“Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será
reo de juicio. Pero yo os digo: Todo el que se llene de ira contra su hermano
será reo de juicio; y el que llame a su hermano “raca” será reo ante el
Sanedrín; el que le llame “renegado”, será reo del fuego del infierno. Por
tanto, si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo
contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con
tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda. Ponte de acuerdo antes
con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que tu adversario te
entregue al juez y el juez al alguacil y te metan en la cárcel. Te aseguro que
no saldrás de allí hasta que restituyas la última moneda” (Mt).
El
mandamiento de no matar es uno de los más inmediatos en la conciencia humana.
Jesús va al fondo del precepto que es la falta de amor al adversario no
viéndole como un hermano. Por eso el que quiera cumplir el mandato de Dios debe
reconciliarse con el hermano en caso de conflicto, ni siquiera debe insultar.
Es decir, se trata de vivir una justicia llena de amor y caridad. Si se
consigue en el fondo del alma vivir ese amor con el hermano se puede vivir
desde su raíz el mandamiento de no matar. La ley se ha extendido y mejorado.
Este mandamiento, tan espontáneo a la conciencia humana, ha llegado a la
plenitud.
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales
universitarias.
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