El diario colombiano El Meridiano de Córdoba ha publicado ayer, 7 de enero, un artículo de su columnista
José Arturo Ealo Gaviria
titulado “En tiempos de satanismo". Lo
reproducimos a continuación.
En la actualidad Colombia es el país con más auge de satanismo en América Latina, entre otras manifestaciones, hostigado por el clima de violencia que vive la nación, y el narcotráfico está correlacionado estrechamente con grupos satánicos; se efectúan ritos diabólicos en los que usualmente se sacrifica una víctima para asegurar el arribo de la droga a su destino final. Se cree que el diablo -como contraprestación a las víctimas inmoladas en su honor- garantiza que la droga no sea incautada por las autoridades de vigilancia y control; es así como se justifica que los mercados de consumo en el mundo permanezcan todo el tiempo surtidos de alcaloides.
En la actualidad Colombia es el país con más auge de satanismo en América Latina, entre otras manifestaciones, hostigado por el clima de violencia que vive la nación, y el narcotráfico está correlacionado estrechamente con grupos satánicos; se efectúan ritos diabólicos en los que usualmente se sacrifica una víctima para asegurar el arribo de la droga a su destino final. Se cree que el diablo -como contraprestación a las víctimas inmoladas en su honor- garantiza que la droga no sea incautada por las autoridades de vigilancia y control; es así como se justifica que los mercados de consumo en el mundo permanezcan todo el tiempo surtidos de alcaloides.
La historia del crimen
organizado en Colombia da fe de cómo el narcotráfico ha prosperado al calor de
estas prácticas. En sus comienzos Pablo
Escobar Gaviria profanaba las sepulturas de cementerios, se daba la mano
con los muertos y pisaba los umbrales de ultratumba, para obtener ayuda del más
allá y asegurar el éxito de sus negocios; fue así como se convirtió en el más
temible y poderoso barón del narcotráfico en Colombia. Lo mismo ocurrió con José Rodrigo González Gacha, “el Mexicano": cuando
se disponía a enviar droga al exterior, ordenaba al encargado de la operación
el sacrificio de una persona cuya edad debía coincidir con el monto total de
toneladas de cocaína embarcada. Si enviaba dos toneladas de droga, la persona
sacrificada debía tener dos años de edad; esta suerte corrían quienes debían
ser los chivos expiatorios de este terrible pacto con Satanás.
Igual suerte corrió Elizabeth de
Sarria, “la Monita Retrechera", quien
fue testigo clave sobre los narco dineros infiltrados en la campaña
presidencial de Ernesto Samper Pizano
y que fue asesinada en febrero de 1996. Ella era adepta de la santería cubana;
justamente fue asesinada cuando se disponía a visitar a un mago santero, lo que
prueba que muchos miembros del narcotráfico mezclan sus actividades ilícitas
con prácticas siniestras.
El máximo capo del
narcotráfico en el mundo es el demonio y su infinito poder ya está consolidado.
El poder del satanismo ha permeado la ciencia, la religión y la política, y su
hostigamiento perenne tiene al mundo en el colapso y la hecatombe. La maldad de
este gran vampiro del universo se traduce en violencia, hambre, corrupción,
peste, odio, miseria, terrorismo, aborto, concupiscencia, embriaguez, mentira y
drogadicción. Toda esta prostitución de valores hace parte de los macabros
designios de Lucifer.
El renacer del satanismo y su
indudable consolidación en estos tiempos es un fenómeno de alienación en la
sociedad capitalista. Nuestra cultura postmodernista está aireada por los
sugestivos efluvios del más allá. El hombre por más que trate de romper esas
ataduras no lo conseguirá. La lucha es entre legiones y potestades, los
escabrosos carteles del satanismo cuentan con el aval de un director invisible
empleando los instrumentos de tortura y de muerte que los humanos inventan y
producen por él. El infierno es la sociedad, el mundo, la humanidad que
configuramos.
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