Les digo que casi que estoy
por lanzar una recogida de firmas
en change.org o similar, porque el pobre Poncio
Pilato ha sido denostado,
ridiculizado, puesto en un brete y de paso en solfa como ejemplo de falta de
compromiso, relativismo, comodidad y ahí me las den todas. Pero hete aquí que al final vamos a tener que darle la razón.
Lo primero, en lo de la relatividad de la verdad relativa del
relativismo actual. Su conocidísima frase “¿y qué es la verdad?”, antaño
compendio de todas las maldades, los modernismos y la sinrazón relativista del
relativismo relativo de hoy, hogaño ha
devenido en ser la madre de todas las verdades, clave de principios de
inmutabilidad mutable y guía y criterio de un modus vivendi consistente en que
todo vale y por qué no.
Parece (ironía on) que eso de buscar la verdad, a ser posible
con mayúscula, Verdad, tan agustiniano, tan cristiano, tanto que Cristo es la
Verdad, en realidad no era más que
ideología opresora, contraria a la libertad de pensamiento, represora de
la personal conciencia e inducción al infantilismo espiritual (ironía off). Lo
que hoy se lleva es que cada uno tiene su verdad, que nadie tiene por qué vivir
al dictado de nada ni nadie, aunque el nadie sea el Alguien definitivo.
Todo depende. Por ejemplo, antes era de todos sabido que una de las
condiciones para acercarse a recibir la comunión sacramental era estar en
estado de gracia. Pero vete a saber qué es es gracia, qué es pecado, si
existe el pecado mortal, si eso depende y que lo importante es querernos
entendido por cada cual a su modo.
También era condición saber qué se recibe, y
que el pan que uno comulga es el mismo Cristo. Pero era antes. Cardenales dicen que, aunque no se crea no
pasa nada. Lo van a debatir y decidir los obispos alemanes. Uno se
pregunta si en estas cosas no sería mejor una decisión de la Iglesia universal,
pero por lo visto eso vuelve a ser encorsetar la vida de cada cual, aunque se
acabe en taifas, que a lo mejor es lo que necesitamos.
O de todos era sabido y doctrina unánime de veinte siglos que la
genitalidad solo era posible dentro del matrimonio católico y con sus
limitaciones. Sabido, y requetesabido, por ejemplo, que vivir
arrejuntados y no digamos en adulterio era pecado mortal, y que las relaciones físicas homosexuales suponían
un desorden grave.
Pero era antes. De hecho, dos
cardenales llevamos, nada menos que cardenales de la santa madre
Iglesia, que no solo no están de acuerdo, sino que hasta proponen que se bendigan esas situaciones.
Es decir, bendecir que dos señores o dos señoras hayan decidido hacer lo que
antes era una barbaridad. Eso. Antes. Pues eso, que vaya usted a saber lo que
es la verdad, porque depende de la geografía o de la particularísima visión de
cada cual.
La eucaristía antes necesitaba de un ministro válidamente ordenado. Pero
era antes. Leía el
otro día que en un lugar de culto supuestamente católico de Madrid “La misa dominical, importante momento celebrativo y,
sobre todo, de encuentro. Habitualmente presidida por alguno de los sacerdotes
de la comunidad, pero también en ocasiones por otro miembro de la misma,
religioso o seglar, mujer u hombre”.
Me queda comentar lo de lavarse las manos. Pero ya se pueden hacer idea.
Si esto pasa, es por exceso de lavatorio en un condescendiente “cada cual sabrá”. La gente pregunta, y lo que no puede ser es que se encuentren con la
respuesta de que “bueno, no todo es tan sencillo,
hay que ver circunstancias, lo importante es la acogida pastoral”.
Yo, sintiéndolo mucho, sigo argumentando con el Catecismo de la
Iglesia, lo cual es prueba evidente de colmillo retorcido, maldad
intrínseca, deseo de jorobar al personal y pocas ganas de broma. El lavatorio,
para la misa.
Jorge
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