El suicida piensa que no tiene medios ni formas para afrontar los problemas de
su existencia, y decide acabar con su propia vida. ¿Qué
significado moral y religioso tiene este hecho terrible?
Es
preciso mirar, observar, escuchar, comprender y apoyar a los jóvenes. No
podemos desentendernos de lo que están viviendo, de sus angustias, tristezas,
inseguridades; es preciso acercarnos y mostrarles el camino de la felicidad,
del amor, de la alegría. No podemos permitir que por sentir su vida vacía
terminen con ella.
JUVENTUD
““¡Juventud, divino tesoro!” ¿Tesoro?
No tanto, no tanto. Atinó más Rubén Darío al aclarar: “La
divina enfermedad de la juventud”. ¡Vaya que si hay distancia entre “tesoro” y
“enfermedad”!
Porque,
oigan ustedes, ¡Que mal se sentía uno cuando tenía
15 o 25 años! ¡La juventud sufre tanto! Esa es la verdad…
No
estarán de acuerdo con esto los viejos que añoran los años mozos. Lástima que
ya olvidaron las torturas que padecieron entonces, y solo quieren recordar que
se divertían y no cargaban sobre los hombros las responsabilidades propias del
adulto. Ya perdieron la memoria de sus ansiedades, depresiones, soledad y
desesperación ha afirmado Emma Godoy en su libro “Que
mis palabras te acompañen”.
EL SUICIDIO
Si la
etapa juvenil fuera todo lo dulce que nos cuentan los poetas, la cifra
estadística de suicidios sería cero en esa edad y no incrementaría a pasos
agigantados como está pasando ahora.
El
suicidio es la reacción de algunas personas ante problemas que les parecen
insalvables. Ejemplos hay muchos, como el aislamiento social, la muerte de un
ser querido, un hogar desecho en la niñez, una enfermedad física grave, la
vejez, el desempleo, desilusiones amorosas, etc., sin embargo, estas personas
no se dan cuenta que todo tiene solución menos la muerte.
El
suicidio entre los adolescentes y jóvenes ha tenido un aumento dramático en los
años recientes. Cada año, miles de adolescentes se suicidan en Estados Unidos.
El suicidio es la tercera causa de muerte más frecuente para los jóvenes de
entre 15 y 24 años de edad y la sexta causa de muerte para los de entre 5 y 14
años.
Los
adolescentes y jóvenes experimentan fuertes sentimientos de estrés, confusión,
dudas sobre sí mismos, presión para lograr el éxito, inquietudes financieras y
otros miedos que van creciendo. Para algunos, el divorcio, la formación de nuevas
familias con padrastros y hermanastros, las mudanzas a otras comunidades,
pueden perturbarlos e intensificarles las dudas acerca de sí mismos; en donde
en algunos casos el suicidio aparenta ser una “solución”
a todos los problemas.
ALGUNAS MANIFESTACIONES
La
depresión y las tendencias suicidas son desórdenes mentales graves, que se
pueden tratar. Muchos de los síntomas son similares; algunos son los cambios de
hábitos en el dormir y en el comer, retraimiento de sus amigos, de su familia o
de sus actividades habituales, actuaciones violentas, comportamiento rebelde o
escaparse de la casa, uso de drogas o de alcohol, abandono poco usual en su
apariencia personal, cambios pronunciados en su personalidad, aburrimiento
persistente, dificultad para concentrarse, deterioro en la calidad de su
trabajo escolar o laboral, pérdida o desinterés de sus pasatiempos y otras
distracciones, poca tolerancia a elogios o premios, quejas frecuentes de
dolores físicos tales como dolores de cabeza, de estómago y fatiga, que están
por lo general asociados con el estado emocional del joven.
El
suicidio es un problema multifactorial, es decir, que son muchos los factores
que existen e influyen para que se realice un suicidio. En esta grave situación
confluyen diversos elementos que ocasionan una conducta autodestructiva. Entre
las causas que destacan en esta compleja problemática se encuentran, por citar
tan sólo algunas, aspectos psicológicos, individuales, familiares, sociales,
culturales, educacionales, filosóficos, religiosos y económicos. En otras
palabras, el suicidio no puede ser considerado como una conducta aislada: se da
siempre en un contexto que es necesario conocer y comprender con amplitud.
Existe
una clasificación del suicidio que puede ayudarnos a entender un poco más sobre
la psicología y la personalidad de los individuos que optan por esta puerta sin
salida. Podemos hablar del suicidio egoísta, en el que se cree que se origina
en la falta de integración de la persona en la sociedad, estas personas son en
general solitarias, no se relacionan con su comunidad ni dependen de ella. Por
otra parte está el suicidio altruista, en el que la persona está integrada en
un grupo en el que no cree que ningún sacrificio que haga es demasiado grande,
un ejemplo sería el de las personas que se inmolan para llamar la atención a
una causa; el suicidio amónico, en el que la víctima es incapaz de hacer frente
a una crisis de forma racional y decide que el suicidio es la solución al
problema, esto es, cuando la relación normal del individuo con la sociedad se
alter súbita y radicalmente; y el suicidio fatalista, en el que se cree que lo
provoca una excesiva regulación social que restringe por completo la libertad
personal, sus víctimas piensan que no existe un futuro viable para ellos. En todos
los casos anteriormente citados, se siente una desesperación y una frustración
tremenda, real, fuerte e inmediata que les lleva a pensar en el suicidio como
último recurso.
UN VACÍO PROFUNDO
Hasta
ahora, hemos hablado de cuestiones muy científicas, de estudiosos que se han
dedicado a investigar este fenómeno tan cruel y lamentablemente tan real y tan
sufrido en nuestros días.
Lo
cierto, es que el suicidio es la manifestación de dolor más grande a la que uno
se puede enfrentar, el que un ser humano decida dar término a su vida, nos
habla de un dolor profundo, de un vacío real que hay en su persona, en el que
no encuentra ningún sentido, ningún motivo para vivir, ni siquiera su propia
vida posee un valor por el cual valga la pena seguir viviendo. La autoestima es
muy baja o más bien nula. La persona no encuentra en su ser recursos que le
ayuden a afrontar las situaciones que vive por lo que prefiere morir.
En Gran
Bretaña, por ejemplo, los adolescentes se están mutilando a sí mismos, algunos
llegan al suicidio, otros se cortan a sí mismos “en
algunas escuelas se ha vuelto casi un postulado de moda estilo gótico impuesto
por un grupo: un despliegue “grunge” de dureza (mira el dolor que puedo
soportar) y suavidad (mira el dolor que estoy sintiendo por dentro).
Waddell,
mujer que trabaja en la clínica Tavistock de Londres, menciona que una de las
chicas que asistió a verla con los brazos cortados y lastimados dijo: “no aguanto el dolor mental”. El dolor físico es
mejor que el emocional y el psicológico. Es superficial.
En muchos
casos, causarse dolor es una manera de “escapar” a
pensar acerca de lo que les inquieta. Los
adolescentes se sienten atormentados por sentimientos de autodesprecio, un
sentimiento de estar al margen y solos” Internacional Reforma, junio de
2002.
Es esto
realmente triste, doloroso. Pensar en las causas de que un ser humano se sienta
vacío, sienta que no vale la pena, sienta que es un estorbo, que nada tiene de
bueno, que es un “looser” como dicen por
ahí, que no tenga el apoyo de nadie, que se sienta rechazado e inútil; es
verdaderamente alarmante, ya que si mencionamos en párrafos anteriores que las
causas que influyen son la soledad, el abuso o el maltrato físico, divorcios o
separaciones, problemas en el trabajo, fallecimientos de seres cercanos…
podemos echar un vistazo a nuestra realidad actual: ¡Cada
día aumenta la tasa de divorcios, el índice de personas maltratadas, de
personas víctimas de abusos sexuales, el desempleo cada vez más frecuente, el
activismo que lleva a una soledad tremenda ya que nadie tiene tiempo ni para
uno mismo y menos para los otros, la falta de comunicación y de vivencia de
valores que dan sentido a la vida misma!
NUESTRA RESPONSABILIDAD
¿Qué estamos haciendo con la juventud? ¿Qué estamos logrando con un
ritmo de vida tan egoísta en el que no da tiempo de atender al ser humano en su
yo más profundo? Las
políticas económicas que nos impulsan a ser exitosos, a tener cada vez más,
hacen que nos olvidemos del ser y que pongamos el valor de nuestra juventud no
en el ser más, que se logra con el amor de una familia bien constituida, con
amistades sólidas. Pensemos las ideas que nos venden los medios de
comunicación, las políticas de género y la legislación, que pretenden que el
divorcio sea una opción más para destruir a la Institución familiar, único
lugar donde puede y debe conformarse el yo sólido de un ser humano, donde
recibe y se nutre de recursos reales para crecer física y emocionalmente para
vivir de verdad.
No seamos
ciegos a la realidad actual, el suicidio es una manifestación de la falta de
sentido a nuestra vida, de no querer encontrarlo, ni hacer el esfuerzo por
buscarlo; situación a la cual Viktor Emil Frankl, creador de la logoterapia
llamaría la “neurosis noógena”.
NO TODO ESTÁ PERDIDO
Un
problema tan grave como este tiene soluciones complejas a nivel psicológico a
modo de curar aquello que ha lastimado tanto al ser humano y ayudarle a
encontrar su motivo de vida. Sin embargo, parte importantísima, determinante y
no tan compleja es el amor. Con la ayuda de la familia que centre su atención
en prestar ayuda a aquel familiar que lo necesita, que presten sus oídos para
escucharle, sus ojos para verle, sus hombros para sostenerle, una persona puede
salir adelante. Así, con el amor familiar y con el tratamiento profesional, los
niños y adolescentes con tendencias suicidas se pueden recuperar y regresar a
un camino más saludable de desarrollo, y no solo ellos, sino también aquellos
que sufren depresión, ansiedad y otros trastornos que merman la salud del ser
humano; teniendo como resultado una juventud mucho más sana que a pesar de
problemas pueda sentirse plena y no enferma, pueda sentirse parte del Divino
Tesoro, del cual hablan los poetas.
¿QUÉ DICE DIOS AL
RESPECTO?
Nuestro
Señor nos dice a través del Magisterio de la Iglesia, que cada cual es
responsable de su vida delante de Él que es quien se la ha dado. Él sigue
siendo su soberano Dueño. Cada ser humano está obligado a recibirla con
gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación del alma. El hombre
es administrador, no propietario de la vida que Dios en su infinito amor le ha
confiado.
El
suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y
perpetuar su vida. Es totalmente contrario al justo amor a uno mismo y ofende
también el amor al prójimo porque rompe injustamente con los lazos de
solidaridad con las sociedades: familiar, nacional y humana con las cuales todo
ser humano está obligado.
Así
mismo, en el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos que “Si se comete con intención de servir de ejemplo,
especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere además la gravedad del
escándalo. La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral”.
La
Teología Moral nos dice que la mutilación y el suicidio se oponen al deber de
amar y respetar el propio cuerpo y la propia vida. El suicidio consiste en la
destrucción de la propia vida; la misma naturaleza ha dotado al hombre de un
fuerte instinto de conservación, para proteger la vida, y por eso siempre se ha
considerado el suicidio como un mal, que se opone a este amor propio que lleva
al hombre a permanecer en el ser, para su bien y para el bien de los demás.
El
suicidio puede ser de dos maneras: Directo, resultante de una acción que busca
esa finalidad como darse un tiro, etc.; e indirecto, resultante no de la acción
directa contra uno mismo, sino de ponerse en situación voluntaria e imprudente,
que puede ocasionar la pérdida de la vida como manejar imprudentemente el
automóvil, prácticas arriesgadas de algún deporte, etc.
En cuanto
a la mutilación, la Teología Moral afirma que es ilícita ya que el hombre no
puede disponer de sus miembros corporales sino para los usos determinados por
Dios a través de la naturaleza. Sin embargo, como las partes son para el todo,
es lícito mutilar algún miembro cuando lo exige la vida de todo el cuerpo, como
cuando por gangrena es preciso amputar.
Es
importante aclarar que los trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor
grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la
responsabilidad del suicida.
Ahora
bien, a pesar de la gravedad de la mutilación y del suicidio, Dios nos ama
tanto que, a través de su Iglesia nos alienta a no perder la esperanza, en el
Catecismo de la Iglesia Católica no. 2283, encontramos que “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas
personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que
El solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por
las personas que han atentado contra su vida.”
Ma. del Rosario G. Prieto Eibl
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