Es muy difícil, dada nuestra pequeñez y
fragilidad, conservar las gracias y tesoros de Dios, porque:
1. Llevamos
este tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasijas de arcilla (2Cor
4,7), en un cuerpo corruptible, en un alma débil e inconstante que por nada se
turba y abate.
88 2. Los
demonios, ladrones muy astutos, quieren sorprendernos de improviso para
robarnos y desvalijarnos. Espían día y noche el momento favorable para ello.
Nos rodean incesantemente para devorarnos (ver 1Pe 5,8) y arrebatarnos en un
momento –por un solo pecado– todas las gracias y méritos logrados en muchos
años. Su malicia, su pericia, su astucia y número deben hacernos temer infinitamente
esta desgracia, ya que personas más llenas de gracia, más ricas en virtudes,
más experimentadas y elevadas en santidad que nosotros han sido sorprendidas,
robadas y saqueadas lastimosamente. ¡Ah! ¡Cuántos cedros del Líbano y estrellas
del firmamento cayeron miserablemente y perdieron en poco tiempo su elevación y
claridad!
Y ¿cuál es la causa? No fue falta de
gracia. Que Dios a nadie la niega. Sino ¡falta de humildad! Se consideraron capaces
de conservar sus tesoros. Se fiaron de sí mismos y se apoyaron en sus propias
fuerzas. Creyeron bastante segura su casa y suficientemente fuertes sus cofres
para guardar el precioso tesoro de la gracia, y por este apoyo imperceptible en
sí mismos –aunque les parecía que se apoyaban solamente en la gracia de Dios–,
el Señor, que es la justicia misma, abandonándolos a sí mismos, permitió que
fueran saqueados.
¡Ay! Si hubieran conocido la devoción
admirable que a continuación voy a exponer, habrían confiado su tesoro a una
Virgen fiel y poderosa, y Ella lo habría guardado como si fuera propio, y hasta
se habría comprometido a ello en justicia.
89 3. Es
difícil perseverar en gracia, a causa de la increíble corrupción del mundo.
Corrupción tal que es prácticamente imposible que los corazones no se manchen,
si no con su lodo, al menos con su polvo. Hasta el punto de que es una especie
de milagro el que una persona se conserve en medio de este torrente impetuoso
sin ser arrastrado por él, en medio de este mar tempestuoso sin anegarse o ser
saqueada por los piratas y corsarios, en medio de esta atmósfera viciada sin
contagiarse.
Sólo la Virgen fiel, contra quien nada pudo
la serpiente, hace este milagro en favor de aquellos que la sirven lo mejor que
pueden.
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