miércoles, 9 de mayo de 2018

EL AUGE DEL SATANISMO EN COLOMBIA



El diario colombiano El Meridiano de Córdoba ha publicado ayer, 7 de enero, un artículo de su columnista José Arturo Ealo Gaviria titulado “En tiempos de satanismo". Lo reproducimos a continuación.

En la actualidad Colombia es el país con más auge de satanismo en América Latina, entre otras manifestaciones, hostigado por el clima de violencia que vive la nación, y el narcotráfico está correlacionado estrechamente con grupos satánicos; se efectúan ritos diabólicos en los que usualmente se sacrifica una víctima para asegurar el arribo de la droga a su destino final. Se cree que el diablo -como contraprestación a las víctimas inmoladas en su honor- garantiza que la droga no sea incautada por las autoridades de vigilancia y control; es así como se justifica que los mercados de consumo en el mundo permanezcan todo el tiempo surtidos de alcaloides.
La historia del crimen organizado en Colombia da fe de cómo el narcotráfico ha prosperado al calor de estas prácticas. En sus comienzos Pablo Escobar Gaviria profanaba las sepulturas de cementerios, se daba la mano con los muertos y pisaba los umbrales de ultratumba, para obtener ayuda del más allá y asegurar el éxito de sus negocios; fue así como se convirtió en el más temible y poderoso barón del narcotráfico en Colombia. Lo mismo ocurrió con José Rodrigo González Gacha, “el Mexicano": cuando se disponía a enviar droga al exterior, ordenaba al encargado de la operación el sacrificio de una persona cuya edad debía coincidir con el monto total de toneladas de cocaína embarcada. Si enviaba dos toneladas de droga, la persona sacrificada debía tener dos años de edad; esta suerte corrían quienes debían ser los chivos expiatorios de este terrible pacto con Satanás.
Igual suerte corrió Elizabeth de Sarria, “la Monita Retrechera", quien fue testigo clave sobre los narco dineros infiltrados en la campaña presidencial de Ernesto Samper Pizano y que fue asesinada en febrero de 1996. Ella era adepta de la santería cubana; justamente fue asesinada cuando se disponía a visitar a un mago santero, lo que prueba que muchos miembros del narcotráfico mezclan sus actividades ilícitas con prácticas siniestras.
El máximo capo del narcotráfico en el mundo es el demonio y su infinito poder ya está consolidado. El poder del satanismo ha permeado la ciencia, la religión y la política, y su hostigamiento perenne tiene al mundo en el colapso y la hecatombe. La maldad de este gran vampiro del universo se traduce en violencia, hambre, corrupción, peste, odio, miseria, terrorismo, aborto, concupiscencia, embriaguez, mentira y drogadicción. Toda esta prostitución de valores hace parte de los macabros designios de Lucifer.
El renacer del satanismo y su indudable consolidación en estos tiempos es un fenómeno de alienación en la sociedad capitalista. Nuestra cultura postmodernista está aireada por los sugestivos efluvios del más allá. El hombre por más que trate de romper esas ataduras no lo conseguirá. La lucha es entre legiones y potestades, los escabrosos carteles del satanismo cuentan con el aval de un director invisible empleando los instrumentos de tortura y de muerte que los humanos inventan y producen por él. El infierno es la sociedad, el mundo, la humanidad que configuramos.

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