La
santidad es el símbolo de la perfección en la vida de todo cristiano. A los que
han llegado a un alto nivel de santidad se les denomina santos.
Son las personas que siguen a Jesucristo, viviendo
su vida de acuerdo a sus enseñanzas.
Pero también
están los santos institucionales,
que son aquellos que la Iglesia ha canonizado. Los que ha declarado sin lugar a
dudas que son santos.
Y los muestra como modelos de perfección cristiana,
diciendo que ya están en el cielo junto con Jesús.
No obstante
la santidad puede referirse a distintas cosas, Puede producirse a nivel de las personas, aplicarse a un objeto, a
una sociedad o a una institución como la Iglesia. Aplicado a las personas, enuncia la perfección moral producida
por vivir permanentemente en la gracia de Dios, cuyo peldaño mayor es la canonización
institucional. Si se aplica a un objeto,
se refiere a uno que se utiliza para fines de la gloria de Dios, especialmente
puede pensarse en objetos litúrgicos. Si
se aplica a una sociedad, se refiere a la capacidad de ésta para
producir miembros santos. Y si se
aplica a la Iglesia se refiere a su relación con Cristo, que fue quién
la fundó y la mantiene; por eso se dice que la Iglesia Católica es Una, Santa,
Católica y Apostólica. Todas estas denominaciones son objetivas, o sea que tienen referentes empíricos que las avalan.
CÓMO
ENTIENDE CONCRETAMENTE EL CATOLICISMO LA SANTIDAD
Al principio
del cristianismo el nombre santo se
aplicaba a los que creían en Jesucristo y seguían sus enseñanzas. Es así
que podemos leer que San Pablo se refiere a los santos de determinada comunidad
a la que se dirige, por ejemplo en Efesios 1: 1 y 2 Corintios 1: 1. El criterio
era que quienes habían abrazado las
enseñanzas de Jesucristo habían sido transformados en personas nuevas y
esto era considerado santidad. Pero poco a poco se dieron cuenta que los cristianos diferían en el grado en que
vivían una vida virtuosa, de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Había algunos que vivían su vida con
una virtud semejante a la de Cristo, siguiendo los evangelios. Y otros que no lo hacían, aun
llamándose cristianos.
Los primeros eran ejemplo en vivir las virtudes
cardinales y teologales, y el espíritu santo los agraciaba con muchos dones.
A estos fue
que se empezó a llamar más
consistentemente santos. Y empezaron
a constituir un modelo a seguir aún luego de su muerte.
La veneración a estas personas fue la que impulso
la institución de la canonización.
O sea, la declaración formal de la Iglesia
reconociendo que esas personas estaban separadas del resto de los
cristianos, por un grado de mayor compromiso con las enseñanzas de Jesucristo. Al
principio las canonizaciones fueron por
aclamación y ancladas en las diócesis. Pero luego se establecieron criterios para la canonización, que
definían cómo determinar si una persona es santa y quién era el responsable de
determinarlo. Fue así que el vértice de la Iglesia Católica quedó como único
emisor, o sea que sólo el Papa debía hacer la declaración formal de un santo.
PROCEDIMIENTO
PARA UN SANTO CANONIZADO
La canonización de una persona declarada por el
Papa significa que vivió su vida en imitación a Cristo.
Y que Cristo lo reconoció a través de sus dones
sobrenaturales.
Por lo tanto
se halla en el Cielo intercediendo
por los cristianos que peregrinan en la Tierra. Sin embargo no sólo los que
están en el cielo son Santos. Por ejemplo los niños bautizados poco antes de la
muerte probablemente estén en el Cielo, pero no son Santos. Se considera que el primer canonizado centralmente por
el Papa fue San Uldarico de Aubsburgo en el año 993. Pero ya el Concilio de Trento,
entre 1545 y 1563, declaró: “Los santos, que reinan unidos con Cristo, ofrecen sus propias oraciones
a Dios por los hombres. Y es bueno y útil
invocarlos por humilde petición y acogiéndose a sus oraciones, influencia y
ayuda para obtener los beneficios de Dios, a través de Su Hijo, Jesucristo
Nuestro Señor, que es nuestro único Redentor y Salvador”.
Allí se establece que los llamados Santos están en
el cielo con Dios, son poderosos intercesores y son ejemplos a imitar por el
pueblo cristiano.
Fue recién
en el año 1643 que el papa Urbano VIII
reservo el derecho de canonizar y beatificar a la Santa Sede. A partir
de ahí se creó una oficina específica
para estudiar y promover las canonizaciones, y procedimientos para
probar la santidad. También se creó una función llamada abogado del diablo, que cuestiona las virtudes de los candidatos a
canonizar y beatificar. El
procedimiento moderno se inició en 1983 en el pontificado de Juan Pablo
II. Se estableció que recién 5 años
después de su muerte una persona puede ser nombrada Siervo de Dios, y
debía ser auspiciado por el obispo de su diócesis. A su vez la diócesis debería
hacer un estudio exhaustivo de la vida
del candidato y los materiales que dejó. Esta recopilación de antecedentes culmina en la redacción oficial de
una biografía, que tiene más valor si contiene testimonios de personas que
vivieron en la época del candidato. También se puede dar permiso para exhumar
su cuerpo. Toda esta información se
envía a la Congregación para la Causa de los Santos, quién en última
instancia será la responsable de recomendar al Papa que lo denomine venerable, y que ha tenido virtudes heroicas.
Luego de eso se abre un tiempo de espera donde se buscan milagros realizados
por intercesión del candidato.
El primer milagro aceptado le significará la
beatificación, y el segundo la canonización.
Los posibles
milagros pasan por el estudio de
comisiones de investigación científica y teológica. Las que elevan sus
conclusiones al Papa y éste en definitiva hace la declaración formal. Pero
desde el punto de vista popular también existe la santidad por aclamación. Que es lo que sucedió con figuras como el
Padre Pío, la Madre Teresa de Calcuta y Juan Pablo II, que eran considerados popularmente como santos antes
de la Iglesia lo aprobara formalmente. La santidad es la meta de la vida cristiana y es el llamado que
hace permanentemente la Iglesia a los cristianos.
QUE
HACE QUE LOS SANTOS SE CONVIERTAN EN SANTOS
Benedicto XVI
dijo lo siguiente sobre la búsqueda de la santidad,
“La santidad, la plenitud de la vida cristiana, no
consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en
vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus
comportamientos.
La santidad se mide por la estatura que Cristo
alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu
Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya”.
En
definitiva se trata de devolver a Dios
el amor que nos ha dado, imitando el modelo que le estableció para los
hombres. Dios quiere que seamos santos,
porque es la única opción que tenemos para entrar en el cielo y vivir nuestra
vida eterna junto a él; porque en el
cielo sólo entra lo puro y lo santo.
Esto
tiene dos patas.
Una es el deseo y la disposición interna de cada
persona a trabajar por su santidad.
Y la otra es la gracia divina.
Nadie se puede convertir en un santo por sus méritos propios; sólo es posible hacerlo
mediante la gracia de Dios. Y es por esto que la santidad no es estrictamente una copia de la vida de Jesús, sino una
imitación de su camino. Que el Espíritu Santo irá conduciendo en forma
particular y única, porque la santidad
de una persona no es idéntica a la de otra. Si pides a dos
extraordinarios pintores que pinten un paisaje, seguramente no resultarán
cuadros idénticos; y eso pasa con la santidad. Se llega a la santidad apartándose de las cosas que podrían interferir
en su camino. Y orientando la vida
hacia el modelo de Jesucristo, para gloria de Dios. En definitiva los
santos dedican su vida a buscar primero
el reino de Dios. Y manejan su vida pensando en los criterios de Dios y no pensando en sus propios criterios.
No se trata de gestos tabulados previamente, como por ejemplo
penitencias fuertes, orar de rodillas todo el día, entrar en éxtasis en la
oración, etc. Sino que se trata de hacer
la voluntad de Dios imitando a Nuestro Señor. La palabra clave aquí es obediencia, de la misma forma que Jesús
fue obediente al padre durante toda su vida terrenal. Tampoco se trata de querer imitar los milagros que hizo Jesús en
vida, sino imitarlo en las pequeñas cosas que dan gloria a Dios. Luego Dios agregará dones a sus santos
que aún viven en la Tierra, cómo lo hizo por ejemplo con el padre Pío y muchos
más santos, a quienes les dio la posibilidad de hacer cosas sobrenaturales. Las
biografías de muchos santos muestran como sus oraciones pueden suspender las leyes naturales. Sin embargo hacer milagros no es sinónimo de santidad.
Sino que es un don adicional otorgado
por Dios, que en general funciona como un llamado a prestar atención al
modelo de vida de esa persona. Pero el
hombre tiene que hacer la opción, tiene que elegir voluntariamente
querer recorrer el camino que le propone Dios. Y ahí entra el tema de la
motivación.
CÓMO
MOTIVARSE PARA CRECER EN SANTIDAD
El amor hacia Dios y hacia los prójimos es la
orientación principal de los cristianos y su camino a la santidad.
Lo que es
operacionalizado a través de la
caridad, la humildad y la castidad. Y por el sentimiento de la necesidad constante de purificación del amor
a Dios, que suele venir a través de periodos
de sufrimiento. Quienes han logrado un alto grado de santidad han tenido
regocijo con el sufrimiento y se han
liberado de patrones de egoísmo. Ellos han comprendido el significado de llevar la cruz. Y la
necesidad de limar sus aristas mundanas trabajando
sobre sus fallas. Han batallado duro contra sus tendencias pecaminosas y defectos. Esto tiene un ingrediente
importante en la propia voluntad de la
persona, que luego será reafirmada por la gracia divina. El motor de
esto ha sido su amor a Dios y la
meditación permanente de Su bondad. Este camino pasa por adquirir
hábitos santos.
HÁBITOS
SANTOS
Aquí hay una
lista de hábitos que te pondrán en el camino de adquirir hábitos más santos. Ora permanentemente, no sólo el
Rosario, sino también oraciones cortas que puedas decir en cada momento de tu
vida, ya sea cuando te suceden cosas desagradables como cuando lo contrario. No
te olvides de rezar la Coronilla de la
Divina Misericordia a las 3 de la tarde. Estudia la vida de los santos, dedicándote a conocer cómo fue la
vida del santo del día de hoy, y pídele su intercesión. Por lo menos una vez al día ora de rodillas. No te
expongas a medios de comunicación e influencias
negativas. En cambio escucha
música católica mientras haces otras cosas.
Lee un buen libro o artículos católicos.
Hazte
la costumbre de ir a misa a diario y
peregrinar a santuarios.
Cultiva el agradecimiento, rezando un
rosario de gratitudes.
Y
expresa las gracias a cada persona
con la que te cruzas, rezando incluso una pequeña oración por ellas.
Cuando alguien te cuente sus problemas reza
inmediatamente por él y ponlo en las intenciones de la misa.
Y
ora también por aquellos que te han
hecho mal, que operan contra ti y que están separados de ti.
Conversa
con tu ángel de la guarda y con tu
santo particular.
Ayuna por lo menos una vez por semana.
Haz
la mayor cantidad de horas de Adoración
al Santísimo Sacramento por semana.
Involúcrate en la batalla espiritual, especialmente
saliendo en la defensa de Dios cuando es atacado.
Fuentes:
- https://www.thoughtco.com/what-is-a-saint-542857
- https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20110413.html
- https://ronconte.wordpress.com/2018/10/09/what-is-a-canonized-saint/
- https://www.catholic.com/magazine/print-edition/what-sanctity-is-and-isnt
- http://catholicexchange.com/how-to-motivate-yourself-to-grow-in-holiness
- http://catholicexchange.com/sanctifying-suffering-in-union-with-christ
- http://www.ncregister.com/blog/armstrong/20-holy-hacks-to-help-you-get-to-heaven
- http://ec.aciprensa.com/wiki/Santidad
Sergio Fernández
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