdad) y la meta divina a la que
conduce (la vida). Es decir la Verdad (Cristo) nos lleva hacia Dios Padre.
Pero vivimos en un mundo y en
una Sociedad que ha vuelto la espalda a Dios. Es impresionante pensar que de
las tres ideologías más importantes y seguidas hoy por mayor número de
personas: la relativista, la marxista y la de género, ninguna acepta la
existencia de Dios o en el mejor de los casos son agnósticos y, en
consecuencia, no admiten la Ley y el Derecho Natural, por lo que la Verdad y el
Bien no son algo objetivo, sino que, llegado un momento dado, son modificables;
lo que ayer era malo, hoy puede ser bueno y al revés. En el relativismo todo es
opinable y depende del punto de vista desde el que se mire, y que ni siquiera
los valores esenciales, como la libertad, la vida, la justicia, el amor, la
paz, son objetivos e inamovibles. Un ejemplo claro lo tenemos en el aborto que
ya no es para ellos un crimen, sino un derecho.
En cuanto al marxismo se
presenta como una doctrina que lleva a una acción, pues no se conforma con
interpretar el mundo, sino lo que quiere es transformarlo. Por ello es preciso
crear una nueva ética, que se basa en un materialismo presuntamente científico,
aunque haya fracasado donde quiera que se ha impuesto y donde la Verdad es lo
que conviene o decide el Partido, aunque sea un absurdo. Es la ideología que
tiene más asesinatos en la Historia en su haber, o mejor dicho en su debe.
Sobre la ideología de género
su Moral, salvo el punto de la violación, en lo demás es lo contrario a la
Moral Cristiana. Sus objetivos son destruir el matrimonio y la familia y
favorecer las múltiples formas de perversión sexual. Aunque sea lo políticamente
correcto y sea Ley en bastantes países, es sencillamente una aberración
disparatada. Para ella es necesario abolir las propias identidades masculina y
femenina, subordinadas al sexo biológico, para asumir las múltiples y variables
(más de cien actualmente) orientaciones sexuales. En lo científico no hay por dónde
agarrar que alguien con cromosomas XY y aparato genital masculino sea mujer y
viceversa o que una persona que da a luz no es mujer. El ridículo es de tal
calibre que hace unos días discutiendo sobre el aborto en Australia una mujer
increpó a un senador católico porque en la cuestión del aborto era una cuestión
de mujeres en la que no se debían meter los hombres, a lo que el senador le
respondió que en Australia uno puede escoger libremente su sexo y por tanto en
ese momento decidía ser mujer y en consecuencia podía opinar.
Debo tener muy claro que mis
derechos provienen de la Ley o del Derecho Natural, instituida por Dios que me
ha concedido la inteligencia para razonar y la voluntad para que actúe con
libertad y responsabilidad al servicio de la Verdad. Decir que la fuente de mis
derechos es el Estado es Totalitarismo puro.
Como dice el Concilio Vaticano
II: «Por su parte, todos los hombres están
obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su
Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla. Confiesa asimismo el
santo Concilio que estos deberes afectan y ligan la conciencia de los hombres,
y que la verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma
verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas» (Declaración
«Dignitatis Humanae» nº 1).
Pedro Trevijano
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