Reúnense aquí las contemplaciones
referentes al santo sacrificio de la Misa, reproducción genuina del Calvario,
donde Jesús se ofreció expiatoriamente por la humanidad caída, sobre los restos
de Adán, allí debajo sepultados. La vidente revela que los patriarcas
celebraban sacrificios ante un altar donde colocaban huesos de Adán y de otros
justos del Antiguo Testamento. Los apóstoles continuaron Za tradición que la
Iglesia mantiene al realizar la Misa sobre el ara que encierra huesos de santos
y mártires.
El sentido teológico de la Misa y
su trascendencia espiritual están expuestos con asombrosa sencillez y
ortodoxia. Tan elevado es este augusto Sacrificio, que hasta Zas celebraciones
hechas con disipación, son suplidas necesariamente de modo sobrenatural. Las
consideraciones acerca de Zas negligencias de algunos celebrantes, mueven a
meditación e invitan a un estado de mayor gracia personal.
1. El valor
de la santa Misa.
En la festividad de San Isidro
Labrador me fueron enseñadas muchas cosas acerca del valor de la Misa que se
dice y que se oye. Supe que es una gran dicha que se digan tantas misas, aunque
las digan sacerdotes ignorantes o indignos, pues mediante ellas se libran los
hombres de peligros, castigos y azotes de todo género. Conviene que muchos
sacerdotes no sepan lo que hacen; que si lo supieran, no celebrarían por temor,
ni ofrecerían el santo Sacrificio.
Ví cuán admirables bendiciones nos
vienen de oír la santa Misa y que con ellas son impulsadas todas las buenas
obras y promovidos todos los bienes y que muchas veces el oírla una sola
persona de una casa basta para que las bendiciones del cielo desciendan aquel
día sobre toda la familia. Vi que son mucho mayores las bendiciones que se
obtienen oyéndola. que encargando que se diga y se oiga por otros. Ví que las
faltas que se cometen en la Misa son compensadas con auxilios sobrenaturales.
2. Imagen
de las distracciones. de un sacerdote en la santa Misa.
Tuve también una visión acerca de
las faltas cometidas en el servicio divino celebrado en la tierra y ví como
estas faltas son suplidas y remediadas de modo sobrenatural. Pero me es difícil
y aún imposible decir cómo he visto todo esto; cómo se comprenden y se
armonizan entre sí todos estos cuadros y cómo cada uno de ellos se explica y
aclara en otro. Es muy de notar que las faltas y negligencias cometidas en la
celebración del culto aquí en la tierra sólo hace culpable al que incurre en
ellas, porque el Culto divino debido al Señor se compensa y se suple de un modo
más elevado. Así se me representan principalmente, entre otras faltas, las
distracciones de los sacerdotes mientras ejercen el ministerio; por ejemplo,
mientras celebran la Misa; veo al sacerdote allí donde están sus pensamientos y
entre tanto veo en el altar, en lugar de él, a un santo que hace sus veces.
Estos cuadros muestran de un modo
espantoso la gravedad de la culpa del que celebra los sagrados ministerios sin
devoción ni atención. Así, por ejemplo, veo salir de la sacristía a un
sacerdote revestido para decir misa; pero en vez de acercarse al altar, sale de
la iglesia y se dirige a una fonda, o a un huerto, o va a cazar a casa de
alguna persona, o a leer, o a alguna reunión; lo veo aquí o allá, adonde van
sus pensamientos, precisamente como si él fuese en persona a esos lugares, lo
cual causa compasión y vergüenza. Pero es conmovedor ver que, entretanto, un
sacerdote santo celebra los divinos oficios en lugar de aquel otro que divaga.
Con frecuencia veo al tal sacerdote alguna vez en el altar, pero muy pronto se
vuelve a otro lugar poco conveniente. A veces veo que estas distracciones duran
largo rato. La enmienda se me representa en estos casos en forma de constancia
y recogimiento en el culto.
En varios lugares veo quitar mucho
polvo y basura de los vasos sagrados, los cuales se vuelven resplandecientes y
como nuevos.
3. Ve la
excelencia y la significación de la santa Misa.
(Mediados
de Agosto de 1820)
Veo en todas partes sacerdotes
rodeados de las gracias de la Iglesia y de los tesoros de los méritos de Jesús
y de los santos, enseñando, predicando y ofreciendo el santo Sacrificio, pero
muertos y tibios espiritualmente. Me fué mostrado un pagano que en lo alto de
una columna hablaba de un nuevo Dios, con tal elocuencia que todo el pueblo se
conmovió y participó de sus sentimientos y deseos.
Estas visiones me han turbado de
día y de noche, tanto que no sé qué partido tomar. El estado actual de miseria
y corrupción se me muestra en relación con un estado anterior mejor que el
actual, y así tengo que orar sin intermisión.
¡Cosa monstruosa es celebrar
indignamente la Misa! ¡Oh! ¡No es indiferente el celebrarla bien o mal! Supe
por un cuadro inmenso de los misterios de la santa Misa, que todo lo que hay de
santo desde el principio del mundo se refería a ella. He visto el Alfa y el
Omega. He visto la significación del círculo, de la forma redonda de la tierra
y de los cuerpos celestes, de los contornos redondos de las apariciones y de la
hostia. He visto la correlación de los misterios de la Encarnación, de la Redención
y del santo sacrificio de la Misa y cómo María comprende lo que ni el mismo
cielo puede comprender. Estas visiones se extendían a todo el Antiguo
Testamento. Vi los sacrificios desde la primera oblación y entendí la admirable
significación de los santos huesos. Ví la significación de las reliquias de los
altares donde se dice la Misa.
Ví los huesos de Adán descansar en
el monte Calvario y por cierto algo sobre el nivel del mar, exactamente bajo el
lugar en que Cristo fué crucificado. Miré dentro de una cueva y ví el esqueleto
de Adán. Ví que las aguas del diluvio habían dejado intacto este sepulcro; que Noé
tenía en el arca parte de esos huesos; que los puso en el altar cuando ofreció
el primer sacrificio, como después hizo Abrahán, y que los huesos que éste
colocaba en el altar eran los mismos de Adán, que había recibido de Sem. Así la
muerte de Jesucristo en el Calvario, sobre los huesos de Adán, es una
significación de la santa Misa, que se celebra sobre las reliquias que están en
el ara del altar. Los sacrificios de los patriarcas eran una preparación a este
sacrificio de la Misa. Así, mediante los huesos que los patriarcas ponían sobre
el altar, recordaban a Dios sus promesas.
4. Ve a Noé
y a Moisés ofrecer sacrificios.
Ví a Noé ofrecer en el arca
sacrificios de incienso; el altar estaba cubierto de blanco y rojo. Siempre que
sacrificaba u oraba ponía en él los huesos de Adán. Estos huesos los poseyó
juego Abrahán, a quien los ví poner en el altar de Melquisedec. La parte
posterior del altar miraba al norte. Los patriarcas edificaban siempre el altar
en esta posición, porque el mal venía del Norte.
También vi a Moisés orando ante un
altar donde estaban los huesos de Jacob. Cuando derramaba sobre el altar alguna
cosa, levantábase una llama y en ella echaba el incienso y los perfumes. En la
oración conjuró a Dios por la promesa que el mismo Dios había hecho a aquellos
huesos. Oró muy largo tiempo hasta que le rindió el cansancio; pero a la mañana
siguiente se levantó para orar de nuevo. Moisés oró con los brazos en cruz.
Dios no puede resistir a esta oración, pues su propio Hijo ha perseverado
orando así en la cruz hasta la muerte. Como había visto orar a Moisés, así vi
también orando a Josué cuando el sol se detuvo por su mandato.
5. Ve a la
Virgen y a San Juan en la representación de la santa Misa.
He invocado a Dios Padre pidiéndole
que se digne mirar a su divino Hijo, que a cada instante satisface por los
pecadores, que ahora mismo se ofrece y se ofrece incesantemente de nuevo.
Entonces he visto la representación de! Viernes Santo y que el Señor se ofrece
en el altar del sacerdote celebrante como se ofreció en la cruz y he visto de
un modo vivo, al pie, de la cruz a María y al discípulo Juan, Esto lo veo a
cada momento, de día y de noche, y veo la comunidad de los fieles, si oran bien
o mal, y cómo desempeñan los sacerdotes su ministerio. Veo primeramente a la
iglesia de aquí y después las iglesias y comunidades próximas, como se ve a un
cercano árbol cargado de frutas y alumbrado por el sol, y a lo lejos, otros,
agrupados o formando bosques.
Veo a todas horas, de día y de
noche, las misas que se dicen en todo el mundo y en comunidades muy remotas,
donde todavía se celebra como en tiempos de los apóstoles. Sobre el altar veo
en visión una asistencia especial con que los ángeles suplen las negligencias
de los sacerdotes. Por las faltas de devoción de los fieles ofrezco yo también
mi corazón y pido a Dios misericordia. Veo a muchos sacerdotes que desempeñan
su ministerio de un modo deplorable. Guardan las formas, pero muchas veces no
se cuidan del espíritu. Siempre tienen presente que los está viendo el pueblo,
y con esto no piensan que los ve Dios. Los escrupulosos quieren convencerse de
su propia devoción.
Muchas veces, durante el día, estoy
viendo de esta manera la celebración de la Misa por todo el mundo; y cuando me dirigen
alguna pregunta, me parece como si tuviera que interrumpir una ocupación para
hablar con un niño curioso. Es tanto lo que Jesús nos ama, que perpetúa en la
Misa la obra de la Redención; la Misa es la redención oculta que se realiza
constantemente en el Sacramento. Todo esto lo ví desde mis primeros años y
creía que todos los hombres lo veían como, yo.
6. Ve una
representación de la misa sacrílega.
Cuando ví a mi derecha la espantosa
imagen del niño crucificado, me volví a la izquierda; pero seguía viéndolo,
Entonces pedí a Dios que se dignara librarme de aquella escena y mi Esposo
celestial me dijo: “Mira otra cosa peor aún; mira
cómo me tratan diariamente en todo el mundo”. Vi entonces a los
sacerdotes que celebran la Misa en pecado mortal. Ví la Hostia sobre el altar,
como un niño vivo, y ví que era despedazado en la patena y ofendido de un modo
horrible: sacrificarlo así es asesinarlo.
Ví además un número indecible de
infelices que son hoy en día oprimidos, atormentados y perseguidos en muchas
partes y vi que todo esto sucedía como en la persona del mismo Jesús. Son malos
estos tiempos y no hay recurso alguno.
Sobre el mundo se extiende una
niebla espesa de pecados y todas las cosas se hacen con tibieza e indiferencia.
También en Roma vi a malos sacerdotes atormentar de esta manera al Niño Jesús
en la Misa. Ellos querían ver al Papa y exigirle una cosa muy peligrosa. Pero
el Papa veía lo mismo que yo: que un ángel los rechazaba con una espada desnuda
siempre que pretendían acercarse a él.
También en Roma vi a malos
sacerdotes atormentar de esta manera al Niño Jesús en la Misa. Ellos querían
ver al Papa y exigirle una cosa muy peligrosa. Pero el Papa veía lo mismo que
yo: que un ángel los rechazaba con una espada desnuda siempre que pretendían
acercarse a él.
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