EL AMOR
«El amor, para que sea auténtico, debe costarnos».
«Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal».
«Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar
de ponerle aceite».
«Hay una cosa muy bonita: compartir la alegría de amar. Amarnos los unos
a los otros. Amar hasta el dolor». PRÓJIMO
«Preferiría cometer errores con gentileza y compasión antes que obrar
milagros con descortesía y dureza».
«Darle a alguien todo tu amor nunca es seguro de que te amarán de
regreso, pero no esperes que te amen de regreso; solo espera que el amor crezca
en el corazón de la otra persona, pero si no crece, sé feliz porque creció en
el tuyo. Hay cosas que te encantaría oír, que nunca escucharás de
la persona que te gustaría que te las dijera, pero no seas tan sordo para no
oírlas de aquel que las dice desde su corazón».
EL SILENCIO
«Resulta muy difícil predicar cuando no se sabe cómo hacerlo, pero
debemos animarnos a predicar. Para ello, el primer medio que debemos emplear es
el silencio».
«El silencio de la boca nos enseñará muchísimas cosas: a hablar con
Cristo; a estar alegres en los momentos de desolación; a descubrir muchas cosas
prácticas para decir».
«Guardemos, entonces, el silencio de los ojos, el cual nos ayudará
siempre a ver a Dios. Los ojos son como dos ventanas a través de las cuales
Cristo y el mundo penetran en nuestro corazón».
«El silencio de la mente y del corazón: la Virgen María "conserva cuidadosamente todas las cosas en su
corazón ". Este silencio la aproximó tanto al Señor que nunca tuvo
que arrepentirse de nada».
«El silencio nos proporciona una visión nueva de todas las cosas».
«Las palabras que no procuran la luz de Cristo no hacen más que aumentar
en nosotros la confusión».
LA ORACIÓN
«La oración ensancha el corazón, hasta hacerlo capaz de contener el don
de Dios. Sin Él, no podemos nada».
«Orar a Cristo es amarlo y amarlo significa cumplir sus palabras. La
oración significa para mí la posibilidad de unirme a Cristo las 24 horas del
día para vivir con Él, en Él y para Él. Si oramos, creemos. Si creemos,
amaremos. Si amamos, serviremos».
«Es imposible comprometerse en un apostolado directo, si no es desde una
auténtica oración. Debemos tratar de ser uno con el Padre. Nuestra actividad no
será verdaderamente apostólica si no le permitimos obrar en nosotros, a través
de nosotros, gracias a su poder, a sus planes y a su amor».
«Para que la oración sea realmente fructuosa, ha de brotar del corazón y
debe ser capaz de tocar el corazón de Dios».
«Yo estoy perfectamente convencida de que cuantas veces decimos Padre
nuestro, Dios mira sus manos, que nos han plasmado... "Te
he esculpido en la palma de mi mano"... mira Sus manos y nos ve en
ellas. ¡Qué maravillosos son la ternura y el amor
de Dios omnipotente!»
«Orad sencillamente, como los niños, movidos por un fuerte deseo de amar
mucho y de convertir en objeto de propio amor a aquellos que no son amados».
«Debemos ser conscientes de nuestra unión y de convertir con Cristo, así
como El tenía clara conciencia de su unión con el Padre».
«La plegaria perfecta no consiste en una palabrería, sino en el fervor
del deseo que eleva los corazones hasta Jesús».
«Nuestras acciones sólo pueden producir frutos, cuando son expresión
verdadera de una plegaria sincera».
«Frecuentemente nuestra oración no produce efecto por no haber fijado
nuestra mente y nuestro corazón en Jesús, por medio de quien únicamente nuestra
oración puede ir directamente a Dios».
«"Yo lo miro y El me mira" constituye
la perfecta oración.
«Nunca debiéramos cederá la costumbre de aplazar nuestra oración, sino
hacerla con la comunidad».
«El fracaso o la perdida de la vocación proviene también de la desidia
en la oración».
«La oración ensancha el corazón delicado hasta el punto de estar en
condiciones de acoger el don del propio Dios».
«Dios se compadece de la debilidad pero no quiere el desánimo».
«"En El vivimos, nos movemos y
existimos"».
«No basta orar generosamente, hemos de orar con fervor y devoción».
«El conocimiento que comunicamos debe ser el de Jesús crucificado y,
como dice san Agustín: "Antes de dejar de
hablar a la boca, el apóstol ha de elevar su propia alma sedienta a Dios para
luego poder entregar cuanto ha bebido, vertiendo en los demás aquello de lo
cual estamos colmados", o como nos enseña santo Tomás: "Aquellos que son llamados a la labor de una vida
activa, cometen una grave equivocación si piensan que su compromiso les
dispensa de la vida contemplativa. Tal obligación se añade a aquélla y no la
hace menos indispensable"».
«La oración que brota de nuestra mente y de nuestro corazón y que
recitamos sin necesidad de leer en ningún libro se llama oración mental».
«Sólo por medio de la oración mental y la lectura espiritual, podemos
cultivar el don de la oración. La oración mental es una gran aliada de la
pureza de alma».
«Los mejores medios para alcanzar un franco progreso espiritual son la
oración y la lectura espiritual».
«Si a ustedes les resulta difícil orar, rueguen insistentemente: "¡Jesús ven a mi corazón, ora dentro de mí y
conmigo, hazme aprender de Ti cómo orar"».
«La Misa es el alimento espiritual que me sustenta y sin el cual no
podría vivir un solo día o una sola hora de mi vida».
«La cosa más importante no es lo que decimos nosotros, sino lo que Dios
nos dice a nosotros. Jesús está siempre allí, esperándonos. En el silencio
nosotros escuchamos su voz».
«Debemos amar la oración. La oración dilata el corazón hasta el punto de
hacerlo capaz de contener el don que Dios nos hace de Sí mismo».
LA ORACIÓN Y EL SILENCIO
«El silencio es lo más importante para orar. Las almas de oración son
almas de profundo silencio. Y lo necesitamos para poder ponernos verdaderamente
en presencia de Dios y escuchar lo que nos quiere decir».
«Este silencio debe ser tanto exterior como interior, dejando de lado
nuestras preocupaciones. Debemos acostumbrarnos al silencio del corazón, de los
ojos y de la lengua».
«El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El de los ojos, a
ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo
en nuestro corazón».
«Dios es amigo del silencio, que nos da una visión nueva de las cosas.
No es esencial lo que nosotros decimos, sino lo que Dios nos dice y dice a
través de nosotros».
«El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del
servicio es la paz».
LA CONFESIÓN
«La confesión fortalece el alma, pues una confesión realmente bien hecha
-la confesión de un hijo que reconoce su pecado y retorna al Padre- produce
siempre humildad y la humildad es fuerza.
«Ustedes pongan en primer lugar la confesión y sólo después pidan una
dirección espiritual, cuando lo crean necesario».
«Para muchos de nosotros existe el peligro cierto de olvidar que somos
pecadores y que como tales hemos de recurrir al confesionario. Hemos de sentir
necesidad de hacer que la sangre de Cristo lave nuestros pecados».
«Cuando, entre Cristo y yo, se produce un vacío, cuando mi amor está
dividido, nada puede llenar tal vacío».
«En la noche, al momento de acostarse, pregúntense: "¿Qué he hecho yo hoy a Jesús? ¿Qué he hecho yo hoy
a Jesús? ¿Qué he hecho hoy con Jesús?". Les bastará simplemente
mirar sus manos. Este es el mejor examen de conciencia».
LA ALEGRÍA
«El que tiene a Dios en su corazón, desborda de alegría. La tristeza, el
abatimiento, conducen a la pereza, al desgano».
«Nuestra alegría es el mejor modo de predicar el cristianismo. Al ver la
felicidad en nuestros ojos, tomarán conciencia de su condición de hijos de
Dios. Pero para eso debemos estar convencidos de eso».
«Superemos siempre el desaliento... nada de esto tiene sentido si hemos
comprendido la ternura del amor de Dios».
«La alegría del Señor es nuestra fuerza. Todos nosotros, si tenemos a
Jesús dentro nuestro, debemos llevar la alegría como novedad al mundo».
«La alegría es oración, la señal de nuestra generosidad, de nuestro
desprendimiento y de nuestra unión interior con Dios».
SERVICIO A LOS DEMÁS
«María debe ser la fuente de nuestra alegría; ella, que fue la maestra
en el servicio gozoso a los demás. La alegría era su fuerza, ya que sólo la
alegría de saber que tenía a Jesús en su seno podía hacerla ir a las montañas
para hacer el trabajo de una sierva en casa de su prima Isabel».
«De la misma manera nosotros, con Jesús en nuestro corazón, debemos
servir a los demás con alegría».
«Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido».
«¿Qué descuido podremos tener en el amor?
tal vez en nuestra propia familia haya alguien que se sienta solo, alguien que
esté viviendo una pesadilla, alguien que se muerde de angustia, y estos son
indudablemente momentos bien difíciles para cualquiera».
«Cuando nos ocupamos del enfermo y del necesitado, estamos tocando el
cuerpo sufriente de Cristo y este contacto se torna heroico; nos olvidamos de
la repugnancia y de las tendencias naturales que hay en todos nosotros».
«El que no sirve para servir, no sirve para vivir».
«El amor no puede permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor
tiene que ponerse en acción. Esa actividad nos llevará al servicio».
«Muchas veces basta una palabra, una mirada, un gesto para llenar el
corazón del que amamos».
AMAR LO QUE UNO HACE
«No es lo importante lo que uno hace, sino cómo lo hace, cuánto amor,
sinceridad y fe ponemos en lo que realizamos. Cada trabajo es importante, y lo
que yo hago, no lo puedes hacer tú, de la misma manera que yo no puedo hacer lo
que tú haces. Pero cada uno de nosotros hace lo que Dios le encomendó».
«Sólo siendo sinceros y trabajando con Dios, poniendo en ello toda
nuestra alma, podremos llevar la salvación a los demás. Pero para ello es
necesario que no perdamos nuestro tiempo mirando y deseando hacer lo que hacen
los demás».
«No es tanto lo que hacemos cuanto el amor que ponemos en lo que hacemos
lo que agrada a Dios».
«Mientras el trabajo sea más repugnante, mayor ha de ser nuestra fe y
más alegre nuestra devoción».
«No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar».
«A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar,
pero el mar sería menos si le faltara una gota».
LA VOCACIÓN
«Tu vocación consiste en pertenecer a Jesús. Tu servicio a los leprosos
es sólo tu forma concreta de expresar tu amor a Jesús. Por ello, no interesa
demasiado determinar a quiénes dedicas tu labor, a condición de que la realices
por El, de que lo hagas con El. Esta es, en realidad, la forma de cumplir tu
vocación, tu penitencia a Cristo».
«Nuestra vocación consiste en pertenecer a Jesús».
«Jesús nos ha elegido para Sí; le pertenecemos. Tenemos que estar, pues,
tan convencidos de dicha presencia, que no permitamos que nada, ni lo más
insignificante, nos aparte de su posesión... de su amor».
LA POBREZA
«Los pobres son la esperanza del mundo porque nos proporcionan la
ocasión de amar a Dios a través de ellos. Son el don de Dios a la humanidad,
para que nos enseñen una manera diferente de amarlo, buscando siempre la manera
de dignificarlos y rescatarlos».
«Ellos son el signo de la presencia de Dios entre nosotros, ya que en
cada uno de ellos es Cristo quien se hace presente».
«Por eso, Él no nos preguntará cuántas cosas hicimos, sino cuánto amor
pusimos en ellas».
«Seamos los servidores del pobre. Hemos de brindar al pobre un servicio
generoso, sincero. En el mundo, a la gente se le paga por su trabajo.
Sintámonos pagados por Dios».
«¿Acaso tratan ustedes a los pobres como basurero, dándoles aquello que
ya no pueden ustedes usar o comer? Como esto no puedo ya comérmelo, se lo voy a
dar al pobre».
LA HUMILDAD
«La grandeza de María proviene justamente de su humildad. Y era humilde
porque pertenecía a Dios por completo, estaba en disponibilidad para lo que Él
quisiera pedirle».
«Ella, que estaba colmada de gracias, siguió siendo la esclava del
Señor. Se mantuvo con firmeza junto a la cruz de su Hijo, y ni siquiera
viéndolo morir dejó de confiar en Dios».
«Pidámosle a la Virgen que nos ayude a ser como ella, a realizar con
humildad y sin vanagloria el trabajo que se nos ha asignado, y que llevemos a
los demás a Jesús con el mismo espíritu con que ella lo llevó en su seno».
«Hay que cuidarse del orgullo, porque el orgullo envilece cualquier
cosa».
Fuente: Memorias de Santa Teresa de Calcuta
Publicado por Unción Católica y Profética
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