Hay que ver lo que se aprende
en los pueblos, aunque sea a través de refranes y dichos o quizá precisamente
gracias, en parte, a ellos. Por ejemplo, eso de que “si
el cura anda a peces, cómo andarán los feligreses”. Se entiende a la
primera. Es decir, si los mismos curas
no nos tomamos en serio las cosas, qué podemos pedir a nuestros feligreses.
Una de las cosas que más afectan a los fieles es la disparidad de
criterios y normas dependiendo de parroquias, curas, lugares o modas. En la
parroquia de A. se piden tres años de catequesis para la primera comunión, en
la de B. solo dos, y los padres gundisalvos lo hacen en un año. D. Venerando
admite a la eucaristía sin problemas a parejas que conviven sin sacramento del
matrimonio, mientras que D. Chindasvinto lo tiene estrictamente prohibido y D.
Redemundo dice que ellos sabrán y que según.
La parroquia de X celebra sin
problemas confesiones comunitarias con absolución general, la de Y dice que
están estrictamente prohibidas. Los padres misericordinos preparan a los novios
con una charla de quince minutos mientras que en la parroquia de Z tienen unos
cursos que duran no menos de un mes con charlas casi diarias. Luego tienes al
P. García que predica que el sexto mandamiento no tiene importancia y que no se
confiesen de esas cosas, mientras que el P. López, en parroquias limítrofes, insiste
que en ese tema no existe parvedad de materia.
Ya saben que nunca pasa nada. Lo único que sucede es que la gente se
harta, pasa de
nosotros y acaba haciendo exactamente lo que le da la gana, porque lo que está
prohibido o permitido depende, la moral depende, cada cura hace lo que le
apetece y nadie pone orden.
Esto, que afectaba antes apenas a parroquias más o menos próximas, hoy
se convierte en problema mundial gracias a las comunicaciones sociales y a este mundo de internet que te
hace conocer la última diócesis de Japón como si fuera la parroquia de al lado.
Y no es solo que conozcas, es que la gente se escandaliza, se cabrea, pregunta
y pide explicaciones en un nivel superior.
Es decir, y fijándonos en algo
tan sonado, como la pastoral matrimonial y el tema candente del acceso a los sacramentos de los que viven en
pareja sin matrimonio canónico, el problema no es en la discrepancia
entre sacerdotes, sino que las diferencias de criterio entre obispos e incluso
entre conferencias episcopales es de libro. Y esto, que la gente antes
desconocía, hoy es de dominio público, y los fieles tienen derecho a que
alguien les explique por qué la misma
cuestión tiene respuestas contrarias según vivan en Malta, Argentina, Ucrania o
Polonia.
Esto no nos hace ningún bien.
Ni a nosotros ni a la gente. Al final,
lo que escuchas en el pueblo es que, bueno, ahora D. Fulano dice esto, antes D.
Mengano decía lo otro, a lo mejor luego viene otro y es lo contrario.
Pues si así andamos los curas, mal. Pero si los obispos tampoco se ponen de
acuerdo, peor.
Los curas poco podemos hacer cuando nos cuesta incluso hasta ponernos de
acuerdo en cosas pequeñas. Pero lo necesitamos. Más arriba, más. Si el cura anda a peces… Pero si los obispos andan de
pesca… pues eso.
Jorge
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