En el año 2016, ante ciertos
rumores que corrían por entonces, publicábamos AQUÍ un artículo titulado “Perón y las diaconisas” donde intentábamos
explicar cómo el ministerio del
diaconado fue siempre en la Iglesia un privilegio masculino. Pensábamos
que los rumores de “diaconisas” se habían
calmado pero, hace unos días, nos enteramos de lo contrario.
Pues sí, como lo
leen. Parece que se vienen nomás las diaconisas, pero sin llamarse diaconisas,
claro. Resumamos lo que hemos venido leyendo para estar
atentos.
Uno de los frutos del Concilio
Vaticano II ha sido sin duda la creación del sínodo de los obispos
como una institución permanente. La
idea en sí retomaba la tradición de los sínodos, tanto de la Iglesia Oriental
como de la Occidental, pero con un riesgo: la posibilidad de manipularlos
conforme a diversos “espíritus”. Basta
recordar el sínodo de 1974 que dio como fruto el documento Evangelii nuntiandi de
Pablo VI en el que se estuvo a punto de discutir seriamente el sacerdocio femenino alentando, al
mismo tiempo, la teología de la liberación. Fue el joven cardenal Karol Wojtyla quien frenó la
cosa.
Pues allí hubo un sínodo, pero
no fue el único; hace un par de años hemos visto también realizarse el Sínodo de las familias
que tantas confusiones e interpretaciones sigue trayendo hoy su
exhortación post-sinodal Amoris laetitiae.
Es que, como dice el Padre
Federico Highton, “hay que saber leer los sínodos
de los tiempos”.
Ahora bien: en la segunda
mitad de este año se reunirá en Roma la
Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos cuyo tema de discusión
será Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional
y así como en el sínodo de la familia el objetivo fue analizar la posibilidad
de que se acercaran a la comunión eucarística los adúlteros (con perdón del semantema fascista), el
Sínodo de los jóvenes tendría como fin, entre otras cosas, reposicionar a la mujer habilitando
una suerte de diaconado femenino sin
llamarlo así. Así como lo leen…
Se trata de un carísimo tema
por el cual cierta progresía eclesial ha venido luchando desde los años ’70;
fue –sin ir más lejos– en el cercano año de 1972 que el dubitativo Pablo VI,
promulgó una carta apostólica titulada Ministeria quaedam en la que, además de abolir las órdenes
menores, determinaba que los “ministerios”
del lectorado y acolitado, eran propios de los laicos –ya no órdenes menores– alentando a las conferencias episcopales a la
“creatividad”
para la invención de otros nuevos ministerios. Veamos: “Nada impide que las conferencias episcopales
soliciten a la Santa Sede la creación de otros cargos, más allá y por encima de
los que son comunes a toda la Iglesia, si llegan a la conclusión de que eso es
necesario o útil por razones que son peculiares a sus propios territorios. Son
ejemplos de este tipo de cargos los de exorcista, portero y catequista”.
En el Sínodo de los jóvenes, según nos ha llegado,
se intentaría abrir una puertecita, a partir de aquí, para la creación de un nuevo ministerio destinado
a las mujeres que las convertiría prácticamente en diaconisas, sin
utilizar ese término, claro. Hablamos del “ministerio del ginacolitado”.
No…; no leyó mal. No serán “ginecólogas”, sino “ginacólitas”.
Pues sí: el tema será
discutido abiertamente el próximo mes de julio en el V Congreso Americano Misionero, que tendrá lugar en Santa Cruz de la Sierra
(Bolivia). Quien desee chequearlo no tiene más que leer el Instrumentum laboris donde,
en sus números 271-273 reza:
272.
De estas notas sale el perfil y la misión específica de las mujeres, con el
rango de ministerio eclesial, como
“ginacolitado”, que podría tener las siguientes funciones y atribuciones
ministeriales: Sus funciones específicas serían:
a.
La de la proclamación y predicación
Evangelio en la Iglesia y en el mundo, como los diáconos;
b.
El ministerio de la consolación ante el vasto mundo del dolor en cualquiera de
sus múltiples manifestaciones (atención a los enfermos, pobres, encarcelados,
refugiados, marginados, descartados de todo tipo, es decir, ante “los
crucificados” del tiempo presente);
c.
La corresponsabilidad con el párroco,
en el marco de la comunidad parroquial, si bien, como ocurre con los diáconos, se trata de una corresponsabilidad
subordinada a la del párroco, cuyas atribuciones se pueden estipular bien en el
funcionamiento del Consejo Parroquial.
d.
Y podrían celebrar los sacramentos del
Bautismo y del Matrimonio, al
igual que los diáconos actuales.
273.
Las mujeres ginacólitas serían mujeres,
religiosas o laicas solteras o casadas, que, tras estudiar el mismo
curriculum teológico de los sacerdotes, llegan a ser teólogas, como los
presbíteros, se forman como tales en comunidades cristianas de vida compartida,
con las exigencias convenientes y reciben
de parte del Obispo el ministerio del Ginacolitadoasí como el
nombramiento pastoral para la parroquia o comunidad cristiana que les
corresponda.
A prepararse
entonces.
Que se vienen
las diaconisas; perdón… las ginacólitas o párrocas con tacones.
Que
no te la cuenten…
P. Javier
Olivera Ravasi
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