jueves, 5 de abril de 2018

EL “HELLGATE” Y EL ORÁCULO CRISTOSÓFICO


Creo no haber escrito nunca nada sobre el Papa Francisco. He intentado resistirme a escribir sobre el Hellgatepero al final he sucumbido. La carne es débil. Nunca me ha gustado escribir sobre lo que escribe todo el mundo, porque si ya está todo dicho, ¿para qué insistir? Pero en este asunto, alguien tiene que defender al Santo Padre ante tantas especulaciones sin fundamento. El Hellgate(esta especie de Watergate a la vaticana pero con el infierno y la inmortalidad de las almas de por medio) resulta tremendamente tentador: será precisamente por estar el demonio y el infierno de por medio. 
Supongo que todos saben ya el contenido de la noticia: que escribe Scalfari que el Papa le dijo que el infierno no existía y que las almas de los pecadores que no se arrepientan no se condenan a las penas del infierno, sino que simplemente desaparecen, se extinguen, así en plan “bluf y ya no existen”: como la llama de una vela cuando la soplas. Néstor y el P. Jorge también han sucumbido a la tentación de escribir sobre el tema: ellos antes que yo… Pero ese retraso mío no es fortaleza frente a la tentación, sino pereza frente al ordenador; por lo que lejos de ser virtud, lo mío es doble pecado…
El caso es que se ha formado un trifostio de padre y muy señor mío. Esto del trifostio es palabro que designa un lío muy grande. Ciertamente que el Santo Padre ha repetido muchas veces eso de que hay que “armar lío”… Pero no creo que se refiriera a este tipo de lío. El periodista italiano Antonio Socci escribía el 1 de abril que un cardenal (no italiano) había llamado a Su Santidad para sugerirle que cabría la posibilidad de que hubiera incurrido en alguna heterodoxia. Y Steve Skojec recoge y comenta el artículo de Socci, el 3 de abril, en 1P5. Y hoy, 4 de abril, yo comento el comentario del comentarista comentado. Lo dicho: un trifostio monumental el que se ha montado y que ha ocupado páginas en todos los diarios del mundo en los últimos días: tanto en los medios generalistas como en los de información propiamente religiosa. Si ponen ustedes en el buscador de Google la frase “el infierno no existe”, le saldrán alrededor de 660.000 resultados. Así que yo quiero añadir la entrada 660.001.
Mi tesis es la siguiente: El Santo Padre no pudo de ninguna manera decir eso de que el infierno no existe. Scalfari no realizó ninguna entrevista; los entrecomillados que aparecen en el texto de Scalfari no se deben considerar como una reproducción fiel de las palabras del Santo Padre, sino como una recreación libre del vetusto periodista, que vaya usted a saber si chochea ya, el pobre… Hasta aquí llega el comunicado del portavoz de la Santa Sede. Pero yo voy mucho más allá: Scalfari no sólo se inventa las palabras textuales que entrecomilla y atribuye al Papa Francisco, sino que además miente como un bellaco sobre el fondo del asunto, sobre el propio contenido de su conversación con Su Santidad (esto no lo ha negado todavía ningún comunicado del Vaticano). Al Santo Padre no se le ocurriría nunca negar la existencia del infierno ni mucho menos, la inmortalidad de las almas. El Papa es el primer defensor, el garante indiscutible de que se conserve intacto el depósito de la fe: el tesoro de la revelación contenido en las Sagradas Escrituras y en la Tradición que Dios ha confiado a su Iglesia. Ese depósito de la fe se caracteriza por sus dogmas inmutables que todo católico debe creer tal y como enseña la Santa Madre Iglesia en su Santa Doctrina.
Así lo expresa el Catecismo (subrayado mío):
84 “El depósito” (cf. 1 Tm 6,20; 2 Tm 1,12-14) de la fe (depositum fidei), contenido en la sagrada Tradición y en la sagrada Escritura fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia. “Fiel a dicho depósito, todo el pueblo santo, unido a sus pastores, persevera constantemente en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones, de modo que se cree una particular concordia entre pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida” (DV 10).
85 El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.
86 El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (DV 10).
87 Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: “El que a vosotros escucha a mí me escucha” (Lc 10,16; cf. LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas.
¡Cómo un Papa va a caer en semejantes herejías! ¡Cómo el Papa Francisco va a negar no uno, sino dos dogmas de fe! ¡A quién le cabe en la cabeza! A mí no, desde luego… ¡Un Papa hereje! ¡Menudo disparate! Supongo que si cupiera la posibilidad remota de que llegáramos a tener un Papa hereje (pura ciencia ficción), el Papa dejaría de ser Papa… Si un Papa perdiera la fe, debería renunciar a su cargo y abandonar la Iglesia… Y si no renuncia, debería, entonces, ser destituido… Supongo… Lo que no sé, por pura ignorancia mía, es cómo se puede destituir a un Papa, si es que fuere posible y necesario. A lo largo de la historia creo que nunca se ha dado el caso, aunque historiadores tiene la Iglesia que os sabrán explicar más y mejor este asunto.
El caso es que no: yo no creo que al Papa Francisco se le pueda haber pasado por la cabeza cuestionar los dogmas de la Iglesia. ¿Podría un bombero cuestionar la existencia del fuego de cuyo peligro de fenecer tiene el deber de salvar al hombre acosado por las llamas (esta analogía viene muy al caso)? ¿Podría un matemático poner en duda la existencia de los números o un químico cuestionar la veracidad de la Tabla Periódica? De ser así, ¿no abandonarían ellos sus respectivos ministerios para dedicarse a cualquier otro oficio?
Volviendo a mi tesis: estoy seguro que, de haber incurrido en herejía el Papa – cosa que yo no creo: quede claro –, el Sacro Colegio Cardenalicio en pleno y los arzobispos y obispos del orbe católico se habrían rasgado las vestiduras y habrían salido a pública palestra para denunciar tal barbaridad. Todos ellos, obviamente, habrían de proceder según los pasos de la corrección fraterna, pues de hermanos en el episcopado se trata:
15 Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
16 Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
17 Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Mateo 18, 15-17
Primero, en privado, luego con dos o más testigos igualmente en privado; y, por último, en público. Y si no rectificare después de todo, se le consideraría un pagano.
La verdad es que yo no he leído ni oído ni una sola palabra del propio Papa Francisco sobre este asunto, lo cual avala mi tesis de que semejantes herejías no se le han podido pasar por las meninges. Tampoco he leído una sola palabra de obispos o cardenales… Así que de este tema del Hellgate”, nada de nada. Porque desde el Jueves Santo hasta hoy, ya habrían tenido tiempo de hacer cualquier tipo de corrección fraterna o comunicado público: tanto el Papa para corregir al periodista o rectificar sus hipotéticos errores (improbables, por no decir imposibles), como los obispos para denunciar herejías y exigir rectificaciones, dimisiones o ceses1. Y hoy ya es 5 de abril: han pasado ya muchos días desde esa supuesta conversación privada y nadie de la jerarquía de la Iglesia ha dicho ni “mu”.
Podemos seguir tranquilos. ¡No hay ningún motivo de escándalo! No hay ningún dogma ni ningún sacramento que hayan sido cuestionados por el Papa. La doctrina de la Iglesia sigue intacta. Nuestros obispos son apóstoles valientes que nunca permitirían desviaciones doctrinales ni herejías en el seno de la Iglesia. No son “perros mudos”, como dicen las malas lenguas, sino “Domini canes”. A buen seguro que siempre encontraremos a nuestros prelados – o al menos a la mayor parte de ellos – dispuestos a arriesgar sus cargos, sus seguridades, su estabilidad económica e incluso sus propias vidas, si fuere preciso, por mantener impoluto el depositum fidei.
Leo en la página web de los jesuitas de chile que Jorge Costadoat SJ ha creado el “Oráculo Cristosófico”: “como un método para leer la palabra de Dios y aplicarla a la propia vida, el sacerdote jesuita fabricó un “Tarot Cristiano", que está a la venta en el Centro de Espiritualidad Ignaciana”. Así que yo, para mayor seguridad ante este caso del “Hellgate”, ni corto ni perezoso, he decidido consultar el Tarot Cristosófico y he aquí el mensaje del Oráculo:
“Vivimos una nueva primavera de la Iglesia y eso resulta obvio e incuestionable, aunque seguro que siempre saldrá algún aguafiestas a ponerlo en duda: ¿Acaso no estamos en abril? La primavera es la primavera… Las semillas que se sembraron en el Concilio ahora germinan en este nuevo renacer misericordioso. ¡Oh, primavera, primavera! Una nueva Iglesia es posible, una iglesia “amorlaeteciada", hospital de campaña; un nuevo paradigma, un esplendor del arco iris inclusivo que rompe muros y tiende puentes hacia y desde las periferias; una Iglesia en salida, una explosión de ternura para todos, todas y todes.
Si quiere usted más información sobre la primavera, no consulte la AEMET, sino Religión Digital y lea usted al Primaveras por antonomasia”.
Y aquí termina el mensaje del Oráculo Cristosófico y su profético discernimiento de los signos de los tiempos. Así que déjense de especular con las imposibles e impensables herejías del Papa y disfruten: nadie puede detener la primavera en primavera.
¡Prohibido quejarse!

Post Scriptum: por favor, no perdamos el sentido del humor. 
1. Hoy, 5 de abril, el Cardenal Burke (sí, otra vez Burke) sale en público a defender la fe de la Iglesia:
Pedro L. Llera

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