Jn 15, 9-17
“9 ‘Como el Padre
me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis
mandamientos permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Os he dicho
esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. 12 este es el
mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he
amado. 13 Nadie tiene
mayor amor que el que da su vida por sus amigos.14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os
mando. 15 No os llamo ya
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16 No me habéis
elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado
para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo
lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. 17 Lo que os mando
es que os améis los unos a los otros.’”
COMENTARIO
Amar como Cristo nos amó.
Quizá Jesús fue enviado del Padre sólo para una cosa, sólo para que
comprendiésemos el principal mandato de Dios, el mandato del amor. Y digo mandato aunque esto
pueda parecer excesivo. Esta palabra pudiera ser en exceso dura para quien no
respeta a quien le dirige una orden pero que, si bien pensamos, y, sobre todo,
en este caso, lo mandado y ordenado va, siempre en bien de sus receptores.
Esto, por otra parte, traza un
camino a seguir, una senda por la que debemos pasar si, verdaderamente,
queremos y ansiamos, el conocimiento de esa voluntad intrínseca de Dios que
Jesús trata de que esté al alcance de nuestro corazón. Tal es así que el Mesías
nos ama como su Padre lo amó, darle ese mismo amor, sin escatimar nada, como
quiere que hagamos nosotros.
Pero, por eso, hemos de cumplir los mandamientos
(¡otra vez aparece el mandato se puede pensar!), aquello que recibió Moisés y
que Jesús perfecciona con su vida y con su predicación como, por ejemplo,
sucede con las Bienaventuranzas. Es
decir, ha de haber una correspondencia entre lo que decimos que hacemos, seguir
a Jesús, y lo que, en realidad hacemos. Porque Jesús quiere que estemos,
como él, en el seno del Padre, para que permanezcamos en su amor.
Y para eso, nada mejor que el ejemplo: predicar y dar trigo, podríamos decir. Jesús dice, en este texto que “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus
amigos” ya que conocedor de su futuro, sabía que, para empezar, ellos
eran sus amigos, no sus siervos, y, por eso, iba a dar su vida para que todos
fueran, fuéramos, salvados.
Pero, para eso, para que su amistad tuviera un sentido recepticio, fuera recibida por nosotros
y, en consecuencia, fuera correspondida, hay que hacer, y nunca será bastante
repetido esto, lo que él mandó.
Cabe decir, con relación a la permanencia
en Cristo que, aunque podamos pensar
que nosotros, dotados de la libertad dada por Dios, somos los que, libremente,
por tanto, escogemos a Dios para que forme parte de nuestra vida esto, esta
apreciación, no es adecuada. Sabedores, y creyentes en eso, de que hemos
sido creados por Dios, es fácil colegir de ello que es Él el que nos escoge a
nosotros y no nosotros los que somos tan “bondadosos”
que optamos por formar parte del grupo de los que se consideran hijos de
Dios. Cometería un gran error quien pensara, seriamente, otra cosa. Así, y sólo
así, daremos fruto; y así, sólo así, ese fruto será considerado por el Padre
como digno reflejo del amor de Cristo, de Jesús, de su Hijo.
Así, de esa forma, de ese
modo, aquello que demandamos a Dios nos será concedido, aunque sea difícil
conseguir esa correspondencia a la que antes he hecho referencia.
El amor con amor se paga, como dice el dicho. Y Jesús nos dio amor,
graciosamente, nada mejor que corresponderle, de cara a él y a los demás, con
ese amor que vino a sembrar al mundo.
PRECES
Pidamos a Dios por todos
aquellos que no quieren guardar los mandamientos de Dios.
Roguemos
al Señor.
Pidamos a Dios por todos
aquellos que no quieren responder a la elección de Dios.
Roguemos
al Señor.
ORACIÓN
Padre
Dios; ayúdanos a tener siempre presente que eres Tú quien nos eliges a
nosotros. Y, entonces, a responderte con un sí.
Gracias,
Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico
ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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