El portal
católico Aleteia, apoyado
por la Santa Sede (Consejos Pontificios para las Comunicaciones Sociales y para
la Promoción de la Nueva Evangelización) continúa con la publicación de
preguntas y respuestas en torno a la fe. El sacerdote uruguayo Miguel Pastorino, miembro de la Red
Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) acaba de contestar a una cuestión candente de la nueva religiosidad.
PREGUNTA: ¿UN CRISTIANO PUEDE ADMITIR LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN?
Quizás
porque hablamos poco de la vida después de la muerte, muchos cristianos han
buscado respuestas en tradiciones incompatibles con el Evangelio, sin caer en
la cuenta del conflicto que crean con su fe. Una de ellas es la reencarnación:
¿le es posible a un cristiano creer en ella?
RESPUESTA: No, la
creencia en la reencarnación es absolutamente incompatible con la fe en la
resurrección, pues predica la desvinculación entre el espíritu y la materia.
Muchos cristianos la admiten porque desconocen su propia fe, y esto ha llevado
a mucha confusión respecto al tema.
REFERENCIAS
REFERENCIAS
1. La reencarnación
es un concepto procedente de la espiritualidad oriental, y afirma que el
espíritu debe desvincularse del cuerpo material en el que reside.
Aunque hay muchas variantes
sobre la creencia en la reencarnación, podemos definirla como la “doctrina según la cual el alma del hombre pasa a través
de varios cuerpos hasta que se libera de todo vínculo con la materia”. La reencarnación es una creencia de origen
oriental, difundida en los ambientes de la Nueva Era con algunos retoques de
occidentalización que la han puesto de moda, incluso entre cristianos que se
han apartado de su propia fe. Esta concepción parte del presupuesto de que las
almas, después de la muerte, se reencarnan en otro cuerpo, y vuelven a esta
vida para pagar por obras que hicieron en el pasado (hinduismo) o para
perfeccionarse vida tras vida (espiritismo).
La versión que se difunde más en occidente, gracias a la literatura
espiritista y gnóstica, es mucho más seductora, porque deja de lado los
aspectos más duros y negativos (castigo en próximas vidas), para centrarse en
un plan egocéntrico de autorrealización, madurez espiritual, evolución, y
acumulación de experiencias. Y en las versiones más psicologistas (S. Grof, T. Dethlefsen, B. Weiss)
se explicarían fácilmente todos los males de la vida como consecuencias de
problemas en vidas anteriores.
No cabe duda de que las
doctrinas reencarnacionistas quieren dar una respuesta a problemas
existenciales como el origen del mal, el porqué del sufrimiento, la existencia
de desigualdades, el sentido de la justicia más allá de la muerte… pero niega
el amor de Dios, la salvación, el perdón divino, y no asume el libre albedrío,
sino un destino fatal movido por una ley implacable donde cada uno sólo está en
manos de sí mismo.
Actualmente hay mucha
confusión y desconocimiento debido a la avalancha de libros de “autoayuda", películas, telenovelas y series
televisivas que difunden doctrinas de este tipo como una evidencia científica.
Algunos autores promotores del espiritismo, la metafísica y la autoayuda
esotérica han promovido falsas ideas sobre el tema.
Es comprensible que si uno es
budista, o se adhiere a las creencias del hinduismo, por ser coherente con la
propia doctrina, crea en la reencarnación. Como debería ser obvio que un
cristiano crea en la resurrección, y no en la reencarnación.
El problema es que muchos
cristianos que desconocen en profundidad su propia fe han asumido una avalancha
de doctrinas extrañas a su fe como conciliables con ella. Han sido influidos
culturalmente por las creencias espiritistas, teosóficas, antroposóficas,
esotéricas y gnósticas, especialmente las promovidas por la literatura “New Age". La creencia en la reencarnación,
en su versión occidental, es también asumida y difundida por los movimientos
contactistas que predican el contacto extraterrestre.
2. Esta creencia es contraria a la doctrina y la tradición cristiana y totalmente incompatible con la fe en la resurrección atestiguada en la Biblia y con la fe en Jesucristo como Salvador.
La fe judía y cristiana revela
al ser humano como un ser único e irrepetible, atestigua la resurrección y
revela que las personas cuando mueren van al encuentro del Señor, nadie se
reencarna en otro cuerpo, ni tampoco queda vagando como un espíritu por el
mundo -o en otros planetas-, como creen los espiritistas.
Para la fe cristiana, el ser
humano tiene una identidad única en cuerpo y alma, y no hay karma, ya que
existe el perdón de un Dios que salva. Jesús mismo le dice al ladrón en la
cruz: “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,39), por lo que encontramos aquí un ladrón
sin karmas y reencarnaciones que llega al cielo definitivo.
Creer en el amor infinitito de
un Dios que salva y perdona no admite la soledad de estar en manos de una ley
fría y universal de causa y efecto. Además, para una antropología cristiana, la
reencarnación banaliza la muerte, el cuerpo y la propia identidad, convirtiendo
a éstas en meras realidades accidentales.
Pero la Biblia es
clara para quienes creen en la revelación judeocristiana:
“Muchos
de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida
eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno. Los doctos brillarán como
el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como
las estrellas, por toda la eternidad” (Daniel 12,2-3).
“Al
llegar a su último suspiro dijo: Tu, criminal, nos privas de la vida presente,
pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a
una vida eterna” (2 Macabeos 7,9).
“…Pues
de no esperar que los caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por
los muertos…” (2 Macabeos 12,44).
“…las
almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento
alguno. A los ojos de los insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por
quebranto su salida y su partida de entre nosotros por completa destrucción:
pero ellos están en paz” (Sabiduría, 3,1-3).
“Está
establecido a los hombres que mueran una sola vez, y luego el juicio…” (Heb. 9,27).
El mismo San Pablo afirma que si Cristo
resucitó, todos resucitaremos, y la fe cristiana está apoyada en la
resurrección de Cristo. (1 Cor 15). Y al leer este capítulo de la primera carta
a los Corintios, es evidente que nuestra resurrección es como la de Jesucristo,
por lo que hay una vida nueva y definitiva, no un paseo por diferentes cuerpos.
EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
ENSEÑA:
“En
la muerte, Dios llama al hombre hacia sí. Por eso, el cristiano puede
experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de San Pablo: “deseo partir
y estar con Cristo” (Fil 1,23)…
La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin “el único curso de nuestra vida terrena”, ya no volveremos a otras vidas terrenas. Está establecido a los hombres que mueran una sola vez (Heb 9,27). No hay “reencarnación” después de la muerte” (CIC 1011-1013).
La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin “el único curso de nuestra vida terrena”, ya no volveremos a otras vidas terrenas. Está establecido a los hombres que mueran una sola vez (Heb 9,27). No hay “reencarnación” después de la muerte” (CIC 1011-1013).
La Iglesia siempre
ha creído que a la muerte le sigue inmediatamente el juicio, el encuentro con
Dios.
“Del
mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que
vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para
siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día… Creer
en la resurrección de los muertos desde sus comienzos es un elemento esencia de
la fe cristiana… somos cristianos por creer en ella” (CIC 989-991).
La Palabra de Dios enseña que
esta es la única vida terrena decisiva y el destino del hombre se decide
irrevocablemente en esta vida.
Además la creencia en la
reencarnación también niega la necesidad de salvación, ya que cada uno se
salvaría a sí mismo, en un camino de superación individual de causa-efecto. En
cambio, en la fe cristiana creemos que somos salvados gratuitamente por Dios,
que Jesucristo cargó con nuestros pecados y nos regala su perdón y la vida eterna.
Para la fe cristiana, queda
excluida toda concepción cíclica del mundo, pues el hombre tiene una historia
única delante de Dios, porque Dios le ha creado y querido como ser único e
irrepetible.
La manifestación gloriosa de Jesucristo al final de los tiempos es el punto final de la historia, no hay para nuestra fe un ciclo interminable de historias.
La manifestación gloriosa de Jesucristo al final de los tiempos es el punto final de la historia, no hay para nuestra fe un ciclo interminable de historias.
La reencarnación choca con las
creencias fundamentales y centrales de la fe cristiana, no es algo secundario. San Agustín, en La Ciudad de Dios, escribe claramente cuál es
el destino del cristiano más allá de la muerte: “Cristo
ha muerto una sola vez por nuestros pecados; resucitado de entre los muertos,
no muere ya y la muerte no tiene dominio sobre él. También nosotros después de
la resurrección, estaremos siempre con el Señor al que ahora decimos con el
salmo: Tú, Señor, nos guardarás y nos custodiarás desde esta generación
eternamente”.
3. Ni la reencarnación es tan antigua como dicen, ni está en la mayoría de las religiones, ni tiene fundamento científico, y mucho menos tiene algo que ver con la Biblia.
Existen muchas falsas ideas
extendidas en torno a la posible compatibilidad entre la doctrina cristiana y
la reencarnación.
Algunos dicen que la Iglesia
Católica borró algunas citas de la Biblia que hablaban de la reencarnación,
especialmente en el Concilio de Nicea. Eso es falso, porque nunca en la fe
judía ni en la cristiana se creyó en la reencarnación.
También esgrimen como
argumento que un Padre de la Iglesia, Orígenes,
creía en la reencarnación. Pero tampoco es cierto, porque este gran teólogo
cristiano creía que las almas pre-existían, no que se reencarnaban. Y la
doctrina de la preexistencia de las almas también fue condenada.
También dicen los espiritistas
que la reencarnación es la creencia más antigua y universal, lo cual tampoco es
cierto, porque en los textos del hinduismo sólo aparece a partir del s. VII
a.C. y no en los Vedas, que son más
antiguos; tampoco la admiten las antiguas religiones chinas (taoísmo y
confucianismo), ni la antigua religión egipcia, aunque el Libro de los muertos
tiene algunas menciones a la metempsicosis, pero no es lo mismo.
Ni los persas, ni los pueblos
africanos manejaron esta idea. En los griegos antiguos no hay ideas de
reencarnación; es Pitágoras a quien
se le atribuye, y la retoma poéticamente Platón. Pero Homero,
a pesar de transmitirnos las ideas de su tiempo sobre la supervivencia de las
almas, no tiene un solo texto alusivo a nada que se parezca a reencarnación.
Muchos espiritistas utilizan
citas de la Biblia sacadas de contexto sobre la vuelta a la vida de Elías o de
Juan el Bautista, atribuyéndole la reencarnación, cuando en realidad el texto
bíblico nunca se refiere a una idea de ese estilo.
Otros autores llegan a decir
que hay evidencias científicas de la reencarnación por “terapias de vidas pasadas”, como las del Dr. Brian Weiss, y en realidad no sólo no son científicas, sino que
según varios expertos son una “colección de
absurdos”, escritos de un modo
muy convincente para el gran público. Una corriente sin base científica muy
extendida que hace “regresiones hasta vidas
pasadas” es la psicología
transpersonal de Stanislav Grof,
que empleaba el LSD y luego la respiración holotrópica para hacer regresiones y
obviamente los resultados eran toda clase de alucinaciones. El Dr. Kurt Koch, en más de 103 casos
investigados durante 15 años, comprobó los serios disturbios y daños psíquicos
de quienes se someten a estos “viajes” a vidas anteriores
Secretaría RIES
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