(ACI).- En el encuentro que sostuvo con sacerdotes, religiosos y
religiosas en Trujillo, al norte de Perú, el Papa Francisco aseguró que le da “mucha pena” cuando ve “algún
obispo, algún cura, alguna monja marchito”.
“Y mucha más pena me da cuando veo seminaristas
marchitos”, señaló, en palabras
improvisadas durante su mensaje.
“Esto es muy serio”, advirtió el Santo Padre y pidió que “si
ustedes ven que no pueden, por favor hablen antes de tiempo, antes de que sea
tarde”.
“Antes de que se den cuenta que no tienen raíces ya
y que se están marchitando”, dijo, y precisó que “todavía ahí hay tiempo para
salvar”.
“Porque Jesús vino a eso, a salvar y si nos llamó
es para salvar”.
El encuentro del Papa con sacerdotes y religiosos del norte de Perú se
realizó en el Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo, que fue uno de los
primeros seminarios del continente americano y es hoy un centro escolar
dirigido por la Arquidiócesis de Trujillo.
Al llegar al centro educativo, el Santo Padre recibió las palabras de
bienvenida del Arzobispo de Piura, Mons. José Antonio Eguren, que le agradeció
a nombre de los Prelados peruanos “su paternal
gesto de acogernos y queremos con nuestra presencia manifestarle nuestra total
adhesión, obediencia y afecto filial”.
Mons. Eguren aseguró también “nuestra más
absoluta disponibilidad para vivir nuestra vocación sacerdotal, consagrada, y
nuestro período de formación como seminaristas, según el Corazón de Cristo,
ejerciendo con alegría y caridad sincera la obra del Señor con el único anhelo
de agradar a Dios y servir a nuestros hermanos y no a nosotros mismos”.
El Santo Padre también advirtió a los sacerdotes y religiosos sobre “cuánto mal nos hacen” la fragmentación, el
aislamiento y las divisiones dentro de la Iglesia.
“La fragmentación o el aislamiento no es algo que
se da ‘fuera’ como si fuese solo un problema del ‘mundo’. Hermanos, las
divisiones, guerras, aislamientos los vivimos también dentro de nuestras
comunidades, ¡y cuánto mal nos hacen!”, señaló.
El Santo Padre subrayó en su mensaje que “Jesús
nos envía a ser portadores de comunión, de unidad, pero tantas veces parece que
lo hacemos desunidos y, lo que es peor, muchas veces poniéndonos zancadillas”.
Francisco pidió también a los sacerdotes y religiosos a tener memoria y “mirar hacia nuestras raíces”
“Me gusta subrayar que nuestra fe, nuestra vocación
es memoriosa”, porque
“sabe reconocer que ni la vida, ni la fe, ni la Iglesia comienzan con el
nacimiento de ninguno de nosotros: la memoria mira al pasado para encontrar la
savia que ha irrigado durante siglos el corazón de los discípulos, y así
reconoce el paso de Dios por la vida de su pueblo”.
Francisco alentó luego a “aprender a reírse
de uno mismo”, y dio “dos pastillas que
ayudan mucho”.
“Una: hablar con Jesús, la Virgen, la oración.
Rezar, pedir la gracia de la alegría”, dijo. La
segunda, añadió, “la podés hacer varias veces por
día si la necesitas, sino una sola basta. Mírate al espejo, mírate al espejo:
¿Ese soy yo? ¿Esa soy yo? Ja, ja, ja”.
“Esto no es narcisismo, es lo contrario: El espejo
acá sirve como cura”, aseguró.
“La alegría es contagiosa cuando es verdadera”.
Tras recordar que “el Pueblo de Dios tiene
olfato y sabe distinguir entre el funcionario de lo sagrado y el servidor
agradecido”, el Santo Padre alentó a que se dejen “aconsejar por el Pueblo de Dios”.
“La fe en Jesús se contagia y si hay un cura, un
obispo, una monja, un seminarista, un consagrado que no contagia, es un
aséptico, es de laboratorio. Que salga y se ensucie las manos un poquito y ahí
va a comenzar a contagiar el amor de Jesús”.
Al finalizar su mensaje, el Papa pidió a los sacerdotes y religiosos que
“de vez en cuando, como dicen en el campo, échenme
un rezo”.
Concluido el encuentro con sacerdotes, religiosos y religiosas en el
Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo, se dirigió a la Plaza de Armas
de Trujillo para el encuentro mariano, junto a miles de fieles.
POR DAVID RAMOS
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