Tengo la impresión de que seguimos sin ser del todo conscientes de la
fuerza que hoy tienen las redes sociales y las nuevas formas de comunicación.
Ante cualquier cosa, la que sea, cualquiera
con su teléfono hace fotos, saca videos, graba y difunde, de tal modo
que la chorrada de mosen Joan en la liturgia, la frase desafortunada de
monseñor Fulánez, la compañía inconveniente de fray Gerundio o la pseudo
misericordia de sor Veneranda, a los cinco minutos han recorrido los cinco
continentes. Basta una foto de móvil hecha a traición de cualquier documento y
ya la hemos liado. Hasta las conversaciones más privadas a través del móvil han
salido fotografiadas en redes.
La política de ocultación de cosas o la de tratar de tapar algún asunto,
nunca dio buen resultado. Quizá antes podía conseguirse, y no siempre del todo. Hoy es del todo
imposible.
Tenemos un grupo de fieles, y cada día más, perfectamente
formados e informados de lo que pasa en la Iglesia. Basta dedicar un
ratito cada día a Internet y mirar algunas páginas para hacernos una idea de
cómo andan las cosas. Saben lo que dicen su obispo y el obispo de Tananarivo,
las peleas internas en la conferencia episcopal de Ghana, la última disputa en
los despachos vaticanos, el estado lastimoso de cuentas en la orden de los
Misericordinos y los escarceos libidinosos de don Flojito en la parroquia de
Campifiori sotto il Monte. Es lo que hay.
Esto es un incordio, porque cada vez es más difícil hacer de don
Tancredo. Antes, cuando un fiel denunciaba o se quejaba por algo,
siempre quedaba la cosa de que, en fin, bueno, no será para tanto. El problema
es que hoy la denuncia va acompañada de la grabación de las palabras del
obispo, el video de la pelotera en Ghana, un mail vaticano y una copia
autorizada de las cuentas de esos frailes, amén de la foto definitiva de las
aficiones de don Flojito el florido.
Nos viene bien. Aprenderemos todos a ser más prudentes,
los de abajo, y a ser más diligentes los de arriba. Porque que te pillen en un
serio renuncio doctrinal, litúrgico, disciplinar o afectivo y lo documenten con
audio y video, es cosa que no admite discusión. Y los de arriba no pueden
hacerse los tontos cuando la cosa está perfectamente documentada y se ha
distribuido en medio mundo.
Tenemos que cambiar de
mentalidad. Hace años, y con pésimos
resultados por cierto, se optó por callar, esconder, tapar, pensando que así se
evitaba el escándalo. El escándalo se hizo mayor cuando los fieles se
enteraron de que pasaban cosas graves y se ocultaban, con resultado de que se
acrecentaban los daños. Fue bastante peor el remedio que la enfermedad.
La única manera hoy es poner
coto a los desmanes. Que en la Iglesia
haya desvíos, y graves, del tipo que sea, no es lo que más preocupa ni
escandaliza a los fieles. Somos humanos y los humanos caemos. Lo que desmoraliza es que nunca pase nada,
y lo que nos da fuerza no es esconder la infección, sino sajar y sanar.
Hoy, pensar que todo lo
resuelve la discreción, salvo en cuestiones muy puntuales, es un craso error.
Jorge
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