miércoles, 3 de octubre de 2018

OPEREMUS BONUM DUM TEMPUS HABEMUS


Una exhortación que se remonta a los primeros siglos de la civilización cristiana, perennemente valida y universalmente acogida incluso más allá de los principios de nuestra fe suena así: intentemos hacer el bien mientras tengamos tiempo. Pero hoy, ¿qué significado tiene “hacer el bien” desde el momento en que hemos olvidado a Dios, fuente de todo bien, y su Ley, por lo cual estamos perdiendo incluso la noción del bien y del mal? ¿Es posible todavía hacer el bien hoy, desde el momento en que estamos olvidando el Decálogo, habiendo proclamado la apostasía, el rechazo de Dios y de su Ley?

Evolucionando los tiempos, las costumbres y el estilo de vida, corremos el riesgo incluso de atribuir a nuestras acciones un significado distinto del auténtico, hasta alterar su valor original.
En ámbito legislativo, además, acerca del valor moral de las leyes, existe el claro intento de alterar los valores cristianos: basta pensar en algunas leyes como el divorcio y el aborto, cada vez más facilitados, las uniones homosexuales aprobadas por tantos parlamentarios y esponsorizadas por una propaganda martilleante, asfixiante y sin pudor; y pronto tendremos también la ley sobre la eutanasia, para conformarse a las directivas de los demás Estados modernos. ¡El modelo europeo de progreso civil es volver al paganismo!

Nos lamentamos a menudo de que “el mundo va mal”, que aumentan los crímenes, las mafias, los delitos, los robos, etc., pero pocos tienen la honestidad de indicar como causa principal el abandono del Decálogo. ¡El rechazo de Dios es la verdadera causa de nuestros males sociales! 

Las autoridades constituidas están muy lejos de denunciar la apostasía con claridad, sino que prefieren ignorarla, minimizarla o justificarla, suscitando perplejidad entre los creyentes como:
a) ¿Existe quizá un tácito acuerdo entre las autoridades institucionales, políticas y religiosas acerca del reconocimiento público de la apostasía o ambas obedecen al “silencio” impuesto por la misma fuente mundialista?

b) ¿Cómo es posible que muchos se lamentan por la grave situación socio-política mundial y sólo unos pocos y tenaces “tradicionalistas” gritan su indignación y su rebelión frente a la decadencia moral tan generalizada?
c) ¿Por qué tanto clamor acerca de los atentados de los kamikazes en Europa, si nuestros responsables políticos, en el plano ideológico, son cómplices de la “situación explosiva” que se ha creado en el continente?

LA PARÁBOLA DE LA HIGUERA ESTÉRIL (LC 13, 6-9) 

Los Evangelios no acaban nunca de sorprendernos y de ofrecernos lecciones de vida, por ejemplo, por medio de la parábola de la higuera plantada en la viña cuyo dueño querría cortar porque desde hace tres años explota el terreno sin producir frutos, pero el viñador responde: “Señor, déjala todavía este año, hasta que haya cavado a su alrededor y echado estiércol. Veremos si da fruto en el futuro, si no, la cortas.”.

Una respuesta lógica y humana, pero también inspirada y divina, porque el amor del Padre encierra en sí la paciencia y la misericordia de manera extraordinaria y única, porque nos ama infinitamente y espera solamente nuestra conversión como válida respuesta a su amor.

A veces, se escuchan comentarios de este tipo: ¿Qué espera el Señor para castigar a los malos, responsables de esta situación trágica, superior al límite de la soportación? ¿Querríamos acaso ponernos a nosotros mismos en el lugar de la misericordia del Padre? Erigirnos como jueces del prójimo es fácil, pero sólo Dios puede juzgar porque conoce verdaderamente nuestro corazón y cuál es la verdadera responsabilidad de cada uno.
Dios es rico en misericordia y paciencia y, antes de mandarnos los “castigos” que merecemos, intenta conducirnos a la conversión de muchos modos, especialmente enviándonos a la Virgen María para iluminarnos, sostenernos e indicarnos el camino de vuelta a Dios, el único válido para salvarnos de los asaltos mortales del maligno.

“Déjala todavía este año…”, es la invitación que Dios hace a todas las creaturas para que acojan las últimas migas de tiempo a disposición para cambiar de vida y prepararse a los últimos tiempos: una invitación dirigida a todos los contemporáneos que se hace cada vez más intensa, porque sin Dios estamos perdidos.

La parábola de la higuera estéril, en su evidencia, nos golpea y nos interpela en profundidad, sin alternativas: o producimos frutos de bien, de justicia y de paz, como es el deber de todo bautizado, o estamos destinados al fuego inextinguible de la Gehenna. 

Un lenguaje simple, comprensible para todos, de manera que todos puedan responder a las preguntas fundamentales que Dios nos hace para alcanzar el fin de nuestra vida: hacer fructificar los talentos recibidos como don y merecer la Vida Eterna.

JESÚS, POR AMOR, ENTREGO SU VIDA PARA SALVARNOS 

Dios intenta ayudarnos de todas las maneras, especialmente intenta ayudar a aquellos cristianos que, en gran número, han abandonado la verdadera Fe, prefiriendo la indiferencia o las falsas doctrinas, esto es, el camino de la perdición.
Ante la situación de apostasía generalizada de las naciones cristianas, el Cielo, desde hace muchos años, se mueve para ponerle remedio, especialmente porque las instituciones eclesiales no hablan o no se preocupan excesivamente de ella.

En 2017 recordamos el centenario de Fátima, celebración muy esperada, pero también muy temida por aquellas “autoridades” que, de manera imprudente, por no pronunciar otras palabras, manipularon el texto del tercer secreto. ¿Cómo responderá Dios a semejante provocación?

Con sencillez y también con gran fuerza, entre tanto el Cielo nos informa sobre algunas realidades:
·         La humanidad está afrontando los últimos tiempos y la Santísima Virgen María viene en ayuda nuestra.
·         La Madre de Dios interviene en la historia con autoridad, discreción y amor materno.
·         La jerarquía, por motivos misteriosos, impenetrables, no puede ayudarnos más allá de los esquemas habituales.
·         Varios políticos, vinculados al yugo de los enemigos de la Iglesia, están inscritos en las logias masónicas.
·         Numerosos enemigos de Dios, lobos vestidos de corderos, intocables, están sentados en sedes prestigiosas.
·         Varios enemigos de la humanidad, infiltrados en las instituciones, forman una verdadera conjura planetaria.
·         Dios se sirve hoy del terrorismo islámico para castigar la infidelidad y la traición de los cristianos.
·         La masonería que domina el mundo, extorsionándolo con el dinero, dará pronto a la luz al anticristo.
·         La Santísima Virgen María tiene el objetivo de convertir a Cristo a gran parte de la humanidad.
·         Con el horrible flagelo del anticristo contra la Iglesia, el reino de satanás acabará para siempre.

“SOIS POBRES EN AMOR” 

Para hacer el bien, debemos ser ricos en amor, dispuestos y disponibles a amar al prójimo como a nosotros mismos, a responder a sus necesidades materiales y morales, dispuestos a amar incluso a nuestros enemigos, como nos pide Jesucristo; amar a los enemigos comporta también un gran mérito.

Al final de nuestra vida seremos juzgados sobre el amor hacia Dios y hacia el prójimo, superando las dificultades que surgen de las diferencias de raza, lengua, etc., que debemos superar para dar acogida y hospitalidad a millones de prófugos que llegan a nuestras costas.
Para hacer todo esto, sin embargo, deberemos superar también el criterio racional que nos pide valorar las causas de un éxodo de dimensiones bíblicas y elegir entre las diferentes etnias a acoger o a rechazar, porque frente a la urgencia del problema no es posible hacer diferencias más allá de las normas debidas de prudencia y de seguridad social. Se encuentran en la necesidad y es humano y evangélico acogerles. Frente al fenómeno de la emigración masiva, surge lógicamente la pregunta sobre las causas que la han provocado: inmediatamente es atribuida a las guerras y al hambre, pero ¿quién ha creado las condiciones trágicas para provocar semejante éxodo bíblico?

Entre tanto, sorprende cómo el fenómeno ha comenzado contemporáneamente a la así llamada “primavera árabe”, estallada en los Países del Norte de África, poblados desde hace siglos por musulmanes, precedida y seguida por millones de habitantes de Medio Oriente después de las guerras de Afganistán, Irak, Irán y Siria, estas últimas también de mayoría islámica. La guerra es la causa primera, pero ¿y si semejante situación de conflicto hubieses sido creada adrede para ejecutar las órdenes de los señores del mundo, que han programado todo fríamente en un despacho para mantener el sector bajo su universal control?

Incluso un observador superficial, en semejante situación está tentado de preguntarse: – ¿Cómo es posible que poblaciones en gran parte musulmanas, que han vivido durante siglos en paz entre ellas, se ven obligadas a abandonar sus Países, reducidos a cementerios y ruinas, para “salvarse” de la muerte? ¿o quizá para “ocupar” la Europa post-cristiana? ¿No viene la duda o la sospecha de que todo haya sido programado por los genios del mal para poner en dificultades al resto de la civilización cristiana y ocupar Roma, San Pedro y el Vaticano? ¿Quién hay detrás del drama de la gran invasión de los musulmanes en Europa, y en Italia en particular? Respondiendo con lucidez y sentido común a esta pregunta nos acercamos mucho a la verdad y a los arcanos secretos de nuestra época.

¿Y si Jesucristo, Dios Omnipotente, alterando el programa de sus enemigos, utilizase la invasión de los musulmanes para castigar primero a los cristianos apóstatas y después hiciera que se convirtiera el Islam a la Verdad junto con las demás falsas religiones, comprendido el Judaísmo, como fue previsto por el apóstol Pablo, en la proximidad de los últimos tiempos…?

Los enemigos de Dios están construyendo una situación de una gravedad excepcional, que está yéndoseles de las manos: incluso los políticos, sus cómplices, no saben ya cómo remediarla… Sólo Dios puede remediar esta catástrofe y nosotros nos atrevemos a esperarlo, con nuestras oraciones, especialmente con la oración del Rosario: pero esto haría ya parte del programa previsto por los profetas modernos para el final de los tiempos. Estamos viviendo los tiempos del Apocalipsis, pero no sabemos valorarlos porque nadie habla de ello, tampoco en ámbito eclesial…
En este punto nos viene en ayuda el gran proyecto que la Providencia ha preparado como un gran plan de salvación por medio de la Virgen María, a quien el Cielo ha confiado el encargo de acompañar la suerte del género humano hasta el final. En proximidad del final no son los amigos de Dios y de la Santísima Virgen los que ha de tener miedo, sino que serán los adeptos de las sociedades secretas vinculadas a satanás y al anticristo los que temblarán de miedo.

Marco
(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

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