domingo, 26 de agosto de 2018

MONS. VIGANÓ ASEGURA QUE FRANCISCO ENCUBRIÓ A MCCARRICK Y LE LEVANTÓ LAS SANCIONES IMPUESTAS POR BENEDICTO XVI


Además del Papa, le habrían encubierto varios cardenales
Mons. Carlo María Viganó, arzobispo y ex-Nuncio en EE.UU, asegura en una carta que el papa Francisco no solo conocía las actuaciones inmorales del ex-cardenal Joseph McCarrick, sino que le levantó las sanciones que le había impuesto el papa Benedicto XVI.
(InfoVaticana/InfoCatólica) La carta de Mons. Viganó, que ha sido traducida al español por InfoVaticana (archivo pdf), recoge varias conversaciones suyas con el papa Francisco, en las que el pontífice le preguntó expresamente por el cardenal McCarrick
Entonces, el Papa me preguntó con tono muy cordial: “¿Cómo es el cardenal McCarrick?”. Le respondí con total franqueza y, si lo desean, con mucha ingenuidad: “Santo Padre, no sé si usted conoce al cardenal McCarrick, pero si le pregunta a la Congregación para los Obispos, hay un dossier así de grande sobre él. Ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes, y el Papa Benedicto le ha impuesto retirarse a una vida de oración y penitencia”. El Papa no hizo el más mínimo comentario a mis graves palabras y su rostro no mostró ninguna expresión de sorpresa, como si ya conociera la situación desde hace tiempo, y cambió enseguida de tema. Pero, entonces, ¿con qué fin el Papa me había hecho esa pregunta: “Cómo es el cardenal McCarrick”? Evidentemente, quería saber si yo era aliado o no de McCarrick. 
Y:
No satisfecho con la trampa que me había tendido el 23 de junio de 2013 al preguntarme sobre McCarrick, unos meses después, en la audiencia que me concedió el 10 de octubre de 2013, el Papa Francisco me tendió una segunda, esta vez respecto a otro protegido suyo, el cardenal Donald Wuerl. Me preguntó: “¿El cardenal Wuerl cómo es, bueno o malo?”. “Santo Padre –le respondí–, no le diré si es bueno o malo, pero le contaré dos hechos”. Y le conté los dos hechos que he mencionado anteriormente, relacionados con la indiferencia pastoral de Wuerl ante las desviaciones aberrantes en la Universidad de Georgetown, y la invitación que hizo la archidiócesis de Washington a jóvenes aspirantes al sacerdocio a un encuentro con McCarrick. También en esta ocasión el Papa no tuvo ninguna reacción.
El arzobispo añade:
El Papa Francisco ha pedido en numerosas ocasiones total transparencia en la Iglesia, y a los obispos y fieles que actúen con parresía. Los fieles de todo el mundo se la exigen también a él de manera ejemplar. Que diga desde cuándo tenía conocimiento de los crímenes cometidos por McCarrick abusando de su autoridad con seminaristas y sacerdotes.
En cualquier caso, el Papa tuvo conocimiento de ellos por mí el 23 de junio de 2013 y siguió encubriendo a McCarrick, sin tener en cuenta las sanciones que le había impuesto el Papa Benedicto y haciendo de él su fiel consejero junto con Maradiaga.
Mons. Viganó asegura que Benedicto XVI había impuesto sanciones a McCarrick tras recibir un informe de Richard Sipe sobre su comportamiento sexual indecente con seminaristas:
Por fin supe con seguridad, por medio del cardenal Giovanni Battista Re, entonces prefecto de la Congregación para los Obispos, que la valiente y digna Declaración de Richard Sipe había tenido el resultado deseado. El Papa Benedicto había impuesto al cardenal McCarrick sanciones similares a las impuestas ahora por el Papa Francisco: el cardenal tenía que irse del seminario en el que vivía, se le prohibía celebrar en público, participar en reuniones púbicas, dar conferencias, viajar, con la obligación de dedicarse a una vida de oración y penitencia.
La carta de Mons. Viganó revela además que el encubrimiento del ex-cardenal de Estados Unidos es anterior a la llegada de Francisco al papado. La lista de nombres citados por él es extensísima: Bertone, Sodano, Levada, Ouellet, Baldisseri, Farrell, Ilson de Jesus Montanari, Sandri, Filoni, Becciu, Lajolo y Mamberti son solamente algunos de los nombres de los que Viganó aporta datos concretos que acreditarían su conocimiento de la conducta criminal del cardenal McCarrick.
De hecho, del cardenal Bertone, secretario de Estado con Benedicto XVI, afirma:
Al cardenal Tarcisio Bertone, como Secretario de Estado, se le remitió el informe del Nuncio Sambi con todos los documentos adjuntos y, presumiblemente, el Sustituto le entregó mis dos Notas anteriormente citadas, la del 6 de diciembre de 2006 y la del 25 de mayo de 2008. Como ya he apuntado, el cardenal no tenía inconveniente en presentar, de manera insistente, a candidatos manifiestamente homosexuales activos para el episcopado -cito sólo el conocido caso de Vincenzo di Mauro, nombrado arzobispo-obispo de Vigevano, destituido porque abusaba de sus seminaristas-, como tampoco en filtrar y manipular la información que hacía llegar al Papa Benedicto.
Y del actual Secretario de Estado, cardenal Parolin:
El cardenal Pietro Parolin, actual Secretario de Estado, también se ha convertido en cómplice de encubrimiento de los delitos de McCarrick; este, de hecho, tras la elección del Papa Francisco, presumía abiertamente de sus viajes y misiones en distintos continentes. En abril de 2014, el Washington Times había informado en primera página sobre un viaje de McCarrick a la República Centroafricana en nombre del Departamento de Estado. Como Nuncio en Washington, escribí al cardenal Parolin preguntándole si aún eran válidas las sanciones impuestas a McCarrick por el Papa Benedicto. ¡Inútil decir que nunca hubo respuesta a mi carta!
En cuanto a los motivos que han llevado al arzobispo a hacer público su testimonio:
Para devolver la belleza de la santidad al rostro de la Esposa de Cristo, terriblemente desfigurado por tantos delitos abominables, y si queremos sacar de verdad a la Iglesia de la fétida ciénaga en la que ha caído, tenemos que tener la valentía de derribar esta cultura de omertà y confesar públicamente las verdades que hemos mantenido ocultas. Es necesario derribar el muro de omertà con el que los obispos y sacerdotes se han protegido a ellos mismos en detrimento de sus fieles; omertà que, a los ojos del mundo, corre el riesgo de hacer aparecer a la Iglesia como un secta, omertà no muy distinta de la que encontramos vigente en la mafia. “Lo que digáis en la oscuridad… se pregonará desde la azotea” (Lc 12, 3).
Siempre he creído y esperado que la jerarquía de la Iglesia pudiera encontrar en sí misma los recursos espirituales y la fuerza para sacar a la luz la verdad, para enmendarse y renovarse. Por esta razón, aunque me lo habían pedido en varias ocasiones, siempre había evitado hacer declaraciones a los medios de comunicación, incluso cuando habría estado en mi derecho hacerlo para defenderme de las calumnias publicadas sobre mi persona por parte de altos prelados de la Curia romana. Pero ahora que la corrupción ha llegado a los vértices de la jerarquía de la Iglesia, mi conciencia me impone revelar esas verdades relacionadas con el tristísimo caso del arzobispo emérito de Washington Theodore McCarrick, de las que tuve conocimiento durante los cargos que me fueron confiados: por san Juan Pablo II como Delegado de las Representaciones Pontificias de 1998 a 2009, y por el Papa Benedicto XVI como Nuncio Apostólico en los Estados Unidos de América del 19 de octubre de 2011 a finales de mayo de 2016.

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