El Jueves Santo se
celebra: La Última Cena; El Lavatorio de los pies; La institución de la
Eucaristía y del Sacerdocio y la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní
Por: David López | Fuente: Catolicos Con Acción
Por: David López | Fuente: Catolicos Con Acción
Sabías que este día, este jueves Santo se
conmemora la Institución de La Eucaristía como el regalo de Amor, también se
conmemora la Institución de uno de los Sacramentos de entrega y abandono total
al Señor: el Sacramento de La Orden Sacerdotal y La Vida de Servicio a los
demás.
Con la celebración del jueves Santo no solo se
abre el Triduo Pascual. En este día nuestra Iglesia
Católica conmemora la institución de la Eucaristía en
la Última Cena, pero a la vez con las Palabras mismas de Jesucristo Hagan esto en conmemoración mía, festejamos a todos los
valientes que dijeron sí, un sí de corazón como el de María a vivir una vida
consagrada a Jesús y con el gesto del lavatorio de pies también festejamos a todos aquellos que dedican
su vida a servir de manera humilde y extraordinaria a los demás cumpliendo el
último mandamiento de Cristo.
En este día que para algunos representa
tristeza, dolor e incluso traición, se celebran tres grandes acontecimientos,
por la mañana, tenemos en primer lugar la llamada Misa Crismal,
que es presidida por el Obispo Diocesano y concelebrada por su
presbiterio. En ella se consagra el Santo Crisma y se bendicen los
demás óleos, que se usan en la administración de los principales sacramentos.
Junto con ello, todos los sacerdotes renuevan las promesas realizadas el día de
su ordenación. Es una manifestación de la comunión existente entre el obispo y
sus presbíteros en el sacerdocio y ministerio de Cristo y es con este gesto que
los Sacerdotes de nuestra iglesia celebran un año más de la institución de La
Vida Sacerdotal.
Luego ya por la tarde tenemos la Misa Vespertina
donde damos Introducción a la celebración del Triduo Pascual es así como el
Jueves Santo llega a su máxima relevancia. En ésta tarde se da comienzo al
Triduo Pascual que culminará en la vigilia que se conmemora, en la noche
del Sábado Santo al Domingo de Pascua la Resurrección de Jesucristo.
Al comienzo de la celebración,
el sagrario se presenta vacío con la puerta abierta. El altar mayor,
donde se celebrará la Santa Misa, se adorna con cirios, manteles y sin flores
hasta la Resurrección.
Como en todas las celebraciones litúrgicas se
inicia con la entrada procesional, encabezada por los acólitos, seguida por los
ministros y finalizada por el celebrante principal, un Sacerdote u Obispo.
Mientras tanto, el coro acompaña con cantos, pues ya ha terminado la Cuaresma y
se va a celebrar uno de los momentos más importantes del año litúrgico, la
Institución de la Eucaristía y el mandamiento del amor.
Los cantos de esta celebración están enfocados a
la celebración de la institución de la Eucaristía. El color de ésta
celebración es el blanco sustituyendo al morado.
En ésta celebración se canta de nuevo el “Gloria” a la vez que se tocan las campanas, y
cuando éste termina, las campanas dejan de sonar y no volverán a sonar hasta
la Vigilia Pascual en la Noche Santa por eso no debe de extrañarte
que durante la Consagración no se oigan las campanas.
Las lecturas de éste día son muy especiales, la
primera es del libro del Éxodo donde se nos presentan Prescripciones
sobre la cena pascual, Jesús cenó la Pascua con sus apóstoles, siguiendo la
tradición judía, ya que según ésta se debía de cenar un cordero puro y del
año; y la sangre de éste se debía rociar la puerta en señal de purificación ya
que si no se hacía así el ángel exterminador entraría a la casa y mataría al
primogénito de esa familia (décima plaga), según lo relatado en el libro
del Éxodo. La segunda lectura es de la primera carta del apóstol San Pablo
a los Corintios donde se nos enseña que: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este
vino, proclamamos la muerte del Señor) y el salmo responsorial El Cáliz
que bendecimos, es la comunión con la sangre de Cristo. El Evangelio es el momento del lavatorio de
pies a los discípulos, que adquiere un destacado simbolismo dentro de los
oficios del día, ya que posteriormente, se realiza por el sacerdote lavando los
pies a doce varones a modo de representar a los doce apóstoles, en el que se
recuerda el gesto que realizó Jesús antes de la Última Cena con sus discípulos,
efectuándose en esta ocasión entre la Homilía y las ofrendas, este acto suprime
el Credo. Durante el lavatorio de los pies se entona un cántico relacionado con
el Mandamiento Nuevo del Amor entregado por Jesucristo en esta noche santa,
destacando frases del texto del discurso de Jesús en la última cena, recogido
por el Evangelio de San Juan. Y es así que celebramos la Institución del
Mandamiento de Amor, Ámense los unos a los otros como
Yo los he Amado en términos sencillos El servicio a los demás con y por Amor a
Cristo.
La celebración se realiza en un ambiente
festivo, pero sobrio y con una gran solemnidad, en la que se mezclan
sentimientos de gozo por el sacramento de la Eucaristía y de tristeza por lo
que se recordará a partir de esa misma tarde de Jueves Santo, con el
encarcelamiento y juicio de Jesús.
En el momento de la Plegaria Eucarística durante
la consagración, se prefiere la recitación del Canon Romano o Plegaria I, dado
que el texto prevé algunos párrafos directamente relacionados con lo que se
celebra en este día, durante la Epíclesis se invoca al Espíritu Santo para que
queden consagrados el vino y el pan; esto se da cuando el Sacerdote impone sus
manos sobre los dones ofrecidos para que se conviertan en el cuerpo y la sangre
de Cristo y para que la comunión, ayude a la salvación de los que participan de
ella y actúe sobre la comunidad celebrante, esta es la parte Máxima de la
Liturgia de este día y así se conmemora y se celebra la institución de la
Eucaristía.
Una vez se ha repartido la Comunión como de
costumbre, el Santísimo Sacramento se traslada desde el Altar donde
se ha celebrado la Misa en procesión hasta el llamado “Altar
de la reserva” o “Monumento”, un
altar exclusivo preparado para esta celebración, que debe estar fuera del templo
y de la nave central, debido a que en la celebración del Viernes
Santo no se celebra la Eucaristía. Durante la procesión hasta la
llegada al lugar del Monumento, se entona algún himno eucarístico, el sacerdote
deposita el copón con el Santísimo, debidamente cubierto, dentro del sagrario
de la reserva, y puesto de rodillas, lo inciensa. Por lo general, no da la
bendición con el Santísimo ni reza las alabanzas, sino más bien se queda unos
instantes orando en silencio. Antes de retirarse, cierra la puerta del sagrario
de reserva, hace genuflexión y se retira.
Automáticamente, una vez se ha reservado al
Santísimo, los oficios del día jueves finalizan, pues la celebración continuará
al día siguiente y se nos invita a conmemorar al día siguiente la muerte del Señor.
En algunas iglesias se celebra a continuación un
sencillo acto de denudación de los altares, en el que los sacerdotes y
ministros, retiran candeleros y manteles de todos los altares de la iglesia.
Durante la noche se mantiene la adoración del
Santísimo en el “Monumento”, celebrándose la
llamada “Hora Santa” en torno a la
medianoche, quedando el Santísimo allí hasta la celebración del Viernes Santo.
Esta reserva recuerda la agonía y oración en Getsemaní y el encarcelamiento de
Jesús, y por eso los sacerdotes celebrantes piden que velen y oren con Él, como
Jesús pidió a sus apóstoles en el huerto de Getsemaní. Una vez han
terminado los oficios, se rememora la oración y agonía de Jesús en el huerto de
los olivos, la traición de Judas y el prendimiento de Jesús, que se suele
celebrar con procesiones en la tarde-noche del Jueves Santo.
En algunos lugares, existe la tradición de
visitar siete monumentos en distintos Templos de una misma ciudad, para
recordar a modo de “estaciones”, los
distintos momentos de la agonía de Jesús en el Huerto y su posterior arresto.
Desde hace unos años, como Iglesia Católica
celebramos el Jueves Santo como Día del Amor Fraterno pues Dios nos amó tanto
que nos dio a su Hijo Único para que fuéramos salvados creyendo en Él, y Jesús entrega
su vida a cambio de la nuestra y no hay prueba de amor más grande que el que da la Vida por los suyos. Y no sólo
bastándole eso, en la locura de amor más grande por nosotros, no sólo se
entrega y da la vida, si no que se queda con bajo las apariencias del Pan y el
Vino; Su Sacrificio de Amor más grande: La Cruz. Su regalo de amor más grande:
La Eucaristía.
Por tanto que este jueves Santo, no represente
tristeza para ti, sino que al contrario represente una verdadera Felicidad y
una respuesta de Amor ante el mandamiento que nos dejó Cristo de Amarnos como
Él nos amó, sirviendo a los demás, que La Eucaristía sea un cumplimiento más de
su palabra en ti, pues en ella se cumple su promesa de estar con nosotros
siempre hasta el final de los tiempos, por tanto no permitas que el pecado te
quite la gracia de poder comulgar, para que cada vez que comulgues se cumpla en
ti su última promesa, y si ves a un Sacerdote, ora por él y agradece a Dios por
su valentía al dar el Sí a la vida sacerdotal y si puedes felicítalo por un año
más de tan grande ministerio y misterioso sacramento, pues sin ellos la
Eucaristía no sería posible, como dijo Peter Parker (Spiderman) tienen en sus
manos un gran poder, pero que lleva una gran Responsabilidad. Jueves Santo, día
de Entrega y Servicio con y por Amor a Jesucristo.
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