El tema central de la nueva catequesis del Papa Francisco durante la
Audiencia General del miércoles fue el de la “Presentación
de los dones” en la Misa y deseó que este momento “pueda iluminar nuestros días, las relaciones con los
otros, las cosas que hacemos, los sufrimientos que encontramos, ayudándonos a
construir la ciudad terrena a la luz del Evangelio”.
Con la Liturgia eucarística “la Iglesia hace
continuamente presente el Sacrificio de la nueva alianza sellada por Jesús en
el altar de la Cruz”. “Obediente al mandamiento de Jesús, la Iglesia ha
dispuesto la Liturgia eucarística en momentos que corresponden a las palabras y
a los gestos realizados por Él la vigilia de su Pasión”, explicó.
La Audiencia se desarrolló esta vez en el Aula Pablo VI para resguardar
a los peregrinos del frío extremo que estos días golpea Roma. Sin embargo,
también se habilitó la Basílica para centenares de fieles que no tenían espacio
allí. Se dispuesto una gran pantalla e incluso Francisco, al término de la
Audiencia, acudió a saludarles.
En su catequesis, dijo también que “está
bien que sean los fieles quienes presenten al sacerdote el pan y el vino,
porque significan la oferta espiritual de la Iglesia allí recogida para la
Eucaristía”.
“Aunque hoy los fieles no lleven ya, como hace un
tiempo, su propio vino y pan destinados a la Liturgia, todavía el rito de la
presentación de estos dones conserva su valor y significado espiritual”.
“En los signos del pan y del vino el pueblo fiel
pone la propia oferta en las manos del sacerdote, el cual la depone sobre el
altar o la mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia eucarística”.
El Papa recordó además que “’en el fruto de
la tierra y del trabajo del hombre’ viene ofrecido el empeño de los fieles en
hacerse de sí mismos, obedientes a la divina Palabra, un ‘sacrificio agradable
a Dios Padre omnipotente’, ‘por el bien de toda su santa Iglesia’”.
“Es verdad que nuestra oferta es poca, pero Cristo
necesita de este poco para transformarlo en el Don eucarístico que alimenta a
todos y hermana en su Cuerpo que es la Iglesia”.
De la oración que el sacerdote pronuncia sobre las ofrendas, manifestó
que “en ella se pide a Dios aceptar los dones que
la Iglesia le ofrece, invocando el fruto del maravilloso intercambio entre
nuestra pobreza y su riqueza”.
“En el pan y en el vino le presentamos la oferta de
nuestra vida, para que sea transformada por el Espíritu Santo en el sacrificio
de Cristo y se convierta con Él en una sola oferta espiritual agradable al
Padre”.
Redacción ACI
Prensa
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