¿Te imaginas no depender de nada ni de nadie para ser feliz? Lo que necesitas se llama sobriedad. Conócela.
La
sobriedad no sólo tiene que ver con no tomar y estar en tus cinco sentidos. Es
una manera de ser que abarca mucho más que el simple hecho de no beber alcohol
que nos permite controlarnos ante cualquier cosa.
El valor
de la sobriedad nos ayuda a darle a las cosas su justo valor y a manejar con sentido
común nuestros intereses y deseos, estableciendo en todo momento un límite
entre lo razonable y lo estúpido.
Piensa en
cómo influye en ti el entorno que te rodea, la publicidad, por ejemplo. La idea
que transmite de felicidad no es del todo cierta: necesitas tal tipo de ropa,
equis aparato de sonido, etc. Parecería que no puedes vivir sin ese coche, sin
esos pantalones, sin el reloj con el barómetro, sin la bolsa con nueve
compartimentos, sin la nueva mascara de Ralf Loren… nooooooooooooo.
Bueno, pues
el problema no es tanto la publicidad como que la idea de que “tener más”, “lo más novedoso” o lo “más caro” se convierte en la base de nuestra
seguridad personal, caemos en el despilfarro con tal de alimentar nuestra
soberbia y vanidad por el deseo de sobresalir, de estar a la moda y de
aparentar una mejor posición económica; sin reflexionar compramos 200 pares de
zapatos (ropa, accesorios, etc.) por estar a un precio rebajado, compramos
cuanto adorno y aparato aparece en el mercado para presumir…
Ahí es
donde la sobriedad se convierte en la mejor consejera. Este valor nos hace ver
lo que de verdad necesitamos, lo indispensable y de utilidad; y, gracias a ella
aprendemos a obtener el máximo uso y provecho de todo lo que tenemos, sin dejar
las cosas prácticamente nuevas y sin utilizar.
Para
adquirir sobriedad hace falta autodominio, es muy claro si se ilustra con el
exceso en la comida y la bebida por la imagen y efectos que produce, sin
embargo, esta falta de control se manifiesta en el excesivo descanso y la
distribución de nuestro tiempo: 10 horas del sábado viendo la tele, por
ejemplo.
También
debemos ser sobrios en nuestra forma de hablar, de comportarnos y de vestir:
¿qué tal el chavo de tu salón de clases que no le para la boca?
Cuando no
ponemos límites, llegamos a una insatisfacción por sistema en la que siempre
queremos más. De ahí surgen todos los vicios, desde el alcohol hasta las drogas
más pesadas, pasando por la dependencia a la comida, a la ropa, al sexo… y,
todo esto nos arrebata nuestra libertad.
Para
vivir este valor no hace falta pensar en grandes cosas y privaciones, una vez
más la respuesta está en cuidar los pequeños detalles:
– Antes de comprar algo reflexiona: si es necesidad, un simple lujo o un
verdadero capricho. Si es el caso, no inventes necesidades, se valiente y
reconoce que no vale la pena el gasto.
– Usa las cosas y no las cambies simplemente porque en el mercado hay
una nueva o porque todos tus amigos la compraron. En esta competencia sin fin
tu bolsillo es el más afectado.
– Reconoce tu verdadera situación económica y vive de acuerdo con tus
posibilidades. Cuando te decidas a hacerlo, aprenderás que las personas te
aceptan por lo que eres.
– Habla sólo lo necesario. Transmite ideas más que palabras.
– Viste de forma elegante y decorosa, la moda también puede cumplir con
este requisito.
– Evita el deseo de ser el centro de atención y aprende a divertirte: el
alcohol, las bromas de mal gusto y los desmanes, manifiestan inseguridad y
falta de autodominio.
– Haz el propósito de moderar tus gustos y apetitos: pon orden en tus
comidas, en tus horarios, aprovecha tu tiempo libre en aficiones que te
enriquezcan (aprender a tocar la guitarra, por ejemplo.
La
sobriedad no es negación ni privación. Es poner a tu voluntad y a tu persona por
encima de las cosas, los gustos y los caprichos, dominándolos para no vivir
bajo su dependencia. Es muy natural que al estar condicionados por nuestros
impulsos, nos cueste trabajo dejarlos, pero nunca es tarde para comenzar, con
pequeños esfuerzos, fortalecemos nuestra voluntad y desarrollamos este valor
necesario para aprender a administrar nuestro tiempo y nuestros recursos,
además de construir una verdadera personalidad.
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