Acaba de salir al mercado una
novedad editorial en torno a la historia del espiritismo: Sherlock Holmes contra Houdini. Arthur Conan Doyle,
Houdini y el mundo de los espíritus. Reproducimos a continuación un artículo de Javier Cavanilles, publicado en el
medio digital ValenciaPlaza, en el
que explica cómo esta obra recupera la batalla que enfrentó al padre de
Sherlock Holmes con el rey de escapismo, Harry Houdini, por culpa del espiritismo.
Ahora que se habla tanto de personal branding se
podría utilizar el ejemplo de Arthur
Conan Doyle para explicar cómo arruinar una reputación a base de
cabezonería. Y es que el padre de uno de los personajes más geniales de la
literatura, el detective Sherlock Holmes, también pasará a la Historia como uno de los ceporros más ilustres de todos los
tiempos.
¿Y cómo es posible? Fácil.
Todo el mundo sabe que Conan Doyle fue un gran escritor pero menos conocido es
que también fue uno de los grandes
apóstoles del espiritismo, un auténtico talibán del Más Allá. Tan
obsesionado estaba con el tema que incluso se casó con una médium (Jean Leckie) y llegó a abandonar la
muy británica Society for Psychical Research (SPR) por considerarla demasiado
tibia en la materia (que ya es decir). Pero el episodio más sonado fue su
enfrentamiento con el escapista más famoso de su época: Harry Houdini. Un libro
-Sherlock Holmes contra Houdini (La
Felguera Editores, 2014)- recupera este curioso incidente.
Para entender bien la historia hay que detenerse en el contexto. En el siglo XIX el espiritismo moderno estaba
a la orden del día. Era, literalmente, la segunda religión de millones
de personas y, aunque ahora se recuerdan las famosas sesiones, no hay que
olvidar que había docenas de periódicos y revistas editadas por seguidores de Allan Kardec o las Hermanas Fox. Víctor Hugo, Charles
Dickens, Alfred Russel Wallace
(padre de la teoría de la evolución), Oliver
Lodge (creador de la telegrafía sin hilos) o el aventurero Percy Fawcett fueron algunos de sus
más distinguidos seguidores.
CONAN DOYLE VS. HOUDINI
CONAN DOYLE VS. HOUDINI
Conan Doyle llegó al
espiritismo por casualidad, después de que una médium consiguiera ponerle en
contacto con su hijo, muerto en el campo de batalla durante la I Guerra
Mundial. Ese día se subió al burro del contactismo y nunca más se bajó.
Harry Houdini (Erik Weisz), en cambio, era todo lo
contrario. Además de un maestro del ilusionismo fue uno de los grandes detractores del espiritismo y en sus
actuaciones solía reproducir todos y cada uno de los trucos de los médiums para
alertar a la gente del timo.
Pese a todo, ambos se
admiraban y se respetaban. Durante un tiempo se intercambiaron educadas cartas
en las que cada uno exponía su punto de vista. Doyle, duro de mollera hasta lo
indecible, estaba convencido de que su amigo creía en el espiritismo y que, de
hecho, lograba sus proezas desmaterializándose. En el fondo, quería que lo
confesara.
Pero el buen rollo se acabó en
1922 cuando ambos se conocieron. Doyle y señora estaban de vacaciones en EE.UU.
y organizaron una kedada con el matrimonio Houdini. En un momento dado, el
escritor le avisó de que su mujer acababa de conectar con un espíritu que podía
ser el de la madre del ilusionista.
¿HOUDINI DERROTADO?
¿HOUDINI DERROTADO?
Así, de una tacada y mediante escritura automática (aún no
había whatsapp), Jean Doyle llenó 15
páginas de mensajes. Houdini no se lo podía creer: no sólo había alusiones
cristianas, su madre era judía, sino que dictó la carta en inglés, idioma que
desconocía. Pero lo que más le dolió es que la señora Weisz había sido el gran
amor de su vida, hasta el punto que cuando murió se hizo enterrar con las
cartas que le había mandado. El húngaro no le infló la cara a Doyle de milagro
y jamás le perdonó que quisiera engañarle.
Aunque el episodio es de sobra
conocido, no los son tantos los artículos en los que ambos expusieron sus
respectivos puntos de vista (Doyle
creía que en el Paraíso los espíritus jugaban al golf), que es
precisamente lo que recupera Sherlock Holmes
contra Houdini. Eso, más una
maquetación cuidadísima, el abundante material fotográfico y una breve
explicación de la historia, son lo que convierten el libro en una auténtica
maravilla y permiten una deliciosa reconstrucción del contexto en el que todo
esto se produjo.
Houdini dedicó toda su vida a perseguir a los espiritistas, y decidió seguir plantando
batalla después de palmar el 31 de octubre de 1926. Antes de fallecer, acordó
un código con su mujer (Beatrice Rahner,
Bess) y desafió a los médiums de todo el mundo con una recompensa de 10.000
dólares a que lo descifraran usando sus poderes. En 1929, un contactista
conocido como Arthur Ford
consiguió desvelar el mensaje.
¿Houdini derrotado? No. Ford,
gracias a la mediación de Conan Doyle, se hizo muy amigo de Bess.
Aprovechándose de su estrecha relación (de su alcoholismo y de que estaba
enferma) consiguió sacarle parte del código, y lo sumó a algunas declaraciones
que ella había hecho en público y en las que dio importantes pistas. El truco salió pronto a la luz y, de
hecho, nunca llegó a cobrar la recompensa.
LAS HADAS DE COTTINGLEY
LAS HADAS DE COTTINGLEY
Pero si Conan Doyle fue
considerado un tarugo por muchos de sus coetáneos, algo que hoy sorprende, no
fue sólo por su ardiente defensa del espiritismo. En 1917, dos niñas de 16 y 10
años (Elsie Wright y Frances Griffith) recortaron unos
dibujos de unas hadas de un libro y se hicieron unas fotos con ellas. Doyle
publicó un artículo en The Strand Magazine sobre las ‘hadas de Cottingley’ (Inglaterra)
y siempre defendió a las chiquillas, a las que consideraba incapaces de mentir.
Poco sabía de niños, y menos que Elsie había trabajado en un estudio
fotográfico y era una auténtica experta en el uso del paleophotoshop.
A favor del escritor hay que
decir que no sólo creó a Sherlock Holmes, sino que en al menos en dos ocasiones
fue tan brillante como su personaje de ficción. Desgraciadamente pocos
recuerdan que, en 1925, gracias a sus oficios contribuyó a probar la inocencia
de Oscar Slater, condenado a
cadena perpetua en un juicio salpicado por el antisemitismo (era judío). Entre
otras cosas, logró demostrar que el arma homicida del acusado no pudo causar
las heridas que acabaron con la vida de la octogenaria Marion Gilchrist.
Años antes, en 1907, también
se implicó en el caso del indio George
Edalji, a quien se condenó a siete años de cárcel (cumplió tres) por
mandar anónimos amenazantes y dedicarse a matar a los animales de las granjas
cercanas. Doyle no sólo pagó de su bolsillo al mismo perito caligráfico que
intervino en el caso Dreyfus y limpió el nombre de su defendido, sino que a
raíz del caso el parlamento británico creó la Corte de Apelación. Sin duda,
parte del mérito fue del escritor.
EL CASO PILTDOWN
EL CASO PILTDOWN
Aún así, el descrédito que
cosechó a lo largo de su vida fue enorme. De hecho, incluso se le vincula con
uno de los grandes fraudes científicos de la historia: el hombre de Piltdown.
En 1912, el naturalista Charles Dawson
dijo haber encontrado en Piltdown (Inglaterra) los restos de un homínido que
podría ser el eslabón perdido. En realidad, no era más que la mandíbula de un
orangután y una cabeza humana. No hay ninguna prueba sólida de que Doyle
tuviera la mínima relación con el caso, aunque en 1983 dos investigadores le
acusaron de estar detrás del montaje. Sin las Hadas de Cottingley y sin su
afición al espiritismo nadie se hubiera atrevido a relacionarlo con el engaño.
Pero nadie es perfecto, y
tampoco Houdini. Confiado en su condición de mejor mago del mundo, apostó a que
nadie podría hacer tres veces seguidas un truco delante de él sin descubrir el
método. Así fue hasta que se topó Dai
‘El Profesor’ Vernon. Hasta ocho veces repitió su rutina, un número de
naipes conocido como ‘la carta ambiciosa’, sin que el escapista pudiera descubrir el
mecanismo. ¿Cómo lo logró? Sencillo, haciendo el truco de ocho maneras
distintas.
Pero lo peor de todo es que Voices from the Dead,
el guión escrito por J. Michael
Stracynski (Babylon 5, Thor, Guerra Mundial Z) y
que Dreamworks adquirió en 2011, puede que nunca vea la luz. Lleva años
paralizado. Una pena, hubiera sido un placer unir a ambos genios y ver cómo
recuperaban su amistad mientras iban tras la pista de un asesino en serie en el
Nueva York de los años 20.
Secretaría RIES
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