La Iglesia Ortodoxa Rusa ha
experimentado un auge verdaderamente asombroso del que me alegro con todo mi
corazón. Pero debe constar que el proceso de secularización de la mentalidad
también va penetrando allí, lentamente, aunque sea en un grado pequeño: las películas, las novelas, el pensamiento de los
jóvenes; no viven aislados en una burbuja.
Aunque, justo es decirlo, que eso
está contrarrestado con una fuerte presencia de la Iglesia Rusa en los medios
de comunicación acompañada esa presencia de un fuerte y sincero apoyo a la fe
cristiana por parte de la población. Pero albergo el temor de que la actual
situación de Rusia en lo religioso (como la de España en la década de los 60)
pueda cambiar radicalmente en veinte años, como ya sucedió en Bélgica o en
Irlanda. Si algo ha demostrado el siglo XX, es que este tipo de fortalezas han
caído en un plazo de veinte años.
Rusia es el país cristiano del mundo donde la secularización
generalizada que los demás padecemos se encuentra estancada y contenida. Putin
ha tenido aspectos no tan “positivos”, pero,
en este campo, sí que ha ejercido una óptima influencia sobre su nación. Las
decisiones de Putin han supuesto una contención de esa secularización y eso hay
que reconocérselo sin ambages. Eso se le debe a Putin y solo a Putin. Para que
veamos, una vez más, la influencia tan grande que puede tener una sola persona
sobre toda una nación.
P. FORTEA
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