Los santos Luis y Celia Martin, padres de Santa
Teresa de Lisieux, tienen una bella historia de amor marcada por la confianza
en Dios, una intensa vida de piedad y la cruz.
Ambos fueron canonizados el 18 de octubre de 2015, convirtiéndose en el
primer matrimonio cuyos cónyuges son declarados santos en la misma fecha. Su
fiesta se celebra hoy 12 de julio, día de su aniversario de bodas.
Aquí presentamos su historia, la cual esperamos sea una inspiración para
que más matrimonios sean santos.
Luis nació el 22 de agosto de 1823 en Burdeos (Francia), y Celia vino al
mundo ocho años después. Ambos crecieron en el seno de familias militares y
católicas.
Según indica
la biografía publicada por la Santa Sede, el padre de Luis,
Pierre-François Martin, era capitán del ejército francés. Por ello el futuro
santo y sus cuatro hermanos gozaron de los beneficios de quienes eran hijos de
militares.
Luego que el padre se jubiló, la familia se mudó a Alençon en 1831. Allí
Luis estudió con los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Al culminar su
formación aprendió el oficio de relojero en varias ciudades de Francia.
Los padres de Celia Guérin fueron exigentes, autoritarios y rudos. En una de sus
cartas a su hermano Isidore, describió que su madre era “demasiado severa; era muy buena pero no sabía darme
cariño, así que sufrí mucho”. También afirmó que su infancia y juventud
fueron “tristes como una mortaja”.
En su biografía, la Santa Sede señaló que Celia era “inteligente y comunicativa por naturaleza” y que
su hermana Marie Louise fue como una segunda madre.
La familia de Celia también se trasladó a Alençon tras la jubilación del
padre, aunque en 1844. Los Guérin atravesaron por muchas dificultades
económicas, especialmente porque el mal carácter de la madre afectaba el
desarrollo de sus negocios.
La santa ingresó al internado de las religiosas de la Adoración Perpetua
donde aprendió a confeccionar el punto de Alençon, uno de los encajes más
famosos de la época, y para especializarse entró en la “Ecole
dentellière”. Con su trabajo, Celia contribuyó a la economía familiar.
Tanto Luis como Celia sintieron durante su juventud el deseo de
consagrarse a Dios a través de la vida religiosa.
Cuando tenía 22 años, él pidió ser admitido en el monasterio del Gran
San Bernardo, pero fue rechazado porque no sabía latín. Por su parte, Celia
quiso ingresar a la congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de
Paúl, pero tampoco fue aceptada. Dios tenía otros planes para ellos.
Años más tarde, Luis abrió una relojería y Celia un taller de encaje.
La Santa Sede indica que a Luis le gustaba ir de pesca y jugar billar
con sus amigos. Era muy apreciado por “sus
cualidades poco comunes” e incluso le ofrecieron la oportunidad de
casarse con una joven de alta sociedad, pero él se negó.
Luis y Celia se cruzaron por primera vez en abril de 1858 en el puente
San Leonardo. Ella quedó impresionada por ese “joven
de noble fisonomía, semblante reservado y dignos modales”, y sintió que
una voz interior le decía que ese era su futuro esposo.
Se enamoraron y se casaron en la noche entre el 12 y 13 de julio de ese
mismo año. La boda civil se celebró en el municipio de Alençon a las 10:00 p.m.
del día 12 y la religiosa a la medianoche, como era costumbre en ese tiempo, en
la iglesia de Nuestra Señora.
Las cartas de Celia reflejan el amor que sentía por Luis: “Tu mujer que te ama más que a su vida” y “Te abrazo tanto como te amo”.
Ambos llevaron una intensa vida espiritual compuesta por la Misa diaria,
la oración personal y comunitaria, la confesión frecuente y la participación en
las actividades parroquiales.
Tuvieron nueve hijos, de los cuales sobrevivieron cinco niñas: Paulina, María, Leonia, Celina y Teresa. A todas
les transmitieron el amor a Dios y al prójimo. Además, sus negocios no fueron
impedimento para que pasaran tiempo de calidad con ellas.
“Amo a los niños con locura, he nacido para
tenerlo”, expresó Celia en una de sus
cartas.
En su libro “Historia de un alma”, Santa
Teresa de Lisieux escribió lo siguiente sobre los momentos que compartían
juntos: “¡Qué alegres eran esas fiestas de
familia!”.
Sin embargo, cuando tenía 45 años, Celia se enteró que tenía un tumor en
el pecho. “Si Dios quiere curarme, estaré muy
contenta pues, en el fondo de mi corazón, deseo vivir; lo que me cuesta es
dejar a mi marido y a mis hijas. Pero, por otra parte, me digo: si no me curo
es que, quizá, será más útil que yo me vaya”, escribió en una carta.
La santa vivió esta enfermedad con firme esperanza cristiana hasta que
falleció el 28 agosto de 1877 rodeada de su esposo y su hermano Isidore.
Luis se trasladó a Lisieux, donde vivía Isidore, y la tía Celina lo
ayudó a cuidar de sus cinco hijas. Años más tarde, todas se hicieron religiosas,
cuatro en el Carmelo y una en la Visitación.
Su mayor sacrificio fue separarse de Teresa, a quien llamaba “su reinecita”, y que ingresó a la vida religiosa
a los 15 años.
Luis contrajo una enfermedad que lo fue mermando hasta perder sus
facultades mentales. Fue internado en el sanatorio del Buen Salvador en Caen.
Durante los períodos de alivio se ofreció como víctima de holocausto a
Dios, hasta que murió el 29 de julio de 1894.
Su hija Teresa fue
proclamada santa el 17 de mayo de 1925 por el Papa Pío XI. Luis y
Celia fueron
canonizados el 18 de octubre de 2015 por el Papa Francisco durante
el Sínodo de la Familia.
En julio mismo año se abrió la
causa de beatificación de Leonia.
POR MARÍA XIMENA
RONDÓN | ACI Prensa
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