martes, 28 de agosto de 2018

NÚCLEO VIGOROSO O PUTREFACTO


«Ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde afuera, sino desde adentro; en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen la Iglesia» (Papa San Pío X).[1]
«Nos encontramos con un mundo que ha recaído casi en el paganismo» (Papa Pío XI).[2]
«El laicismo ha hecho aparecer cada vez más claras las señales de un paganismo corrompido y corruptor» (Papa Pío XII).[3]

I. NÚCLEO VIGOROSO

San Pío X, «grande entre los más grandes Papas de la Iglesia católica», comprendió inmediatamente la hora presente y en rápida síntesis, profundizó todas las necesidades del momento.

En su primera encíclica, delineaba con claridad las líneas fundamentales de su Pontificado: «Instaurare omnia in Christo»; el mismo programa de la «plenitud de los tiempos», el mismo e idéntico programa que él, hombre de acción rígidamente rectilínea, había vivido y llevado a cabo en todos los días como una gran batalla de fe y meta suprema de una continua afirmación, de la cual no se había apartado ni un sólo momento.

Reunido San Pío X con un grupo de cardenales, el Papa les había pedido que le expongan sus opiniones sobre lo que consideraban más necesario para salvar la sociedad. Cada uno de los cardenales había expuesto su propia respuesta a la pregunta; todas fueron diferentes. Uno dijo, construir escuelas católicas; otro, multiplicar iglesias; otro, promover vocaciones para aumentar el clero; otro, fomentar la prensa católica. «No», decía el Papa a cada sugerencia. Una vez que todos habían hablado, el Papa afirmó: «Lo más necesario es tener en cada lugar un grupo de seglares virtuosos, instruidos, decididos y verdaderamente apostólicos».

San Pío X, habló de núcleos vigorosos de seglares virtuosos, instruidos y verdaderamente apostólicos como lo más urgente para salvar la sociedad. Un grupo de selectos, como diría el P. Ángel Ayala, S.I.: San Ignacio de Loyola tuvo una visión muy clara de esta idea. Y por eso estuvo muchos años consagrado a formar sus primeros compañeros, muy pocos, pero sobresalientes.

El mundo pagano puede convertirse, si una minoría de hombres se decide a vivir el evangelio con todas sus consecuencias, así lo pudieron hacer los primeros cristianos.

Lo recordaba el Papa Pío XII: «En la lucha contra el materialismo, se ha de lanzar esta consigna obligatoria: volvamos al cristianismo de los orígenes. Los cristianos de los primeros siglos se opusieron a una civilización pagana y materialista que se enseñoreaba sin oposición. Se atrevieron a atacarla, y al final, se impusieron, gracias a su tenacidad constante y mediante gravísimos sacrificios». [4]
CUATRO EJEMPLOS: [5]
Una minoría de hombres a finales del siglo IV y en los primeros años del V, ve con claridad que el Imperio romano se derrumba. Capta sumisión providencial: entregarse en cuerpo y alma a una trascendental labor espiritualizadora. Así se realiza una de las mayores maravillas de la historia, sin la cual los quince siglos últimos del mundo no se podrían explicar.

Una minoría de selectos, acaudillados por grandes de la Fe, como San Agustín de Hipona y San Ambrosio, lanza a la romanidad al cumplimiento de su misión única en la Historia, crear las bases de una nueva civilización de la que todavía hoy vivimos. El tertium genus, la tercera raza como diríamos, de hombres distintos de romanos y bárbaros, esa minoría de selectos, que empuñó el timón para sacar al mundo a flote en medio de uno de los cataclismos más grandes de la historia.

Al amanecer del siglo X, destrozada totalmente la obra política-religiosa de Carlomagno, apagadas las luces de un efímero renacimiento cultural, otra minoría de hombres comprende su papel. Así surge Cluny, en el 910, para influir poderosamente en el mundo de entonces, necesitado, como el actual, de honda transformación, para convertirlo de «selvático en humano, de humano en divino, según el corazón de Dios». [6] Y el influjo de la minoría-Cluny repercute en la masa, transformando la vida social, cultural y política, a pesar de ser minoría.

Casi dos centurias más tarde, cuando de nuevo el caos y el confusionismo se apoderar de los espíritus al relajarse el fervor, una nueva minoría entra en escena para salvar al mundo. En 1098, toda Europa se conmueve al paso de hombres, mujeres y hasta niños que parten para la primera cruzada. Había empezado una contra-revolución en la sociedad de entonces. La mecha estaba ya encendida.
«Los cirstercienses están cambiando Europa. El fin de nuestro siglo va a ser la antítesis de su comienzo. Y todo a causa de unos pocos hombres que han tenido la osadía de vivir íntegramente sus convicciones, que, despojándose de todo lo accesorio, han descendido al fondo del problema». [7]

Desde los monasterios va invadiendo la vida religiosa y civil, la santidad es restaurada. Unos «pocos hombres viviendo íntegramente sus convicciones» echan así las bases y consolidan la civilización cristiana occidental.
Un núcleo vigoroso en la mente de San Pío X, es una fuerza.
EFICACIA DE UN NÚCLEO VIGOROSO:
Con una organización de sobresalientes, a priori, el fruto del apostolado sería incalculable y seguro. Pero si se quisiera un criterio a posteriori, para juzgar de su efi­cacia, se podría sacar por las siguientes normas:
1.ª Por el número y fecundidad de sus obras buenas. «Por los frutos los conoceréis», dijo Cristo.
2.ª Por el odio de los enemigos de la Iglesia: «Si a mí me han perseguido, a vosotros también os perseguirán», dijo el Señor a sus apóstoles. Si los enemigos de la Iglesia miran a una asociación con indiferencia, no vale; si la combaten, vale.
3.ª Por el entusiasmo que despierta en los católicos militantes. Si no despierta entusiasmo, no vale. Si lo despierta, vale.
4.ª Por el valor en la defensa de la verdad. Si calla y no riñe con nadie, no vale. Si habla alto y fuerte contra el error, vale.
5.ª Por los sinsabores y sufrimientos que padece. Si huye de las molestias y busca las comodidades, no vale. Si sufre contradicciones y se enfrenta con quien puede perjudicarla, vale.
6.ª Si se contenta con hablar, rezar, alabar lo bueno, callar lo malo, estar bien con todos, no vale. Si actúa, mueve la opi­nión, organiza, se mete en todas partes, vale.[8]

II. NÚCLEOS DE MALDAD

«Reconozcámoslo. En la actualidad, en los últimos siglos, hemos tenido uno de los laicados más mediocres de la Humanidad. Los laicos, en grandísima parte, han organizado el protestantismo que paraliza a la Iglesia Católica en tantas naciones. El comunismo ha creado el imperio más grande de la historia, el gran imperio rojo, y el comunismo está constituido sólo por laicos». [9]
Mirando a nuestro alrededor, patentizamos la encarnizada lucha entre la Verdad y el error, entre la Luz y la oscuridad, entre el Bien y el mal.
Los núcleos de la fe cristiana que deberían ser verdaderas fuerzas transformadoras, santas y santificantes, se han trocado hoy en día en centros de mundanidad, y hasta en generadores de la irreligión.
En los Ejercicios espirituales San Ignacio de Loyola, expone muy claramente la batalla permanente que hay en el mundo entre la luz de Dios y las tinieblas del diablo: «El primer preámbulo es la historia: cómo Cristo llama y quiere a todos bajo su bandera, y Lucifer, al contrario, bajo la suya» (137): los dos campos que se enfrentan son Jerusalén y Babilonia (138). El tercer preámbulo es «pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para guardarme de ellos, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para imitarle» (139). El jefe de los enemigos «hace llamamiento de innumerables demonios y los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados ni personas algunas en particular» (141). Contra él y contra ellos, «el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc., y los envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todo los estados y condiciones de personas» (145).

Dice San Cipriano: «Cuando el diablo vio que el culto de los ídolos fue abolido, y los templos paganos se vaciaron, él ideó un nuevo veneno, y llevó a los hombres a un error al amparo de la Religión Cristiana, el veneno de la falsa doctrina y el orgullo… oponiéndose a la verdadera Iglesia fundada por Cristo». [10]
Mientras el mal florece como por encanto, parecería que esas fuerzas de otrora, no son ya capaces de mantenerse como una realización cristiana, así, el mal ha hecho lo suyo con fidelidad y perfección, mientras que el bien no.
Consecuentemente, como lo demuestra patentemente la historia, lo que cuenta en la multitud no es sólo el número sino núcleos ardorosos. El núcleo del mal triunfará sobre la inercia, aun sobre una virtuosa inercia. Pero un núcleo del bien prevalecerá sobre un núcleo del mal.
Así por lo menos pareció durante tantos años, y eso debido a que se han sustentado desde dentro de la Iglesia núcleos de maldad, para verificar la ruina de la Iglesia.

¿Qué otra cosa es, sino, lo que se ha venido en llamar una sub cultura homosexual intra eclesial?
Tristemente, muchos seminarios, donde deben formarse los candidatos al sacerdocio son conocidos como «feminarios» por la infiltración homosexual ocurrida mientras los obispos diocesanos volcaban la cara a otro lado, o en esos horripilantes casos denunciados estos días, beneficiándose del ingreso de niños y jóvenes vulnerables para abusar de ellos. Aberraciones que Sor Lucía llamó desorientación diabólica que afecta a tantas personas que ocupan cargos de responsabilidad en la Iglesia.[11]

Antes de la verificación del llamado «Concilio Vaticano II», la Iglesia ya había sino infiltraba de homosexuales y comunistas en los seminarios y las órdenes religiosas en los Estados Unidos y Europa. En la década de 1960, una enfermera francesa llamada Marie Carre se hizo cargo de un hombre en un horrible accidente automovilístico. Ella encontró en su maletín pruebas casi increíbles de que los comunistas habían colocado 1.100 hombres en los seminarios occidentales para su ordenación, y que habían llegado a la ordenación sin ser detectados. El punto es que la infiltración del sacerdocio de comunistas, homosexuales y masones comenzó en algún momento del siglo XX significativamente antes del Vaticano II.
El Instituto Lepanto, señala que «la crisis en la Iglesia Católica en los Estados Unidos no se detiene con el Cardenal McCarrick o el Cardenal Wuerl. De hecho, el legado de encubrir al clero homosexual se remonta al mismo cardenal Spellman, un notorio clérigo homosexual cuyo reinado comenzó primero preparando a los jóvenes para su propio gusto antes de controlar cada centavo que fluía a través de la Iglesia… y amenazando arruinar la reputación de hombres buenos como el Obispo Sheen.

Sólo una investigación completa y abierta resolverá la cuestión, Dolan es quien está apalancando a hombres como Bill Donohue de la Liga Católica para defender las acciones de Wuerl. Dolan es quien permite que los homosexuales participen en el Desfile del Día de San Patricio. Dolan es quien alberga a sacerdotes heterodoxos como el Padre. James Martin S.J. … y es Dolan quien disfruta de una relación fraternal tan cercana con hombres como McCarrick. ¿No es una pequeña maravilla por qué Dolan haría todo lo posible para proteger a un hombre así? ¿Para proteger la podredumbre introducida por el clero homosexual en el molde de Spellman?»
«El actual arzobispo de Nueva York, cardenal Dolan es parte del problema» de la homoherejía presente y actuante entre el episcopado y el clero.

Es que, los homosexuales se autoperpetúan y avanzan en la escala jerárquica, es por eso que hay un alto porcentaje homosexual entre aquellos que tienen poder.
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[1] Encíclica Pascendi, 8-9-1907.
[2] Encíclica Quadragesimo anno, nº 141.
[3] Encíclica Sponsa Christi.
[4] Radiomensaje al Katholikentag de Friburgo, 16-05.1954.
[5] Cf.: MORALES S.J., P. TOMÁS, Laicos en marcha.
[6] PAPA PIO XII, Exhortación pontificia por un mundo mejor, 10-02-1952.
[7] RAYMOND, La familia que alcanzó a Cristo.
[8] AYALA S.J., P. ÁNGEL, Formación de selectos.
[9] Cf.: MORALES S.J., P. TOMÁS, Laicos en marcha.
[10] SPIRAGO-CLARKE, El Catecismo explicado, pág. 242.
[11] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Ambientes sectarios intra-

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