miércoles, 20 de diciembre de 2017

GRACIAS, MADRE, MIL GRACIAS, POR HABER DICHO QUE SÍ


Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir. ¿Qué hubiera sido de nosotros, sin Ti, Virgen Misericordiosa?

Por: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Gracias, Madre, mil gracias, Bendita, por haber dicho que sí. Nos trajiste lo mejor. Estábamos destinados al eterno dolor Éramos enemigos del Dios que tú amas. Éramos hijos pródigos devorando bellotas, Éramos casi como los animales que las comían, pues apacentamos nuestras feas pasiones. en los campos de Satanás.

La desesperación hubiera sido nuestra forma de vivir,
una tristeza creciente, sin cambio, sin sol. Las tinieblas de muchos pecados nos ocultaban el sol del amor. Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir. ¿Qué hubiera sido de nosotros, sin Ti, Virgen Misericordiosa?

No había esperanza para nosotros,
prisioneros de ese campo de concentración que hubiera sido el mundo. El número de suicidas hubiera sido mayor que el de los que quisieran seguir viviendo, Pero llegaste Tú, la elegida, la abogada, la llena de gracia…

Y nuestro mundo triste y amargado
se convirtió en lugar de consuelo y de paz. Gracias por haber existido, por ser quien eres, por ser como eres. Gracias mil veces porque nos trajiste la salvación.

Durante nueve meses, como todas las madres,
paseaste a Jesús en tu seno por las calles de Nazareth, de Belén, por los caminos y campos de Palestina, La noche del mundo se convirtió en mediodía cuando diste a luz al que se llamaría a sí mismo Luz del mundo. Tú fuiste la esclava sublime del Dios Altísimo. Tú respondiste al Dios tres veces Santo en nuestro lugar. Borraste todas nuestras indignas respuestas con tu sí heroico y generoso. Y Dios, al complacerse en Ti. nos miró también a nosotros con amor. Porque eres de carne y hueso como nosotros, Eres de nuestra raza Y nuestra raza dio en Ti la respuesta que Dios esperaba.

Jesús viene. Es el salvador,
pero ha querido venir a través de Ti. Antes de ser de todos como redentor fue todo tuyo, porque nadie lo sabía, ni siquiera José, tu fiel esposo, Luego, desde la cuna de Belén no lo quisiste solo para Ti, nos lo diste a todos los hombres. A mí me has dado con inmenso amor el fruto de tus entrañas purísimas. Jesús es tuyo y Jesús es mío, porque Él es mi hermano y salvador desde que Tú eres madre de ambos. ¿Qué cosa más grande, más hermosa, más maravillosa podías darnos que a Jesús?

Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado, confirma la Sagrada Biblia. Desde entonces puedo llamar padre a Dios, igual que te llamo a Ti madre.

Mi Padre bendito, mi Madre bendita.
Desde entonces Jesús es mi Dios, mi compañero, mi padre, mi grande y único amor y la única razón de mi existencia. Desde entonces he bebido una y mil veces de la fuente de agua vivas en los sacramentos de la Iglesia.
Tú asististe a mi bautismo. El primer beso en mi frente de niño cristiano lo recibí de tus labios, oh Madre.

Tú preparaste mi alma para recibir
por primera vez a tu Jesús y a mi Jesús. ¡Qué día tan hermoso para mí, para Ti y para Jesús. Tú estuviste presente en mis bodas de Caná. Deseándome que me fuera como a Ti en tu matrimonio con José. Tal vez no me ha ido lo mismo… Tú sabes mejor que nadie cómo me ha ido en mis amores. Ten misericordia de mi matrimonio, esposa magnífica, como no ha habido ni habrá ninguna.

Misericordia de mis hijos.
Aunque estén en malos pasos quiero dejarlos siempre en tus manos buenas, para que los salves del maligno, del mundo y de sus pasiones. Concédeme de parte de Dios una Navidad, si no totalmente feliz, al menos en paz, alegría, en amor, como debe ser.

Vienes a darnos, a darme otra vez a Jesús.
Y hoy es el día y la noche buena. Si alguna vez y algún día debo estar feliz, es en esta noche buena y el día de Navidad. Permíteme disfrutar algo de la felicidad del cielo en esta Navidad porque viene a mi corazón y a mi familia el cielo entero con Jesús. Pero viene el cielo, viene Dios de la forma más sorprendente.

A todos nos ha dejado sin palabra ese Dios niño,
ese gitanillo precioso. Perdona que así lo llame, porque ha nacido como otros gitanillos, si no debajo de un puente, sí en un portal de animales. Gitanillo se hizo por mí, por amor, por amor, por amor.

El Niño Jesús es todo amor,
sólo amor y siempre amor para mí. Déjame besarlo, abrazarlo con cariño, y amarlo con todas las fuerzas de mi alma. Déjame besarte, déjame abrazarte, Madre querida, con toda la ternura de mi corazón.

¿Cómo no amarte, ángel de mi vida, Madre bendita,
si nos has traído al tres veces Santo, si nos has dado al Verbo de Dios, si has convertido al Hijo eterno del Padre en un niño de esta tierra. Con qué seriedad y cariño se llamará a sí mismo el Hijo del Hombre. El Hijo amadísimo del Padre en quien tiene todas sus complacencias insiste en llamarse el Hijo del Hombre, para que quedara claro cuánto nos amaba.

Pues Tú, Madre bendita, convertiste al Hijo de Dios
en hijo del hombre, al darle tu sangre. Nos diste un Dios niño, con cuerpecito de niño, con un corazón de niño. Pero a través de sus latidos nos ama el Dios que es Amor. Lloraba ese niño lágrimas de niño
y lágrimas de Dios.

Latía aquel corazón chiquito
como el de cualquier niño pero era el corazón de Dios que nos ha amado con eterno amor. Madre admirable, Enséñame a amar a tu Hijo divino… Enséñame a amarlo todo lo que Él quiera, todo lo que Tú quieras.

¿Será tan difícil amar entrañablemente
a un niño como el tuyo, María, a un Dios que se hace niño por mí, a un salvador que me ama con infinito amor?

En esta Navidad, Madre querida,
dame al Jesús de tus entrañas adorables, al Jesús de tu alma y de tu vida, al Jesús que amas como Virgen purísima y como Madre amantísima. Quiero amar a tu hijo con todo mi ser, al mismo Jesús que Tú amas así, quiero amarlo yo también, con mi pobre corazón, con mi vida que no es tan pura, con mi alma que necesita ser redimida por Él. Quiero amar y servir a ese ser divino pero que es también carne de tu carne y sangre de tu sangre, rosa de tu rosal, a Jesús niño.

Reto a los ateos a que vengan al portal de Belén
¿A quién niegan? ¿A quién odian? A un pedacito de carne, de carne viva que se ha hecho niño por amor a ellos. Él te ha dado la vida, ateo desconcertante, ateo inexplicable, ateo desagradecido. No sabes a quién desprecias. Odias no a un ser cualquiera, odias al ser más adorable, al que han adorado hasta el martirio millones y millones de tus hermanos hombres. Que vengan los perversos… ¿Quién no puede arrodillarse ante ese Dios hecho niño?


Te adoro, mi Dios, con cuerpecillo de niño.
Te adoro mi Rey en trono de paja.
Te adoro mi Señor, que no sabes ni hablar.
Te adoro y te amo…

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