La Asamblea Episcopal del Atlántico de
los Obispos canadienses, ha
emitido un documento en el
que autoriza a dar los Sacramentos a
las personas que piensan suicidarse de acuerdo con la recientemente
aprobada ley de eutanasia de ese
país.
Lo dicen así en
su documento, con ese lenguaje tan
pulido que usa tan a menudo hoy día Satanás para lograr que más peces entren en su red (la traducción
es nuestra):
“En el cuidado
pastoral de aquellos que contemplan la
asistencia médica al morir, debemos recordar que el propósito de la
pastoral es comunicar la compasión de Cristo, su amor curativo y su
misericordia. Además, debemos tener en cuenta el contexto afectivo, familiar y
de fe de la persona que sufre al responder
a sus peticiones específicas de recepción del Sacramento de la
Penitencia y del Sacramento de la Unción de los Enfermos, la recepción de la
Santa Comunión y la celebración de un Funeral Cristiano.”
“Esta nueva
legislación permite a los médicos y enfermeros practicantes proporcionar dos tipos de asistencia médica en el morir:
administración directa de una sustancia
que causa la muerte (Eutanasia voluntaria), o dar o prescribir un fármaco que se autoadministra para causar la
muerte (Suicidio con asistencia médica).”
Llaman “asistencia médica al morir”
al crimen de la eutanasia. Al igual que sucede con el aborto, ahora el homicidio es “acto médico”.
La frase clave es “responder a sus
peticiones específicas de recepción del Sacramento de la Penitencia y del
Sacramento de la Unción de los Enfermos, la recepción de la Santa Comunión y la
celebración de una Funeral Cristiano.”
En esos casos, dicen estos malos Pastores, no se puede decir
simplemente (en realidad sí, se debe)
que no pueden recibir los Sacramentos, sino que hay que: “tener en cuenta el contexto afectivo, familiar y de fe
de la persona que sufre”
O sea, que en algunos casos (obviamente, en la
práctica, en todos, pero eso es un detalle) sí.
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Pero es interesante
lo que agregan:
“El Papa
Francisco nos recuerda que el que acompaña a los demás debe darse cuenta de que
la situación de cada persona ante Dios y su vida de gracia son misterios que nadie puede conocer
plenamente desde afuera. Por consiguiente, no debemos hacer juicios sobre la responsabilidad y la culpabilidad
de las personas (Evangelii Gaudium 172)”
Dice el texto papal
citado:
“172. El
acompañante sabe reconocer que la situación de cada sujeto ante Dios y su vida
en gracia es un misterio que nadie
puede conocer plenamente desde afuera. El Evangelio nos propone corregir
y ayudar a crecer a una persona a
partir del reconocimiento de la maldad objetiva de sus acciones
(cf. Mt 18,15), pero sin
emitir juicios sobre su responsabilidad y su culpabilidad (cf. Mt 7,1; Lc 6,37).”
Importante lo del
reconocimiento de la maldad objetiva de las acciones, pero en definitiva, adiós al “discernimiento
de la inimputabilidad subjetiva”. No, no se puede. No hay que juzgar. Tampoco para declarar a alguien
subjetivamente inocente, claro.
¿Cómo se compagina
con este pasaje de “Amoris Laetitia”:
“305 (…) A causa
de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una
situación objetiva de pecado —que no
sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda
vivir en gracia de Dios, se
pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad,
recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia. El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos
de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites.”
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Por eso, queda invalidado por ellos mismos lo
que agregan estos Obispos:
“El Catecismo
enseña que el suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a
preservar y perpetuar la vida (CCC, 2281). Sin embargo, el Catecismo también
señala que “graves trastornos psicológicos, angustia o grave temor a
sufrimientos, sufrimientos o tortura pueden disminuir la responsabilidad del suicidio” (CCC, 2282). Estas
circunstancias pueden llevar a las personas a un sentimiento de desesperación y
falta de esperanza tan grave que ya no pueden ver el valor de seguir viviendo,
esta desesperación y desesperanza disminuyendo su responsabilidad por sus
acciones. Sólo un atento acompañamiento
pastoral nos puede llevar a una comprensión
de las circunstancias que podrían llevar a una persona a considerar la
asistencia médica en la muerte.”
Porque todo eso es recaer finalmente en el discernimiento de la
inimputabilidad subjetiva, que ha quedado anulado por lo recién expuesto.
Recordemos que según
Evangelii Gaudium n. 172: “no debemos
hacer juicios sobre la responsabilidad y la culpabilidad de las
personas.”
Así que el dato que dice que: “graves trastornos psicológicos, angustia o grave temor
a sufrimientos, sufrimientos o tortura pueden disminuir la responsabilidad del suicidio” (CCC, 2282)”
No sirve de ayuda en este
caso.
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Dicen estos Obispos:
“El Sacramento
de la Penitencia es para el perdón de
los pecados pasados, no los que aún no han sido cometidos, y sin embargo el Catecismo nos recuerda
que por caminos conocidos sólo por Dios, Dios puede proveer la oportunidad para
el arrepentimiento
saludable (CCC, 2283 ).”
¿Qué tal? Veamos lo
que dice el Catecismo en el
pasaje citado:
“2283 No se debe desesperar de la salvación eterna
de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por
caminos que Él solo conoce la ocasión
de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han
atentado contra su vida.”
Claro, si hay arrepentimiento, hay salvación. Y si hay arrepentimiento,
puede haber confesión válida. Si no lo hay, no.
Como dice el Catecismo, justamente:
“1451 Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar.
Es “un dolor del alma y una detestación del
pecado cometido con la resolución de no volver a pecar” (Concilio de Trento: DS 1676).”
Dice “del
pecado cometido”, no “del pecado por
cometer”.
No puede uno arrepentirse de lo que está planeando hacer, mientras tiene la intención de hacerlo. Y ése es el caso del que
ha decidido suicidarse y pide la confesión y la comunión al sacerdote.
(También es el caso, ya que
estamos, del que se acerca a la confesión y la comunión con el propósito de seguir
teniendo relaciones sexuales adúlteras.)
Así que la cosa
sería más o menos así:
“Padre, siento
dolor en el alma y detestación por el pecado que voy a cometer ya que decidí suicidarme. ¿Propongo firmemente no volver a suicidarme nunca más luego
de esta ocasión?”.
Payasesco, sin duda.
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Sigue la burla que estos Obispos hacen de los
Sacramentos:
“El Sacramento
de la Unción de los Enfermos es para fortalecer y acompañar a alguien en un
estado vulnerable y sufriente. Presupone el deseo de seguir a Cristo incluso en su pasión, sufrimiento y muerte;
es una expresión de confianza y
dependencia de Dios en circunstancias difíciles (CCC, N ° 1520-3).”
El detalle aquí es que Nuestro
Señor no se suicidó, ni pecó en general en toda su Vida, Pasión y
Muerte, así que darse uno mismo el
pasaporte no es la forma
de participar en su muerte, y mucho menos, en su Resurrección.
Cuánta confianza en Dios y reconocimiento
de su dependencia de Él tiene el que está dispuesto a pecar contra la ley divina porque no quiere seguir viviendo, colíjase.
Munidos de la
máscara anti-azufre, sigamos:
“La recepción de
la Santa Comunión a medida que uno se acerca al final de esta vida puede ayudar
a una persona a crecer en su unión con Cristo. Esta última Comunión, llamada Viaticum, tiene un significado y una
importancia particulares como semilla
de vida eterna y poder de resurrección (CCC, n ° 1524).”
Ja. Creete que la Luna es queso. Sacrilegio eucarístico
minutos antes de estirar la pata es una especie de intento desesperado de asegurarse la condenación eterna. No es
colaborar con la Misericordia divina, sino levantarle el listón lo más que se
puede.
Objetivamente, lo que
corresponde y es obligatorio aquí es una
intervención fulminante de la Santa Sede. Oremos para que se produzca,
más allá de toda consideración humana.
Que el Señor nos pille confesados y en su Gracia, y que también tenga
misericordia de su Iglesia que actualmente sufre la flagelación de los verdugos disfrazados de hermanos en la
fe.
Néstor
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