Una de las tradiciones más fascinantes y, tal vez,
de las que más interrogantes genera en la Iglesia Católica, es por qué los católicos veneran las
reliquias.
Para explicar la importancia de esta práctica, CNA
–agencia en inglés del Grupo ACI– entrevistó al P. Carlos Martins, un custodio
de reliquias y director del ministerio Tesoros de la Iglesia, que
lleva los restos de varios santos a Estados Unidos para su veneración.
El sacerdote definió así las reliquias: “Son objetos físicos que tienen una
asociación directa con los santos o con nuestro Señor”.
El P. Martins precisó que la palabra reliquia significa “fragmento” o “remanente
de una cosa que fue, pero que ahora ya no es”.
Asimismo, explicó que las reliquias pueden ser de
tres clases:
Las de “primera clase” o también llamadas de primer grado, son “el cuerpo o los fragmentos del cuerpo de un santo, como
carne o un hueso”.
2. Las reliquias de “segunda clase”
son “algo que le perteneció al santo como
una camisa o un libro (o los fragmentos de esos objetos)”.
3. Las de “tercera clase” que son “los objetos que el santo tocó o que han sido tocados por
una reliquia de primera, segunda u otra de tercera clase”.
El presbítero aclaró que “cualquier parte
del cuerpo del santo es sagrada y puede ser colocada en un relicario”. También
los huesos, la carne, los cabellos y la sangre son considerados como reliquias.
Respecto a los orígenes de la veneración de las reliquias, el P. Martins
indicó que se remonta al siglo II cuando los cristianos recuperaban los restos
de los mártires, quienes habían sido discípulos fieles de Cristo.
El presbítero comentó que durante los primeros siglos también “era tradición construir un templo sobre la tumba de un
santo”. Dio de ejemplo la basílica de San Pedro y la de San Pablo de
Extramuros, en el Vaticano, donde la tumba de los santos está debajo del altar.
En ese sentido, destacó que con esta evidencia arquitectónica se puede
confirmar la autenticidad de una reliquia, lo cual es “críticamente
importante”.
Sobre el valor de las reliquias, indicó que la Biblia “enseña que Dios actúa a través de ellas, especialmente
en los términos de sanación”. Indicó que algunos de estos sucesos se
encuentran narrados en 2 Re 13, 20-21; Mt 9, 20-22; Hch 5, 15; Hch 5, 15; y Hch
19, 11-12.
Asimismo, aclaró que “las reliquias no son mágicas. No contienen un
poder propio, un poder separado de Dios” y dijo que el Señor las
utiliza como un medio para hacer sus milagros porque “quiere
dirigir nuestra atención a los santos como ‘modelos e intercesores’”.
En cuanto a la forma en la que deben ser conservadas, el presbítero
manifestó que “el mayor honor que puede concederle
la Iglesia a una reliquia es colocarla
dentro de un altar, donde se pueda celebrar la Misa”.
“Esta práctica data desde los primeros siglos de la
Iglesia. De hecho, los sepulcros de los mártires eran los altares más valiosos
para la liturgia. Otra alternativa es colocarlas en un nicho devocional donde
la gente pueda venerarlas. Tales santuarios son importantes porque proporcionan
a la gente una experiencia más profunda de la intimidad con el santo”, agregó.
Por otro lado, indicó que “la Iglesia no
prohíbe que los laicos posean reliquias. Ellos pueden tenerlas en sus casas”.
Sin embargo, dijo que debido a los numerosos abusos perpetrados contra
las reliquias –como la venta o el descuido– “la
Iglesia ya no emitirá reliquias a los individuos, ni siquiera al clero”.
En cuanto a la devoción a las reliquias que se presentan en las
ceremonias de beatificación y canonización, el P. Martins explicó que antes de
que la persona sea beatificada, “la tumba es
exhumada y los restos mortales son recuperados”. Estos pueden ser
trasladados a una iglesia, capilla u oratorio.
Tras la beatificación, la Iglesia Católica “solo
permite la devoción local. Es decir, la devoción en el país en que el individuo
vivió y murió”.
“Cuando la Madre Teresa de Calcuta fue beatificada,
solo en la India y en Albania, donde nació, se permitió su devoción. Por
ejemplo, no se podía celebrar una Misa en su honor en Estados Unidos ni colocar
sus reliquias en los altares de ese país”, destacó.
Luego de la canonización, la Iglesia ya permite “una
devoción universal”.
Traducido y adaptado por María Ximena
Rondón. Publicado originalmente en CNA.
Redacción ACI
Prensa
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