Jesús nos revela la verdad del hombre y es Ley de carne
para corazones de carne.
SUBIÓ
A UN MONTE, Y ABRIENDO SU BOCA ENSEÑABA DICIENDO… (Mt 5,1) == Mateo sitúa las Bienaventuranzas en
este monte, para destacar el paralelismo con el otro monte famoso, el Sinaí,
donde nos dio Dios las tablas de la Ley. Aquello era una ley de piedra para
corazones de piedra, mientras que las Bienaventuranzas, autorretrato de Jesús,
son Ley de carne para corazones de carne.
En las
Bienaventuranzas Jesús se propone a sí mismo, a su propia persona, como Ley.
Cierto que las normas morales son una muleta útil y necesaria para los que
renqueamos, pero la ética cristiana es mucho más. No es una colección de reglas
sino una inyección de vida; no consiste en “hacer
algo” sino en “hacerse a Alguien”.
Moisés
subía a la cumbre para parlamentar con Yahvé y bajaba al campamento para
transmitir sus oráculos. ¡Trabajoso oficio el de mediador!: no daba abasto con
tanto subir y bajar en sandalias, por esas cuestas escarpadas, hincándose los
chinos en sus proféticos y zurrados pies.
¡Con
Jesús es más fácil! Él no sólo es el nuevo Moisés, el nuevo Intermediario
tierra/cielo, sino también el nuevo Sinaí: Cristo, en efecto, es el Lugar por
donde nosotros subimos a Dios y por donde Dios desciende a nosotros. Este
incesante subir y bajar que se da en la Persona misma de Jesús es lo que se
llama PASCUA, que significa en hebreo Paso,
Tránsito, Circulación, Movimiento.
CORAZÓN
DE PIEDRA Y CORAZÓN DE CARNE. == Este
corazón de piedra tan falso e inhumano es el mío y, curiosamente, el corazón
tierno y queredor, aquel con que amo realmente, me lo das tú, Señor: es un
regalo. Qué extraño: lo más mío, o sea mi amor, procede de más allá de mí, o
sea Tú. Eres más íntimo que mi propia intimidad. Pues yo, si sólo soy yo,
entonces apenas soy yo.
El regalo
que Dios da a la persona es la persona misma que recibe el regalo. El que lo
recibe y lo recibido son lo mismo.
ARRANCARÉ
DE VUESTRO PECHO EL CORAZÓN DE PIEDRA
(Ezequiel 36, 26) == Sólo una mano divina puede meterse en mi pecho y agarrarme
esta pieza dura y enquistada. ARRANCARÉ: porque
si es de piedra hay que sacarlo así, haciendo fuerza. La ternura de Dios se
experimenta, paradójicamente, en el desgarramiento, la aflicción, el desamparo.
Si al proponerte cambiar de vida te sientes de esta manera, es que has
ingresado en el quirófano de Dios: prepárate para un trasplante decisivo: ARRANCARÉ… Y PONDRÉ UN CORAZÓN NUEVO, DE CARNE…
AMARÁS
AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN CON TODA TU ALMA Y CON TODO TU
ENTENDIMIENTO (Mt
22,34-40). Jesús responde al doctor de la Ley con esta cita del Deuteronomio,
que a su vez forma parte de la “Shemá”, la
oración principal entre los judíos. Expresa el don de sí personal, con el cual
uno se toma y se ofrece a Dios como un todo, CON TODO
EL CORAZÓN (TOTO CORDE). No en vano la recitaban los judíos al
encaminarse a la cámara de gas de Auschwitz. En ella, en efecto, se vislumbra
el nexo entre el amor y la muerte. La muerte es el único momento de la vida en
que uno puede darlo todo sin recibir nada a cambio. Por eso la muerte es un
momento privilegiado para el amor. Todo amor entraña cierto morir y todo morir,
si es en Cristo, se resuelve en amor.
La
tradición puritana y racionalista menosprecia el corazón porque lo reduce a
mera sensiblería poco fiable. La noción genuinamente cristiana, en cambio,
considera el corazón como símbolo de la totalidad de la persona y órgano de su
donación; es aquello con que amamos y aquello que entregamos al amar.
Sólo da
quien da todo; sólo da quien pierde lo que da; sólo da quien da para siempre.
La virtud de la pureza entrena precisamente para esto: para darse uno CON TODO EL CORAZÓN, TOTO CORDE. Es la pedagogía del
amor: dominarse para tomarse, tomarse para darse.
El
corazón pétreo es el que sigue el siguiente proceso:
1) sé lo que debo hacer;
2) me cuesta hacer lo que debo;
3) me agobio y no lo hago;
4) el no hacerlo me desalienta;
5) visto el resultado, opto por no pensar lo que debo hacer;
6) no pensar es eludir la verdad, por lo tanto me instalo en la mentira,
que es menos incómoda;
7) me acabo creyendo mi engaño;
8) la mentira se hace a mí, cristaliza, y me petrifico ante Dios;
9) desisto de mi vocación, me dejo arrastrar, evito mirarme a la cara;
10) anestesio mi frustración con buena dosis de sensacioncillas
epidérmicas, activismo frenético, emociones fáciles, amistades etílicas,
pantallismo compulsivo, y demás formas de alegría estupefaciente…
El
corazón de carne, en cambio, es el que SE HA ATREVIDO A
CRISTO, ha recibido su descarga, se ha conectado al enchufe instalado
por Él mismo, o sea la Iglesia. Jesús desbarata desde el principio el círculo
vicioso, porque da no sólo luz para ver, sino fuerza para poder. Como está
escrito: ARRANCARÉ DE VUESTRO PECHO EL CORAZÓN DE
PIEDRA Y OS PONDRÉ UN CORAZÓN DE CARNE (Ezequiel 36, 26-27).
TUVE
MIEDO Y ME ESCONDÍ PORQUE ESTABA DESNUDO (Génesis
3, 10). ¿Qué es la desnudez sino sentir tu mirada, Señor, calándome hasta los
huesos? ¿Pues quién soy yo sin estos ropajes de mi personaje social, con los
que intento librarme del miedo congénito? Mi posición, mis seguridades humanas,
mi prestigio: este es el tinglado que te gusta, Señor, derribarme, ¡ay!, látigo
en mano: ¡QUITAD ESTO DE AQUÍ! (Jn 2,16).
Cuando
oro a corazón abierto, oración quirúrgica y sincera, y veo a mi persona sin
personaje, siento miedo. Pero aquí estoy, Señor, sosteniendo tu mirada: MÍRAME
Y APIÁDATE, PORQUE SOY POBRE Y DESGRACIADO (Salmo 69, 6).
La
responsabilidad es el rostro de la libertad. Y esto se aprende en la familia.
En ella cada uno vale por sí mismo y por eso responde de sus actos y da la
cara. ¿DE QUIÉN ES ESTA CARA? (Mt 22, 20). Sólo
entonces se entiende el precepto del Señor: DAD AL
CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR… La familia es escuela y fundamento de todas
las formas de justicia social.
La moral
evangélica más que un mandato es una invitación: VENID
A LAS BODAS (Mt 22, 4). Y el pecado, más que transgredir una ley es
perderse una fiesta: ESTÁ LISTO MI BANQUETE, HE
PREPARADO TERNEROS Y RESES CEBADAS, TODO ESTÁ A PUNTO. La desgracia del
pecador consiste en renunciar a lo mejor con tal de retener lo propio: Y MARCHARON QUIEN A SU CAMPO, QUIEN A SU NEGOCIO.
El que
presume de realista muchas veces no es sino un pragmático, al pragmático le
importa más lo práctico que lo real; prefiere lo hacedero a lo verdadero.
Porque, en efecto, aceptar lo real es a veces muy poco práctico, ya que acarrea
engorrosos problemas. Que se lo digan a Pilato, que se encogió de hombros
diciendo “¿Y QUÉ ES LA VERDAD?” (Jn 18, 38), y
de este modo tan “realista” se libró de esa
fuente de problemas llamada Jesús.
Diversión
basura == ¿Qué diferencia hay entre el que se divierte y el que “se empeña en convencerse” de que se divierte? Por
fuera se parecen, pero entre ellos hay un abismo. En el primero la diversión
manifiesta la vida que rebosa, en el segundo disimula la vida que le falta. El
rastro de uno es la amistad, el del otro, la basura. Cada cual saca fuera lo
que tiene dentro.
LO
QUE DIOS HA UNIDO NO LO SEPARE EL HOMBRE == En el
novio o la novia Dios ha unido:
la belleza de su cuerpo con la de su espíritu,
su sexualidad con la vocación personal,
su palabras con la silencio,
su razón con su pasión,
sus encantos con sus defectos,
su presencia con su ausencia,
su juventud con su vejez,
su hoy con su ayer y con su mañana.
Reconciliar
estos extremos es el cometido de la pureza de corazón, virtud integradora por
excelencia, que lo abraza todo para que no se pierda nada. LO QUE DIOS HA UNIDO NO LO SEPARE EL HOMBRE. Este
principio, por tanto, no sólo preside lo que viene después de la boda sino lo
que la precede, pues el amor es el supremo misterio de la unidad. Y si no se
saben vivir estas formas previas de unión, ¿cómo se vivirá aquella otra que
sólo comienza en la boda?
SOLO
TÚ SEÑOR, SÓLO TÚ, ALTÍSIMO (Oración
del Misal) == Hay que vivir en segunda persona del singular. Solo quien sabe
conjugar el tú puede llegar al nosotros. La segunda del singular es la única
persona gramatical que conoce el bebé, y delante de Dios no somos más que eso.
El tú es la clave de la verdad, incluso aquella verdad que descubro a solas
delante de los libros: en todas partes late el Tú divino que me interpela.
Toda
verdad, ya sea rezada, pensada, estudiada o investigada, siempre implica una
relación personal: es algo que alguien dice o escucha a alguien.
Los
apóstoles ESTABAN TRISTES Y LLOROSOS en la
mañana de la Resurrección. Hasta que llegó Cristo y LES
REPRENDIÓ POR SU DUREZA DE CORAZÓN POR NO CREER A LOS QUE LE HABÍAN VISTO. (Marcos
16, 14)
Cuesta
creer la alegría. La tristeza es incrédula. Para el triste la alegría es hueso
duro de roer. Igual que la luz en los ojos del recién nacido, así la alegría
causa dolor en el triste.
Si buscas
la felicidad como un derecho nunca la encontrarás como un regalo (es decir,
como lo que es).
La
desgracia de la lujuria es que agusana el amor “por
dentro”, dejando intacta, al menos al principio, su apariencia.
El gusano
no ve la manzana que se come. La pureza, en cambio, es la distancia que se
toman los amantes para verse mejor.
Pbro. Dr. Pablo Prieto
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