jueves, 3 de mayo de 2018

¿LA SANTA AUTOELIMINACIÓN?



La Asamblea Episcopal del Atlántico de los Obispos canadienses, ha emitido un documento en el que autoriza a dar los Sacramentos a las personas que piensan suicidarse de acuerdo con la recientemente aprobada ley de eutanasia de ese país.
Lo dicen así en su documento, con ese lenguaje tan pulido que usa tan a menudo hoy día Satanás para lograr que más peces entren en su red (la traducción es nuestra):
“En el cuidado pastoral de aquellos que contemplan la asistencia médica al morir, debemos recordar que el propósito de la pastoral es comunicar la compasión de Cristo, su amor curativo y su misericordia. Además, debemos tener en cuenta el contexto afectivo, familiar y de fe de la persona que sufre al responder a sus peticiones específicas de recepción del Sacramento de la Penitencia y del Sacramento de la Unción de los Enfermos, la recepción de la Santa Comunión y la celebración de un Funeral Cristiano.”
Según estos Obispos:
“Esta nueva legislación permite a los médicos y enfermeros practicantes proporcionar dos tipos de asistencia médica en el morir: administración directa de una sustancia que causa la muerte (Eutanasia voluntaria), o dar o prescribir un fármaco que se autoadministra para causar la muerte (Suicidio con asistencia médica).”
Llaman asistencia médica al moriral crimen de la eutanasia. Al igual que sucede con el aborto, ahora el homicidio es acto médico”.
La frase clave es “responder a sus peticiones específicas de recepción del Sacramento de la Penitencia y del Sacramento de la Unción de los Enfermos, la recepción de la Santa Comunión y la celebración de una Funeral Cristiano.”
En esos casos, dicen estos malos Pastores, no se puede decir simplemente (en realidad sí, se debe) que no pueden recibir los Sacramentos, sino que hay que: “tener en cuenta el contexto afectivo, familiar y de fe de la persona que sufre”
O sea, que en algunos casos (obviamente, en la práctica, en todos, pero eso es un detalle) sí.
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Pero es interesante lo que agregan:
“El Papa Francisco nos recuerda que el que acompaña a los demás debe darse cuenta de que la situación de cada persona ante Dios y su vida de gracia son misterios que nadie puede conocer plenamente desde afuera. Por consiguiente, no debemos hacer juicios sobre la responsabilidad y la culpabilidad de las personas (Evangelii Gaudium  172)”
Dice el texto papal citado:
“172. El acompañante sabe reconocer que la situación de cada sujeto ante Dios y su vida en gracia es un misterio que nadie puede conocer plenamente desde afuera. El Evangelio nos propone corregir y ayudar a crecer a una persona a partir del reconocimiento de la maldad objetiva de sus acciones (cf. Mt 18,15), pero sin emitir juicios sobre su responsabilidad y su culpabilidad (cf. Mt 7,1; Lc 6,37).”
Importante lo del reconocimiento de la maldad objetiva de las acciones, pero en definitiva, adiós al “discernimiento de la inimputabilidad subjetiva”. No, no se puede. No hay que juzgar. Tampoco para declarar a alguien subjetivamente inocente, claro.
¿Cómo se compagina con este pasaje de “Amoris Laetitia”:  
“305 (…) A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia. El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites.”
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Por eso, queda invalidado por ellos mismos lo que agregan estos Obispos:
“El Catecismo enseña que el suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a preservar y perpetuar la vida (CCC, 2281). Sin embargo, el Catecismo también señala que “graves trastornos psicológicos, angustia o grave temor a sufrimientos, sufrimientos o tortura pueden disminuir la responsabilidad del suicidio” (CCC, 2282). Estas circunstancias pueden llevar a las personas a un sentimiento de desesperación y falta de esperanza tan grave que ya no pueden ver el valor de seguir viviendo, esta desesperación y desesperanza disminuyendo su responsabilidad por sus acciones. Sólo un atento acompañamiento pastoral nos puede llevar a una comprensión de las circunstancias que podrían llevar a una persona a considerar la asistencia médica en la muerte.”
Porque todo eso es recaer finalmente en el discernimiento de la inimputabilidad subjetiva, que ha quedado anulado por lo recién expuesto.
Recordemos que según Evangelii Gaudium n. 172: “no debemos hacer juicios sobre la responsabilidad y la culpabilidad de las personas.”
Así que el dato que dice que: “graves trastornos psicológicos, angustia o grave temor a sufrimientos, sufrimientos o tortura pueden disminuir la responsabilidad del suicidio” (CCC, 2282)”
No sirve de ayuda en este caso.
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Dicen estos Obispos:
“El Sacramento de la Penitencia es para el perdón de los pecados pasados, no los que aún no han sido cometidos, y sin embargo el Catecismo nos recuerda que por caminos conocidos sólo por Dios, Dios puede proveer la oportunidad para el arrepentimiento saludable  (CCC, 2283 ).”
¿Qué tal? Veamos lo que dice el Catecismo en el pasaje citado:
“2283 No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.”
Claro, si hay arrepentimiento, hay salvación. Y si hay arrepentimiento, puede haber confesión válida. Si no lo hay, no.
Como dice el Catecismo, justamente:
“1451 Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es “un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar” (Concilio de Trento: DS 1676).”
Dice “del pecado cometido, no “del pecado por cometer”.
No puede uno arrepentirse de lo que está planeando hacer, mientras tiene la intención de hacerlo. Y ése es el caso del que ha decidido suicidarse y pide la confesión y la comunión al sacerdote.
(También es el caso, ya que estamos, del que se acerca a la confesión y la comunión con el propósito de seguir teniendo relaciones sexuales adúlteras.)
Así que la cosa sería más o menos así:
“Padre, siento dolor en el alma y detestación por el pecado que voy a cometer ya que decidí suicidarme. ¿Propongo firmemente no volver a suicidarme nunca más luego de esta ocasión?”.
Payasesco, sin duda.
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Sigue la burla que estos Obispos hacen de los Sacramentos:
“El Sacramento de la Unción de los Enfermos es para fortalecer y acompañar a alguien en un estado vulnerable y sufriente. Presupone el deseo de seguir a Cristo incluso en su pasión, sufrimiento y muerte; es una expresión de confianza y dependencia de Dios en circunstancias difíciles (CCC, N ° 1520-3).”
El detalle aquí es que Nuestro Señor no se suicidó, ni pecó en general en toda su Vida, Pasión y Muerte, así que darse uno mismo el pasaporte no es la forma de participar en su muerte, y mucho menos, en su Resurrección.
Cuánta confianza en Dios y reconocimiento de su dependencia de Él tiene el que está dispuesto a pecar contra la ley divina porque no quiere seguir viviendo, colíjase.  
Munidos de la máscara anti-azufre, sigamos:
“La recepción de la Santa Comunión a medida que uno se acerca al final de esta vida puede ayudar a una persona a crecer en su unión con Cristo. Esta última Comunión, llamada Viaticum, tiene un significado y una importancia particulares como semilla de vida eterna y poder de resurrección (CCC, n ° 1524).”
Ja. Creete que la Luna es queso. Sacrilegio eucarístico minutos antes de estirar la pata es una especie de intento desesperado de asegurarse la condenación eterna. No es colaborar con la Misericordia divina, sino levantarle el listón lo más que se puede.
Objetivamente, lo que corresponde y es obligatorio aquí es una intervención fulminante de la Santa Sede. Oremos para que se produzca, más allá de toda consideración humana. 
Que el Señor nos pille confesados y en su Gracia, y que también tenga misericordia de su Iglesia que actualmente sufre la flagelación de los verdugos disfrazados de hermanos en la fe.
Néstor

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