1.- Para la sola criatura, es imposible.— En su muy sustancioso prólogo
al magnífico libro del P. Alfredo Sáenz S.I., La
Cristiandad. Una realidad histórica, el P. Carlos Biestro
explica de qué manera la historia confirma la enseñanza de la Tradición, en
cuanto que al margen de Cristo la sociedad corre hacia su desastre, porque «es imposible para la sola creatura detener el avance
inexorable de la culpa y la muerte que reinan desde la Caída Original».
Es un pasaje potente, que corona cabalmente así: «Sólo en el Señor las personas
y las sociedades pueden alcanzar
la salvación.»
2.- Pero es posible, para el Señor de toda
criatura.— Comenzaba su prólogo el P. Biestro con una proclamación: «Es sabido que Dios salva al mundo suscitando hombres e
inspirando obras que contradicen al mundo con la defensa de aquellas causas que
cada época particular tiene por perdidas.» Con esta alabanza,
entiendo, se nos anima a defender, como católicos, las causas perdidas que
contradicen el mundo moderno, que parecen imposibles para nosotros en cuanto
solas criaturas, pero posibles para Dios que «actúa
en las obras de sus criaturas», porque «es la causa primera que opera en y por
las causas segundas» (Catecismo 308).
3.- Lo mejor imposible es posible para Dios.—
Tal cosa
sucede con la doctrina tradicional, sobre todo en su traditio local
hispánica. Me refiero a la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo, que es
doctrina que contradice al mundo, al catolicismo de tercer grado y al
positivismo idólatra del Leviatán moderno. Como dice el P. Biestro, Dios
suscita obras que contradicen el mundo con causas que el mundo tiene por
perdidas. No las tenga por lo mismo el católico, no desconozca la providencia
de Dios, que opera lo imposible en y por sus criaturas. ¡Cuánta necesidad tenemos de políticos católicos que contradigan al
mundo, y cual verdaderas causas segundas movidas por Dios, operen lo imposible
para el mundo moderno!
4.- Meliora secuenti, quien sigue lo
mejor, se lleva la palma. Reza el emblema de Don Juan de Borja, en la bellísima edición de 1680 de
sus Empresas morales. Dando por supuesto el estado de gracia, ¿no será
altamente meritoria la defensa de tal causa? ¿No
habrá para tal empresa imposible, posible palma? Sintetizamos su tesis,
clásica y perenne, citando Libertas
praestantissimum, 14: «es
absolutamente contrario a la naturaleza que pueda lícitamente el Estado
despreocuparse de las leyes divinas o establecer una legislación positiva que
las contradiga». Pensar lo contrario, promoviendo al mismo tiempo un
catolicismo espiritualista y privado, es política “católica”
de tercer grado. No es lo mejor, sino lo peor.
y 5.- Lo mejor, siempre que se pueda.— Es lo peor, decíamos, porque
tal separación impide, artificialmente, que el
orden del bien común, (es decir,
el orden político), se encuentre
con el orden de la gracia que lo hace plenamente
posible, (es decir, el orden
divino). Sí, sé que es aparente causa perdida defender, en la atmósfera
personalista que nos envuelve, la ilicitud de tal separación artificial y
abusiva. Pero debemos contradecirla, porque como explica León XIII: «el poder
político y el poder religioso, aunque tienen fines y medios específicamente
distintos, deben, sin embargo,
necesariamente, en el ejercicio de sus respectivas funciones, encontrarse algunas veces.» Se admite
por tanto distinción pero no separación.
Piense el político católico,
supuesto el estado de gracia, que le espera la palma (del martirio) si defiende
lo mejor, que contra el Leviatán de tercer grado se resume y aquilata en esta
máxima: no es lícito
en la vida política apartarse de los preceptos de Dios y legislar sin tenerlos
en cuenta para nada.
David Glez.- Alonso Gracián
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