Con motivo del
bicentenario de la publicación de la novela de Mary Shelly, Javier Navascués
entrevista a Álvaro Ginebreda sobre el contexto y la influencia de la obra.
(Javier Navascués/InfoCatólica) Se cumplen 200 años de la publicación
del Frankenstein de Mary Shelley, considerada por muchos como la primera novela
de ciencia ficción. Una obra que además del componente de ficción, aborda temas
trascendentes sobre la vida y la muerte y donde el hombre juega a ser Dios y
por lo tanto se rebela contra su condición de criatura sometida al Creador,
único dueño de la vida y de la muerte.
Javier Navascués entrevista a Álvaro Ginebreda, licenciado en
Derecho y Filología clásica, para analizar la novela y el contexto ideológico
de esta novela que ha dejado una honda impronta en el cine y la literatura. Un
libro que ensalza, de manera más o menos implícita, el modelo romántico del
malditismo y la figura de Satán.
Su mensaje subliminal
anticristiano y grito de rebeldía ha tenido mucha importancia en la historia de
la literatura y el cine posterior, cuyos monstruos están inspirados en el
monstruo por antonomasia.
¿QUIÉN ERA MARY
SHELLEY, AUTORA DE FRANKENSTEIN, Y CUÁL ERA SU SUSTRATO IDEOLÓGICO?
Podemos decir que Mary
Shelley, nacida en 1797, fue un fiel reflejo de los nuevos ideales
revolucionarios de su tiempo, debido, fundamentalmente, a la influencia de sus
padres, intelectuales de prestigio en Londres. Aunque su madre, Mary Wollstonecraft, murió a los pocos días
de su nacimiento, su obra, defensora de los derechos de la mujer y precursora
del feminismo, fue su guía para entender erróneamente su feminidad.
Por otro lado, su padre,
William Godwin, primero
calvinista radical y, posteriormente, ateo, era considerado el más célebre
defensor inglés de la Revolución Francesa, aunque más bien fue el primer
ideólogo moderno del anarquismo. En su obra más conocida Investigación sobre la justicia política,
aparecen ideas como el libre comercio, la práctica del amor libre y rechazo del
matrimonio y, especialmente, la de una sociedad igualitaria, cuya meta era
carecer de gobierno para llegar a un estadio superior de la condición humana y
eliminar sus limitaciones, como la mortalidad.
Mary, a pesar de una primera
tendencia autodidacta, se educó, pues, en este contexto bohemio y librepensador
formado por las amistades y discípulos de su padre. Entre estas personalidades
destacaban científicos galvanistas como Erasmus Darwin y dos de los poetas más relevantes de la segunda generación
del Romanticismo, Lord Byron y Percy Shelley, su futuro marido: ateo,
pacifista y radical defensor de la libertad, especialmente, en su vida privada,
razón por la que se entiende que se fugara con él cuando Mary tenía 16 años.
En cuanto a su vida personal,
no fue una mujer muy afortunada: la muerte, tema principal de su novela, fue
una de sus más repetidas y desoladoras experiencias familiares. Siendo ya
huérfana de madre desde que nació, tuvo que sufrir un aborto, la muerte por
enfermedad de dos de sus hijos (William y Clara) y los suicidios de su hermana
y la mujer legítima de su marido, el cual, tras hacerla vivir en cierta
precariedad, murió de forma funesta ahogada en un río. Su gran consuelo fue su
hijo Percy, el único de los cuatro que pudo sobrevivir.
EN QUÉ
CIRCUNSTANCIAS AMBIENTALES Y ANÍMICAS FUE CONCEBIDA ESTA NOVELA Y EL MARCO DE
LA NOVELA GÓTICA EN GENERAL...
Tal como llegó a indicar Mary
en una de sus introducciones, la concepción de la novela surgió durante un
verano lluvioso en Ginebra, en el que Byron, su médico, ella y su marido se
entretenían discutiendo sobre ciencia y política y leyendo historias de horror
y cuentos de fantasmas. Es en este contexto en el que Byron propuso un «desafío» para escribir un «relato de fantasmas», es decir, del mismo estilo gótico de las
que leían, aunque, finalmente, Mary fue más allá de este género narrativo.
La novela gótica apareció a
mediados del siglo XVIII desde una clara perspectiva romántica en claro rechazo
al racionalismo de la Ilustración, frente a la cual, como antítesis, idearon lo
propiamente «gótico», consistente en la
recreación fantasiosa del mundo medieval. De este modo, razón y emoción,
realidad y fantasía se confrontaban en espacios terroríficos, nocturnos y
sobrenaturales en los que la magia (sustituida por la ciencia natural en Frankenstein), el misterio y el terror eran
elementos fundamentales.
Herencia de este género son en
Frankenstein episodios como las incursiones de Víctor en cementerios, la
ejecución de Justine, en la que se representan los típicos prejuicios
anglosajones contra los católicos del sur de Europa como fuente de perversión
(Inquisición...), los asesinatos del monstruo, el encuentro entre creador y
criatura en el glaciar de Chamonix durante una tormenta nocturna y motivos
argumentales como la venganza y rebeldía del monstruo contra su creador.
Sin embargo, hay que añadir
que Mary combinó estos elementos góticos con otros más típicos de la novela
sentimental, de carácter más realista en cuanto al contexto social y natural,
dado que se describe el típico contexto familiar y político burgués ilustrado
postrevolucionario y muchos de los paisajes son muestra de la experiencia de
sus viajes por Europa con su marido.
¿QUÉ RELACIÓN TIENE
LA AUTORA CON EL ROMANTICISMO ALEMÁN DE FINALES DEL SIGLO XVIII?
Las motivaciones ideológicas
reaccionarias del género gótico son muy semejantes a las que manifestó el
primer romanticismo alemán del Sturm und Drang de
Herder y el joven Goethe. La tradición literaria neoclásica de estilo
sistemático y simplificador y la perspectiva ilustrada resultaron insoportables
para una generación que veía limitada la creatividad del genio, entendida como
cualidad divina del alma, en tanto que heredada de Dios. Esta creatividad debía
manifestarse a través del sentimiento y el entusiasmo subjetivos frente a las
frías normas de la sociedad racional.
Con la novela gótica se ideó
un espacio y trama literarias que escapaban a las categorías de la razón y en
las que se experimentaba lo inexplicable e irracional a través de personajes
pasionales y enigmáticos: todo ello con el fin de crear ese misterio que incapacitaba
discernir la realidad de su contrario. Por último, aunque el romanticismo
inglés y alemán presentaron ciertas diferencias ideológicas, la novela gótica
triunfó también en Alemania, a la cual mucho le debió el Fausto de Goethe.
HÁBLENOS YA
PROPIAMENTE DEL ARGUMENTO DE LA OBRA DE FRANKENSTEIN Y LA IMPORTANCIA QUE TUVO
EN SU TIEMPO…
La novela comienza con las
cartas de Robert Walton que explican cómo rescata a Victor Frankenstein entre
las inhóspitas tierras del Polo Norte y cómo, posteriormente, Victor, en estado
convaleciente, le relata su autobiografía. La acción principal de su vida se
desarrolla a finales de la década de 1780 y principios de 1790, en pleno apogeo
de la Revolución Industrial y Revolución Francesa: épocas de grandes inventos
tecnológicos (la máquina de vapor) y del «terror» (el
Reinado jacobino).
Victor, un joven admirador de
la alquimia y la ciencia, abandona su idílica infancia y la paradisíaca
Ginebra, comienza sus estudios en la Universidad de Ingolstadt, estudia las
tecnologías y procedimientos médicos más avanzados, crea un monstruo sin
nombre, y, tras abandonarlo espantado, padece las perniciosas consecuencias de
su búsqueda del conocimiento cuando su criatura asesina a su hermano William, a
su esposa, Elizabeth, y a su mejor amigo, Henry Clerval.
Una trama semejante, escrita
por una mujer de 21 años que reflexionaba sobre la inmortalidad humana, tenía
que tener una relevancia notable, que se materializó en inmediatas adaptaciones
teatrales que la misma autora pudo presenciar. Pero, podríamos decir que su
relevancia capital la alcanza en la historia de la literatura como primera
novela de ciencia ficción.
SE ABORDAN TEMAS
COMO CIENCIA Y LA MORALIDAD, EL ORIGEN DE LA VIDA Y LA MUERTE Y EL DESAFÍO DEL
HOMBRE EN SU RELACIÓN CON DIOS.
Sí, la novela reflexiona sobre
la forma de enfrentarse a la ciencia y tecnología emergentes en su época y los
conflictos éticos que conllevan sus investigaciones, teniendo como centro de
reflexión el paradigma de Víctor Frankenstein, configurado con las
características de un héroe romántico.
En su juventud se nos presenta
con un afán innato de conocimiento y como un entusiasta lector de los
alquimistas, como San Alberto Magno, pero, también de los posteriores a la
prohibición de su práctica por el Papa Juan XXII.
A partir de ese momento, la
alquimia tomó tintes heréticos más dignos del oscurantismo y la magia
ocultista, tan admiradas por Lord Byron y P. Shelley. De este modo, Víctor
también conoció las teorías de Nicolas Flamel y Cornelio Agripa, centrados en
la búsqueda de la piedra filosofal, la invocación de los espíritus de la
naturaleza y el elixir de la vida, fórmula que serviría para obtener la suprema
sabiduría y prolongar la vida humana indefinidamente, idea que Víctor nunca
abandonaría.
¿ES EN ESTAS TEORÍAS
ALQUIMISTAS, TRASPASADAS A LA CIENCIA DE SU TIEMPO, DONDE ENCONTRAMOS EL NEXO
CON LOS IDEALES DEL HÉROE ROMÁNTICO?
La exaltación romántica de una
aparentemente ilimitada creatividad humana se refleja en la ilusión de Víctor
de poder franquear «las fronteras ideales de la
vida y la muerte», «infundir vida a la materia inerte» y «devolver la vida» a un fallecido.
Sin embargo, Víctor, no se
plantea una reflexión seria sobre su responsabilidad individual al alimentar
los frutos de su creatividad así como sobre la limitación impuesta a su
capacidad para cambiar el mundo. Cuando se vanagloria de que «una nueva especie
le consagraría como su creador» y que «muchas
criaturas felices y sublimes le deberían su existencia», no se había
planteado qué debía hacer en caso de que creara un «engendro»
y «un cadáver demoníaco», como
acabaría realizando.
Su motivación filantrópica es
arruinada por la apariencia del monstruo, al cual abandona y condena a la
soledad, en un acto de irresponsabilidad que el monstruo no le perdonará.
Víctor, pues, en un acto materialista y superficial, rechaza su creación por su
fealdad, perdiendo la ocasión de conocer su bondad y belleza interior que
demuestra en un primer momento con la familia Safie. Finalmente, Víctor acabará
viéndose oprimido por la adversidad, fruto de su irresponsabilidad, y condenado
sin esperanza de salvación por la creación y abandono del monstruo, causa de la
muerte de sus seres queridos.
Así pues, Frankenstein dista
de ser un credo anticientífico: no parece condenar el conocimiento científico,
sino que advierte un peligro en el uso irresponsable que, como humanos, podemos
hacer de él, tal como ejemplifica en el caso de Víctor al reconfigurar la
naturaleza humana sin poder responsabilizarse de su fracaso.
SEGÚN CUENTA,
ENTONCES SE OPONE FRONTALMENTE A LA COSMOVISIÓN CATÓLICA DEL MUNDO...
Bueno, en este caso, Mary
Shelley se sirvió de un modelo romántico utilizado ya por Byron en su Caín. Se
trata del uso de la figura de Satanás, admirada por estos románticos a partir
de El Paraíso Perdido de John Milton (anglicano anticatólico), en la
que Satán, al rebelarse contra Dios, adquirió proporciones heroicas, como
símbolo del artista que se atreve a desafiar las leyes y normas sociales.
De este modo, se identificaron
cada vez más con el ángel expulsado, haciendo del malditismo una de sus
actitudes preferidas y mediante la cual demostraban su rechazo hacia el mundo
que les había tocado vivir y que deseaban transformar. Sin embargo, no hay que
malinterpretar estos razonamientos: los románticos
no creyeron en Satanás, lo adoraron como figura política, retórica y
filosófica, además de fuente de expresión poética.
En este sentido, es evidente
que este «satanismo» esconde evidentes
concepciones protestantes y, hasta cierto punto, proclives al ateísmo, aunque,
más bien, en su seno late un ideal de escrupulosa moral cívica y humana de
corte liberal y revolucionario, y una visión trágica de la existencia del
hombre apartado de la inmortalidad y omnipotencia de Dios. Por ello, el hombre
en vez de rendir culto al Creador, se enfrenta a Él, se rebela contra el orden
por Él establecido, subraya con amargura la imperfección de lo creado y exalta
el propio yo en un acto de orgullo y desafío.
Este es el caso de Víctor y
del monstruo, que al chocar su deseo con la realidad, su limitación impuesta
como humano con su voluntad de cambio radical, se acaba convirtiendo en un
personaje marginal y maldito, condenado al fracaso, llegando a equipararse él
mismo a Satanás: «Todas mis especulaciones e
ilusiones han quedado en nada y, como el arcángel que aspiraba a la
omnipotencia, estoy encadenado en un infierno eterno».
SU OTRO TÍTULO ES
«EL MODERNO PROMETEO»…
El mito de Prometeo fue uno de
los preferidos del Romanticismo (Goethe y el mismo Percy Shelley le dedicaron
una obra), pero alejándose totalmente de su significado arcaico.
Prometeo, hijo del titán Jápeto,
era considerado el benefactor de los hombres, incluso, en otras versiones
míticas, su creador, pero también su representante en cuanto a su insensata
sabiduría. El mito explica que Prometeo presume de sabiduría al creer que
engaña a Zeus, cuando intenta que se quede la peor parte del sacrificio de las
víctimas del ritual griego. Por esta falta, Zeus, más sabio, decide no darle el
fuego a los hombres. Finalmente, Prometeo roba el fuego a Zeus, transgrediendo
la voluntad y orden divinas, por lo cual Zeus castiga tanto a Prometeo como a
la Humanidad: al titán lo encadena a una roca de
los Cárpatos y un águila le devora diariamente las vísceras, mientras que a los
hombres les envía todos los males mediante la caja de Pandora.
El pensamiento fundamental
arcaico que contiene este mito se puede resumir en la diferencia insalvable
entre la limitación humana (representada por Prometeo) y la superioridad
divina. Prometeo, como Víctor, tiene una actitud filantrópica, quiere
beneficiar al hombre, pero transgrediendo el orden divino imperado por Zeus.
El titán, por tanto,
ejemplifica el sometimiento del hombre al error y a la ceguera cuando actúa,
puesto que no tiene un conocimiento absoluto como Zeus, razón por la cual es
capaz, en un acto de «hybris» (se cree de
una naturaleza superior), de intentar hacer el bien al margen de la norma
divina, sin sospechar que realidad se dirige al mal, tal como le acaba
sucediendo a Víctor.
CÓMO DEBE LEER
FRANKENSTEIN UN CATÓLICO
No es, ciertamente, muy
peligroso para la fe porque la catástrofe del personaje principal deja
constancia de sus errores, sin embargo, conlleva una errónea concepción de la
libertad humana originario de ese protestantismo liberal anglosajón. Es
innegable que Dios nos dio la voluntad y la capacidad racional que configuran
nuestra libertad de decisión, pero para un católico esa libertad sólo tiene
sentido cuando, en la medida en la que nos es posible, nos sirve para
acercarnos más a Dios con la bondad y espiritualidad de nuestras obras. La
libertad, por tanto, no es una facultad que se agota en sí misma, es decir, en
un ejercicio incondicional para autosatisfacerse de su posesión, tal como
enseña el liberalismo humanista moderno.
Por otro lado, en cuanto
criaturas de Dios, la idea misma de modificar la naturaleza mortal del hombre
no se puede entender sino como uno de los peores atentados contra la Creación.
La mortalidad en este mundo es una experiencia fundamental para la persona,
puesto que no reside en el lugar definitivo que le corresponde: sólo es
concebible por una mente atea y materialista la idea de vivir eternamente en
este mundo y renunciar a la esperanza de residir junto a Dios.
EL HECHO DE SER UNA
NOVELA INMORTALIZADA Y LLEVADA AL CINE LA HACE UN MITO…
Como todos los mitos modernos
erigidos a partir de ideales liberales, se han de analizar bien y no hay que
dejarse llevar demasiado por la emoción y empatía con el sufrimiento de los
personajes. El cine, especialmente, sabe utilizar infinidad de recursos
gráficos y retóricos para influenciar las emociones del espectador.
En cuanto al mito en
particular, es fundamental su análisis, he intentado resumirlo en esta
entrevista, para entender las múltiples concepciones e ideas subyacentes a
partir de las cuales la trama y la acción de los personajes alcanzan sentido.
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