martes, 3 de abril de 2018

INVESTIGADORA EN DESARROLLO INFANTIL Y HUMANO



Ser madre es toda una profesión, aunque a veces realmente no nos demos cuenta de ello.
Hace unos meses atrás, cuando recogía a los niños del colegio una amiga se me acercó tan histérica como indignada.

“¿Sabes lo que tú y yo somos?” me preguntó.

Mi amiga recién venía de renovar su licencia de conducir en la oficina de tránsito. Cuando la oficial que tomaba los datos le preguntó cuál era su ocupación, mi amiga no supo que responder. Al percatarse de esto la oficial que tomaba los datos le dijo, “A lo que me refiero -explicó la oficial- es a si trabaja usted o es simplemente una… ”

“Claro que tengo un trabajo, -le contesto mi amiga-, soy una mamá”. A lo que la oficial respondió, “No ponemos mamá como opción, vamos a ponerle ama de casa.”

Había yo olvidado por completo la historia, hasta que un día a mí me pasó exactamente lo mismo, sólo que esta vez, en la oficina del ayuntamiento. La funcionaria era obviamente una mujer de carrera, eficiente, de mucha postura, y tenía el muy despampanante título de “Interrogadora Oficial”.

“¿Cuál es su ocupación?” me preguntó.
“Soy Investigadora Asociada en el campo del Desarrollo Infantil y Relaciones Humanas.”

La funcionaria se detuvo, el bolígrafo quedó congelado en el aire y me miró como si no hubiese escuchado bien. Repetí el título lentamente, haciendo énfasis en las palabras más importantes. Luego observé asombrada como mi pomposo anuncio era escrito en tinta negra en el cuestionario.

“¿Qué es exactamente lo que hace usted en este campo de investigación?” Me preguntó la mujer con una mezcla de admiración y curiosidad.

“Tengo un programa continuo de investigación con trabajo de laboratorio y de campo. Estoy trabajando para mi doctorado y ya tengo cuatro créditos. Por supuesto que el trabajo es uno de los que mayor demanda tiene en el campo de las humanidades y usualmente trabajo más de 16 horas diarias. Pero el trabajo tiene muchos más retos que cualquier trabajo sencillo, y las remuneraciones son mucho más que económicas, también están ligadas al área de la satisfacción personal.”

La funcionaria ahora me veía con mucho respeto, mientras completaba el formulario.

Una vez terminado el proceso, se levantó de la silla y personalmente me acompañó a la puerta.
Al llegar a casa, emocionada por mi nueva carrera profesional, salieron a recibirme tres de mis asociadas del laboratorio, de 13, 7, y 3 años de edad. Arriba podía yo escuchar a nuestro nuevo modelo experimental en el programa de desarrollo infantil (de 6 meses de edad), probando un nuevo modelo de vocalización.

¡Me sentí triunfante! ¡Le había ganado a la burocracia! Había entrado en los registros oficiales como una persona distinguida e indispensable para la humanidad, porque ser madre es todo lo que describí a la oficial ¡Y mucho más! La maternidad no tiene un título en la puerta, ni en las tarjetas de presentación, pero creo que toda mamá debería sentirse increíblemente orgullosa de ejercer la profesión que sostiene a la sociedad. Dicen que nadie es indispensable ¡Vaya que las madres lo somos!

Así que la próxima vez que te pregunten “¿Profesión?”, ya sabes qué contestar.

Sheila Morataya-Fleishman

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