lunes, 26 de marzo de 2018

EL PUEBLO QUE HOY TE VIVA, MAÑANA TE CONDENARÁ



Todo había sucedido como estaba planeado. Todo llegaría pronto a su fin.
Años de destierro en Egipto, vida oculta de carpintero y tres años de predicación.
Atrás quedaron las tentaciones desérticas, el agua transformada en vino, la curación de los ciegos, de los paralíticos, de las hemorroísas… Atrás las multiplicaciones de los panes, las expulsiones del Templo y los admiradores ocultos que iban a verte de noche.
Hacía tiempo que te buscaban los príncipes de este mundo, pero no lo hacían por temor a la multitud por temor al qué dirán, por temor a los que hoy te aclaman como “el Hijo de David” pero que mañana te condenarán.
Y entra el Rey. Sentado en un borrico; entra manso y humilde de corazón. Y todos vivan, todos cantan, aunque mañana te condenarán…
Allí están: la prostituta perdonada y enamorada ahora de la misericordia hecha carne; el publicano arrepentido, que dejando atrás sus monedas y sus traiciones, te siguió sin pedir explicación. Si hasta la samaritana vino a verte junto a Judas el traidor.
Porque hoy todos te vivan, pero mañana, mañana te condenarán…
Y tú lo sabes Señor, porque tú lo sabes todo.
¿Es que acaso hacía falta para mostrar tanto amor, esta miseria que muestras paso a paso al pecador?
Sin embargo, vas enhiesto, como un roble, como un león, que ante la mirada de sus súbditos pasa impertérrito, grandioso, feroz.
Hoy: “¡Hosanna Hijo de David!”
Mañana: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”
Es que en el hombre existe “mala levadura” lo que hoy aclama, mañana lo desprecia…
Cuentan que Clodoveo, el rey de los francos, oyendo la historia de la Pasión dijo a San Remigio, el obispo que lo catequizaba:
- “¡Ah! Si hubiese estado allí yo con algunos de mis francos!
A lo que el obispo le contestó:
-          “Si hubieses estado allí, ¡tú también lo hubieras crucificado!”
Porque hoy todos te vivan, pero mañana, mañana te condenarán…
No permitas, Señor, que también nosotros nos cansemos de hacer el bien y de seguirte. No permitas que el temor mundano nos haga vivarte hoy para negarte mañana. No permitas que nos pleguemos a la multitud que, en cuanto la cosa se pone difícil, fácilmente da un paso atrás.
Y te pedimos que no nos cansemos:
¡Nada de volver la cara atrás!, ¡Nada de cruzarse de brazos!, ¡Nada de estériles lamentos! Y aunque el desaliento por el poco fruto nos asalte. O aunque la flaqueza nos ablande. Aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie. Aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo…
Te pedimos Señor, ¡Que no nos cansemos!
Que te acompañemos hoy con los Ramos y que no los dejemos hasta vivir y morir como Tú.
Amén.
P. Javier Olivera Ravasi

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