El filósofo italiano Roberto
Timossi afirma de cierto matemático (Kurt Gödel, fiólosofo lógico y
matemático): era un “platonista", es
decir, se adhería a la concepción de quien entiende que los números y la
funciones matemáticas no son una mera construcción de la mente humana, sino que
poseen una realidad propia y autónoma.
Me temo que yo soy claramente
platónista y creo que en nada afecta la existencia del ser humano para que las
matemáticas sean de la manera que lo son. Su perfección sorprendente, sus
infinitas posibilidades, son de una belleza indiscutida y ajenas a nuestra
presencia en el mundo.
Esta belleza es evidente para
Yoko Ogawa la escritora japonesa que se hiciera famosa con su libro “la fórmula preferida del profesor". Tras
escribir esa deliciosa novela decidió hablar con el profesor matemático que
inspiró la obra, Masahiko Fujiwara, al que descubriera hace mucho por un programa
televisivo (entre tantas horas de programación absurda y perjudicial brillan a
veces cosas como esa).
De las varias conversaciones
que mantuvo con el matemático surge un libro empeñado en divulgar la hermosura
de la matemática, la ciencia pura. En matemáticas se valora la genialidad de
quien es capaz de hallar una fórmula que pruebe algo como el de aquél que
consigue demostrar que dicha fórmula es cierta. Para Paul Erdos, un gigante de
la matemática del siglo XX, Dios, al que denominaba “el
gran fascista” una de las tantas provocativas formas de redesignar entes
(llamaba epsilón a cualquier niño), disponía un libro con las más hermosas
demostraciones, y cada vez que algún matemático hallaba alguna decía que había
visto una página de aquel libro.
No es tan
extraordinario hallar gente con mucha fe entre los matemáticos.
OGAWA/FUJIWARA
Funambulista,
2017
Urko
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