Ahora le toca a la
Sagrada Escritura. La que compartimos judíos y cristianos, el llamado Antiguo
Testamento o Primera Alianza. Y es que nada queda indemne cuando pasan los
tanques de la nueva religiosidad, el sincretismo y la reinterpretación
esotérica de todo texto escrito. O a veces simplemente basta con la falta de
cultura religiosa y con el ánimo de buscarle tres pies al gato.
Con esto me refiero a lo que
se refleja claramente en el título de este artículo: hay personas que han
rastreado la Biblia para encontrar en ella las huellas de los alienígenas. Hace
poco, una de las revistas que se publican en España en torno a temas ocultos y
paranormales planteaba a sus lectores la siguiente pregunta: “¿Y si los dioses y ángeles descritos en la Biblia fuesen
las mismas entidades que hoy se presentan como seres extraterrestres?”. La respuesta está clara para la gente que vive
de estos temas, y es una respuesta –cómo no– afirmativa.
¿Qué dicen los
defensores de estas teorías? En resumen, y tomando los elementos comunes a unas posturas y otras,
descubrimos que, en primer lugar, las referencias a Dios y a otras divinidades
no son más que la prueba del contacto de los hebreos con los habitantes de
otros planetas. Y lo mismo sucede con los ángeles. Si son seres procedentes del
cielo, la conclusión es clara: son extraterrestres.
Además, todo lo relativo a sus apariciones y desapariciones, las teofanías, los
momentos de especial encuentro divino y revelación al hombre… se muestran
claramente como lo que hoy llamamos avistamientos de los famosos objetos
volantes no identificados (ovnis).
Un ejemplo concreto: Moisés
se encuentra con una zarza que arde y no se consume. Explicación más lógica,
según esta gente: “obviamente, el profeta nada
podía saber sobre la luz artificial, porque parece que de eso se trataba”. Éste es el rigor empleado, como podemos leer: “parece que”. De
hecho, el artículo continúa diciendo: “O al
menos así podemos interpretarla, analizada la escena a varios milenios vista”. Curioso planteamiento hermenéutico que explica
un texto religioso de la Antigüedad aplicando dudosas afirmaciones que sólo
tienen sentido a la luz del progreso al que ha llegado la humanidad hoy en día.
Porque, si seguimos con el
libro del Éxodo, encontramos otra interpretación igualmente extravagante,
cuando se relata la marcha por el desierto del
pueblo hebreo, guiado por una columna de nube por el día y por una
columna de fuego durante la noche. Leemos: “¿Acaso
no es lícito concluir que Yahvé era una aeronave que se mantenía a cierta
altura, guiando al pueblo elegido tanto de día como de noche, pues emitía luz
para que los caminantes pudiesen ver por dónde pisaban?”.
El catálogo de textos
veterotestamentarios empleados por los defensores de la hipótesis alienígena es
amplio, y cualquier buen conocedor de la Biblia podría elaborar una bastante
completa. El diluvio universal, la destrucción de Sodoma
y Gomorra, el paso del Mar Rojo, la
caída del maná, el encuentro de Moisés con Yahvé en el monte Sinaí, la presencia
de Dios en la Tienda del encuentro, los
fenómenos ocurridos en torno al Arca de la Alianza,
los episodios protagonizados por los mensajeros
divinos (ángeles), la desaparición misteriosa del patriarca Enoc
y, sobre todo, la ascensión del profeta Elías al cielo en un carro de
fuego. Esta última escena es la más “extraterrestre”
de todas, ya que se interpreta en clave de “abducción”,
tan de moda entre los aficionados a la ufología. Otro texto muy citado
es la visión de la gloria de Dios que relata el profeta Ezequiel en el primer capítulo del libro que lleva su nombre.
Una expresión bíblica muy
exprimida ha sido el uso que vemos en el Génesis del término “Elohim” (plural de “El”, Dios) para referirse al Creador, y el plural
empleado en el texto de la creación: “hagamos”. ¿Solución? Muy sencilla, para algunos: nos
encontraríamos ante unos seres extraterrestres, los Elohim, que han elaborado
al ser humano en un laboratorio con tecnología muchísimo más avanzada que la
del planeta Tierra. Esto, sin ir más lejos, es lo que defienden los raelianos,
y se encuentra en el corpus doctrinal de otras sectas y corrientes de la nueva
espiritualidad.
He encontrado por ahí una
frase que ponen en labios del prolífico autor español J.J. Benítez (autor de la saga Caballo
de Troya, entre otras obras), y que señala que “la Biblia es el mejor libro de ovnis que existe”. Para muchos representantes del mundo
esotérico-ufológico, los grandes personajes del Antiguo Testamento no serían
más que seres humanos avanzados o con una sensibilidad especial que los hizo
capaces de comunicarse con seres de otras “civilizaciones
superiores” extrañas a nuestro planeta a través de la telepatía u otras
técnicas. Así se explicarían las apariciones, hierofanías, revelaciones y
visiones. Utilizando la terminología actual, no serían tanto profetas cuanto contactados.
Esto lo podemos ver en
multitud de libros de ese tipo, que en las últimas décadas han tenido una
difusión inversamente proporcional al rigor y seriedad de sus planteamientos.
Y, cómo no, el tema ha dado el salto a la televisión. Una muestra muy clara es
el documental “Ovnis en
la Biblia”, producido y emitido por History Channel, un
canal cuyo escaso nivel historiográfico, a pesar de su nombre, ya ha quedado de
manifiesto en lo que escribí hace unos meses acerca de su
producción sobre el vidente Nostradamus. La Biblia, comienza diciendo el guión del
documental, recoge historias fantásticas sobre una fuerza sobrenatural. El
planteamiento del tema es directo: “¿y si esa
fuerza no fuera Dios? ¿Y si fueran ovnis?”.
Repasando los casos que he
señalado antes, que recrean con actores y grandes efectos especiales, los de History Channel contraponen
a las explicaciones de los “eruditos religiosos” los nuevos hallazgos de los “investigadores modernos”. Dicho esto así, ya pueden imaginarse quiénes
llevan las de perder… ¿Quiénes son los expertos consultados en esta producción
televisiva? Los “estudiosos” de siempre,
autores de libros que van entre la ciencia-ficción y el esoterismo (además de
un señor bajo cuyo nombre y apellido leemos no “escritor”,
sino “iluminado por la inteligencia
extraterrestre”). Ah, ¡pero si sale un hombre vestido de negro y con
alzacuellos! Un reverendo presbiteriano, sí. Se llama Barry Downing, y se ha dedicado durante años a defender la
intervención extraterrestre en la Biblia. Se vista como se vista, de exégeta
serio, o de teólogo decente, nada de nada. Basta con ver la lista de su
producción bibliográfica, dedicada toda al mismo tema y sin fundamentos.
Como reconoce una página web
que explica todas estas historias, “la
referencia a ovnis en los tiempos bíblicos es constante, cuando se lee la
Biblia con la predisposición favorable para ello”. Ésta es la cuestión: el relativismo. La exégesis
bíblica es un saber contrastado, con sus métodos y su rigor. La lectura
creyente de los textos sagrados tiene en cuenta las aportaciones de la
interpretación académica y, además, lee la Biblia con la perspectiva de la fe,
como un libro en el que Dios se está revelando. Ahora quieren demostrarnos que
es más moderna y más racional la interpretación extraterrestre, puesto que,
como señalaba el documental de History Channel, “cada vez hay más gente que cree que los ovnis
existen, y que son alienígenas”. Y por eso se han convertido en el
novísimo criterio de lectura de la Sagrada Escritura.
Aquellos pobres hebreos,
ignorantes de los adelantos científicos que aguardaban a la humanidad, habrían
interpretado los hechos de la única forma que podían: con una explicación
sobrenatural, religiosa. Sin embargo, ahora ya somos mucho más inteligentes y
estamos avanzados, por lo que no podemos aceptar esa exégesis tan supersticiosa
y literal. Nada de espiritualidad celeste: tecnología punta.
Volvemos a encontrarnos con
los efectos devastadores de un positivismo que llegó a erigirse en cosmovisión
religiosa: el ser humano, en su evolución cultural, vive una transición de la
mitología religiosa a la explicación filosófica, para terminar, en el culmen de
su intelectualidad, en un pleno saber científico, lo más racional del mundo,
desterrada ya toda religión y toda metafísica. Y al final, pienso yo, hemos
pasado de creer en Dios con unos fundamentos racionales a creer en los
extraterrestres –quiénes son, cuántos, de dónde vienen… no lo sabemos–, sobre
multitud de fundamentos irracionales. Porque para el hombre postmoderno da
igual creer en uno o en otros.
Y hasta aquí, el análisis
ufológico del Antiguo Testamento y la valoración que merece. ¿Y qué pasa con el
Nuevo? Aunque lo más interesante quizás sea… ¿qué pasa con Jesús? Pero ésta es
otra historia. Y quién sabe… quizás sea materia de un artículo posterior.
Luis Santamaría del Río
Secretaría RIES
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