Después del revuelo organizado
por la organización Templo Satánico en torno a la “misa negra” que
había previsto celebrar en la Universidad de Harvard, y que finalmente ha tenido que realizarse en
otro lugar, es necesario preguntarse de forma serena por la identidad del
satanismo y el juicio que hace de él la fe cristiana.
Reproducimos a continuación
algunos extractos del artículo que ha publicado el portal Aleteia, elaborado por Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de
las Sectas (RIES).
SATANÁS, UN SER PERSONAL
SATANÁS, UN SER PERSONAL
La Biblia afirma la existencia del Demonio. Son muchos los lugares de la
Sagrada Escritura en los que aparece como un ser personal que tienta al ser humano,
como enemigo de su felicidad, porque es por naturaleza opuesto a Dios. En los
evangelios es una figura importante, y se observa la acción de Jesús
exorcizando (expulsando demonios) y venciendo su poder. Lo llama “padre de la mentira”
y “homicida desde el principio” (Jn 8, 44). En las tentaciones le
dice claramente que sólo a Dios se debe adorar, aunque Satanás pretenda ese
culto por parte del hombre (Mt 4, 10).
La doctrina de la Iglesia lo ha afirmado desde siempre, y esta convicción aparece
también en la liturgia, además de existir el ministerio del exorcista. Los
diablos son ángeles creados buenos por Dios, pero que lo rechazaron en el uso
de su libertad (caída). Su elección rebelde es irrevocable, y desde entonces
intentan seducir al hombre (Catecismo de la Iglesia Católica 391-395,
538-540).
El Papa Francisco ha
sorprendido a muchos por sus repetidas alusiones al Diablo en sus
intervenciones. El 11 de octubre de 2013 dijo con claridad: “por favor, no hagamos tratos con el demonio”. Y recordó: “La
presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba
también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio”. Siguiendo las palabras de Jesús en el evangelio,
exhortó a los fieles a “velar, velar contra el
engaño, contra la seducción del maligno”.
Y terminó subrayando que Cristo “ha
venido a luchar por nuestra salvación, Él ha vencido al demonio”.
EL CULTO DEMONÍACO, UNA FORMA DE IDOLATRÍA
EL CULTO DEMONÍACO, UNA FORMA DE IDOLATRÍA
La fe en el Dios único excluye la adoración de otros seres o cosas.
En la Biblia son abundantes las referencias negativas a la idolatría, ya que
los ídolos acaban exigiendo la sangre de los hombres, mientras que el Dios
verdadero se ha encarnado y ha derramado su propia sangre para salvar a los
hombres. Al establecer su alianza con el pueblo elegido, Dios exige
exclusividad de culto en una relación de amor única, Él es el único Señor de su
pueblo.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la idolatría “es una tentación constante de la fe” que “consiste en divinizar lo que no es Dios”.
Por eso, “hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia
a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo,
el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado,
del dinero, etc.” (n. 2113). La enseñanza católica también rechaza “el recurso a Satán o a los demonios” como forma de adivinación, ya que cualquier forma
que tome ésta no deja de ser “un deseo de
grajearse la protección de poderes ocultos” (nn. 2116-2117).
¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE SATANÁS Y EL OCULTISMO?
¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE SATANÁS Y EL OCULTISMO?
Entrevistado en 1999 sobre
este tema, el cardenal Joseph Ratzinger
dijo a la revista 30 Giorni que “sin el
demonio, que provoca estas perversiones de la creación, no podría existir todo
este mundo del ocultismo y de la magia”.
¿Y cómo actúa Satanás en este medio? “Se
ofrece una entidad aparentemente divina que nos inspira sobrenaturalidad. En
cambio, no son más que una parodia de lo divino. Poderes, pero poderes en
decadencia, simples ironías contra Dios”.
Así, el llamado padre de la mentira ejerce como tal en la acción mágica y
ocultista, ya que en estos fenómenos “encontramos
realmente la mentira en su más alto estado de pureza”, al creer el hombre que domina el mundo de esta
manera, cayendo finalmente en la autodestrucción.
Las palabras críticas de
Ratzinger a este respecto son tajantes, expresando una profunda convicción
creyente: “pongamos que una persona entre a
formar parte de una secta o de un grupo mágico. Se convertirá en un esclavo no
sólo del grupo –que de por sí ya sería grave por lo que comporta de alienación
total de la persona la pertenencia a estas sectas–, sino que será esclavo de la
realidad que se encuentra detrás del grupo, esto es, una realidad realmente
diabólica. Y de esta manera el hombre se dirigirá hacia una autodestrucción
siempre más profunda, peor que la de las drogas”.
¿QUÉ PIENSA LA IGLESIA SOBRE LOS CULTOS SATÁNICOS?
¿QUÉ PIENSA LA IGLESIA SOBRE LOS CULTOS SATÁNICOS?
Podemos citar a San Cirilo de Jerusalén, que en sus
catequesis bautismales señala, al hablar sobre las diversas formas de
idolatría, que “también han sido adorados la
serpiente y el dragón, émulos de aquel que nos arrojó del paraíso, mientras el
que creó el paraíso ha sido despreciado”
(Catequesis VI, 10).
En el fondo, cualquier forma
de culto satánico es una opción por el Diablo frente a la fe en Dios, algo que
aparta radicalmente al ser humano de la comunión con quien lo ha creado y lo
quiere salvar. Además, se está poniendo en el lugar de Dios a una criatura, que
no puede ponerse –como algunos pretenden– en igualdad de condiciones con Él,
como si fueran dos principios equiparables del bien y del mal.
Asociarse a Satanás no puede
traer consigo otra cosa que unirse a su
acción destructora de la felicidad del hombre. Él sólo quiere su
perdición, y si de Dios sólo pueden venirnos bendiciones, del ángel rebelde
sólo podemos esperar maldiciones, a pesar de todas sus promesas de vida feliz,
emponzoñadas por la mentira, tal como fue desde el principio: “¿cómo es que Dios os ha prohibido comer de este árbol?…
No moriréis… Seréis como dioses” (Gn
3, 1-5).
Como afirmaba en 1997 Angelo Scola en L’Osservatore
Romano, cuando hablamos del satanismo “no
nos encontramos frente a una simple debilidad humana, sino frente a una opción
libre y radical contra Dios, que debe ser considerada, en su aspecto objetivo,
como pecado mortal”.
SACRILEGIOS Y POSESIONES
SACRILEGIOS Y POSESIONES
Tampoco podemos olvidar que en
muchos casos los ritos satánicos
suponen una parodia o imitación a la inversa de la Misa e incluyen en
ocasiones la profanación del sacramento de la Eucaristía. Un sacrilegio que atenta contra lo más
sagrado que tiene la Iglesia, que es el mismo Cristo presente en las especies
sacramentales. Según el Código de Derecho
Canónico, quien se lleva el Cuerpo de Cristo con una finalidad sacrílega,
“incurre en excomunión latae sententiae
reservada a la Sede Apostólica” (c.
1367).
Un tema importante es la
posición en la que queda la persona que toma parte en cualquier forma de rito
satánico, ya que se ha sometido al Diablo de forma cultual. De esta forma, los practicantes del satanismo son más
propensos a la acción directa, extraordinaria y dañina del Maligno, en
un arco que va desde las influencias y vejaciones hasta el fenómeno de la posesión en su extremo más grave. Ante
estas situaciones, la Iglesia propone como remedio ordinario la vida
sacramental, la caridad y el testimonio apostólico, y como remedio
extraordinario el exorcismo, con la convicción de que Cristo ha vencido a
Satanás para siempre.
Secretaría RIES
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