¿Y
eso? ¿es que se las roban? No, robar no. ¿Quién va a querer robar un par de
velas de una parroquia de pueblo? ¿Entonces? Es por el frío… Me lo explique.
La explicación es sencilla.
Cada vez es más común utilizar para la liturgia velas que funcionan a base de un aceite especial. Tienen un
depósito que se va rellenando, su mecha, y son de lo más cómodo y limpio. El
único problema es con el frío, porque
entonces ese aceite se congela y no hay forma de encender los cirios.
Así que el señor cura párroco ha decidido guardar las velas en casa y llevarlas
al altar justo para el momento de la celebración.
¿Tanto frío hace en esa iglesia? Tanto, tanto que el párroco
nos contaba a los compañeros que cuando se reviste para celebrar, se coloca el
alba sobre el jersey y la cazadora, porque si no se hace la cosa imposible.
En muchos lugares, en la
ciudad de Madrid, por ejemplo, no se entiende
una parroquia normal que no disponga de calefacción e incluso de aire
acondicionado en verano. Nosotros, en la sierra norte, aire
acondicionado no necesitamos. Cuando se vive a una altitud que supera en muchos
casos los mil metros, el calor veraniego no resulta un problema especial. Otra
cosa es el invierno.
Ahora mismo, cuando escribo
este post, diez de la mañana del 23 de
febrero, en mi pueblo el termómetro marca dos grados bajo cero. Dicen
las previsiones que hoy llegaremos a
una máxima de cuatro grados. Imaginen lo que debe ser el interior de
cualquier iglesia, porque si el frío en la calle es extremo, cuando uno está
sentadito la cosa se complica. No es
nada fácil ponerse en oración y escuchar una homilía con los pies en estado de
semi congelación y la nariz destilando lo que ya imaginan. Así que no se
extrañen de que se congelen las velas, el agua bendita, las ideas y hasta la
devoción. Muchos son los fieles que en noviembre se despiden de la parroquia y
no regresan hasta abril. No por nada, por el frío ¿sabe usted?
¿Es que no hay calefacción en esas iglesias? Pues depende, en unas sí y en otras no. Y en las que
disponen de un sistema de calefacción, sea eléctrico o de gasóleo, no se puede encender todo lo deseable,
simplemente porque no hay dinero para pagar el gasto.
Yo tengo suerte. En Braojos y
en La Serna disponemos de calefacción de aire que se alimenta de una pequeña
caldera de gasóleo. Es verdad que andamos con mucho cuidadito para tratar de
gastar lo menos posible, pero al menos, como dicen por aquí, nos sirve para
quitar “la friora”. En Gascones celebramos
en una salita pequeña y tenemos un pequeño calentador de aire que algo hace,
aunque sin exagerar.
Les cuento todo esto para que conozcan lo que es la vida de estas pequeñas
parroquias. Parroquias sin calefacción. Sacerdotes que celebran con
jersey y cazadora. El aceite de las velas congelado y el agua bendita más de lo
mismo. Pues la gente sigue yendo a su
misa: “no se preocupe usted, que nunca hemos tenido
calefacción y hemos ido aguantando”.
Recuerdo una señora con la que
yo comentaba que iba poca gente a misa porque en la iglesia hacía mucho frío.
Frío, frío, repuso. Más frío hace en el fútbol y no faltan. Lo que falta es
devoción.
En nuestros pueblos no faltan devoción ni interés. Un frío helador en muchos
templos. No pasa nada. El señor cura celebrando, aunque sea con el abrigo y la
bufanda debajo del alba y tenga que guardar las velas en el calorcito de casa.
Y nunca falta gente, con abrigo, gorro, bufanda. Es la sierra. Pequeñas
iglesias. Frías. Bajo cero. Pero con ese rescoldito de fe y piedad.
Luego llegamos a nuestra parroquia de Madrid y protestamos porque parece que la
calefacción no funciona demasiado bien. Dos misas serranas, en
cualquiera de nuestras iglesias sin calefacción, los ponía yo de penitencia,
para que sepan lo que es el frío.
Jorge
No hay comentarios:
Publicar un comentario