En el Camino Francés a Santiago hay una historia
obligada al llegar al tramo de Santo Domingo de la Calzada. De el milagro del
ahorcado donde el gallo cantó después de asado. “El milagro del gallo” es una
de las historias más conocidas en la ruta jacobea y en La Rioja.
En realidad estamos en presencia de la leyenda de un Milagro en dos
partes, o quizás dos milagros.
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El originario del “Pendu Suspendu” o del ahorcado suspendido.
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Y la segunda parte con la incorporación del Gallo que cantó después de asado.
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El originario del “Pendu Suspendu” o del ahorcado suspendido.
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Y la segunda parte con la incorporación del Gallo que cantó después de asado.
Esta leyenda de este lugar de mágica belleza transcurre en la localidad de Santo Domingo de la Calzada, que
está situada a orillas del río Oja.
Y es tan importante la leyenda para el municipio, que se la considera bien de interés cultural por
parte del Gobierno de La Rioja.
Al punto que debido a la leyenda, en la catedral siempre hay un gallo y
una gallina vivos, que pueden verse en la jaula en la imagen que encabeza este
artículo.
LA PRIMERA PARTE DE LA LEYENDA
La primera parte de esta leyenda, la historia del peregrino ahorcado, se cuenta en muchísimas colecciones
medievales de milagros.
El milagro suele situarse en
la ciudad francesa de Tolosa.
La nacionalidad de la familia
varía entre alemana y francesa; pero el milagro siempre es el mismo.
La versión del camino francés es que llegó a Santo Domingo de la Calzada un matrimonio alemán con su hijo de
dieciocho años llamado Hugonell.
Procedente de Ad Sanctos (Xanten, en la diócesis de Münster, pero hasta
1821 del Arzobispado de Colonia).
Cuenta la leyenda popular que ese piadoso matrimonio de grandes virtudes y profunda religiosidad, tras diez años de
matrimonio no habían tenido descendencia.
Por lo que su gran anhelo era concebir un hijo, lo que devotamente, imploraban a Nuestro Señor y a la Santa
Virgen María.
No habían perdido la esperanza de tener descendencia, y cada día en sus oraciones solicitaban la
gracia encarecidamente.
Una noche, se les apareció la Virgen María anunciándoles que Dios les
concedería la gracia de tener un hijo.
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Pero cuando éste fuese mayor, debían llevarlo en peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago en el fin del mundo.
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Pero cuando éste fuese mayor, debían llevarlo en peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago en el fin del mundo.
Efectivamente la mujer dio a la
luz un hijo que crecía hermoso y guapo; y que constituía el orgullo de
sus padres y el encanto de cuantos le conocían.
Al cumplir el muchacho los quince años de edad, los padres decidieron cumplir con la peregrinación
pendiente para dar gracias por la merced concedida.
Al llegar en peregrinación a
Santo Domingo de la Calzada, para pasar la noche se quedaron en una hospedería de peregrinos, que
estaba atendida por la joven hija del hospedero.
Esta chica, prendada de la
belleza del muchacho le asedió para obtener su amor, pero el muchacho la
despreció.
Ella, llena de coraje, sintió deseos de venganza.
Esperó a que el muchacho estuviese dormido y entró sin hacer ruido en su
habitación, para esconder en su saco de viaje un precioso cáliz de oro, labrado
por un afamado artista y adornado con perlas y piedras preciosas de
incalculable valor.
Al amanecer los peregrinos
emprendieron su camino.
El hospedero, viendo que había sido objeto de un robo, denunció a la Justicia la sustracción del
cáliz, manifestando que los últimos huéspedes habían sido tales
peregrinos.
Así fueron en persecución de los peregrinos.
Al poco alcanzados por el juez, los alguaciles y el hospedero, y se les acusó del robo.
Los peregrinos lo negaron rotundamente, jurando por lo más sagrado que
ellos no habían cogido nada y nada
sabían del cáliz ni del robo.
Pero para salir de dudas los alguaciles a una orden de la Justicia les
hizo un registro, de forma que al abrir el saco del muchacho encontraron el
cáliz de, oro con gran sorpresa de los peregrinos.
Llevando las autoridades al
denunciado hijo como ladrón.
Se instruyó la causa, condenando al muchacho a morir en la horca por
robo, aplicando la ley vigente.
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Sin que de nada sirvieran sus protestas de inocencia ni las súplicas de sus afligidos padres.
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Sin que de nada sirvieran sus protestas de inocencia ni las súplicas de sus afligidos padres.
Dictándose finalmente la sentencia, el muchacho fue conducido al cadalso y allí se cumplió el
fallo.
Los padres, sintiéndose sin valor para presenciar la ejecución de su
inocente hijo, continuaron su
peregrinación a Santiago, sin encontrar consuelo a su horrible dolor.
Enajenados
por los sufrimientos no habían pensado antes en dar sepultura sagrada a los
restos de su hijo.
Y entonces decidieron desandar el camino y pedir el cadáver para enterrarlo ellos
piadosamente.
Al acercarse al pueblo, el padre iba quejándose a grandes gritos de que Dios no le hubiera
enviado la muerte a él en vez de a su hijo.
Y cuando ya llegaban cerca vieron a lo lejos el cuerpo de su hijo que
seguía colgado del patíbulo.
Anhelantes, se aproximaron a él y oyeron la voz de su hijo, que les
reprochaba sus quejas y su poca resignación ante los designios divinos.
Maravillados al oírle, corrieron a abrazar a su
hijo.
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Y éste les refirió cómo se le había aparecido una esplendorosa Señora, que era la Virgen María, llena de gloria y majestad, con resplandecientes vestiduras.
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Y acompañada de un venerable anciano que le dijo ser Santo Domingo de la Calzada.
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Y éste les refirió cómo se le había aparecido una esplendorosa Señora, que era la Virgen María, llena de gloria y majestad, con resplandecientes vestiduras.
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Y acompañada de un venerable anciano que le dijo ser Santo Domingo de la Calzada.
Entre
los dos le habían sujetado por los brazos, para librarle de la muerte y que
no recibiera el menor daño.
Y le alimentaron prodigándole toda clase de
consuelos y de ternuras.
Y aquí
viene la segunda leyenda o segunda parte de la leyenda.
EL GALLO CANTA
Los padres, radiantes de júbilo, corrieron a dar cuenta del milagro al Juez.
Pero
éste, que se hallaba comiendo, se negó a creer que estuviese vivo después de
ahorcado.
Y les dijo, señalándoles un pollo asado que estaba sobre la mesa:
“Tan imposible es que este
pollo resucite como que vuestro hijo viva”
Al momento, ante su vista, el pollo se levantó de la cazuela, y batiendo
las alas, voló diciendo:
“Prodigioso es el Señor en
sus santos”
Atónitos, se trasladaron todos inmediatamente al lugar donde estaba el ahorcado, y
lo encontraron con vida.
Y descolgándolo se lo entregaron a los padres.
Ante aquel milagro divino, revelador de la
inocencia del muchacho, el Juez revisó la causa, tomando declaración a la hija
del hostelero.
Quien acosada ante las preguntas del tribunal, confesó su crimen, siendo ella condenada a
muerte en la horca.
Pero los buenos padres del muchacho, no
queriendo ensombrecer con ninguna muerte la prodigiosa salvación de su hijo, acudieron a suplicar al Tribunal el indulto
de la joven.
Consiguiendo
por su intercesión que fuera conmutada por la pena de cortarle el
pelo y vestirla con hábito de monja.
Y así
permaneció toda su vida haciendo penitencia para conseguir el perdón de su
delito.
Al muchacho le tomó el obispo bajo su
protección, y con él y con sus padres llegaron a dar gracias ante el sepulcro
del apóstol Santiago, que le había protegido durante su vida.
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Y allí se hizo presbítero y vivió santamente, glorificando a Dios hasta el fin de sus días.
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Y allí se hizo presbítero y vivió santamente, glorificando a Dios hasta el fin de sus días.
Esta segunda parte, el prodigio del gallo pretende apoyar la verdad del primer milagro,
y es propia de Santo Domingo de la Calzada.
Entrando a la iglesia del pueblo, el peregrino
medieval podía ver una caja de hierro que encerraba un gallo y una gallina,
descendientes, se afirmaba, de las aves asadas que cantaron.
Los
peregrinos recogían las plumas caídas de las aves sagradas, o se
las pedían al sacristán, y las exhibían, orgullosos, en sus sombreros.
Se decía, además, que si las aves comían las
migajas de pan que los romeros les subían en las puntas de sus bastones, era una señal cierta de que llegarían salvos
a Compostela.
Hasta hoy en día los cantos del gallo en la
iglesia se consideran signo de buen augurio.
El
peregrino Hermann Künig en el siglo XV afirma
haber visto el cuarto donde las aves se echaron a cantar y el horno donde
fueron asadas.
Otros documentos de peregrinos recuerdan que la
camisa del peregrino ahorcado se conservaba en la iglesia.
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Y que la horca misma estaba puesta en lo alto de una de sus paredes.
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Y que la horca misma estaba puesta en lo alto de una de sus paredes.
Estos artefactos se han perdido, pero el famoso
Gallinero de Santo Domingo de la Calzada, sin duda la más curiosa decoración
que jamás ha ostentado iglesia del mundo, con su marco gótico tardío y sus
rejas doradas, sigue alojando a un gallo y una gallina blancos, descendientes
de aquellas aves que cantaron después de asadas.
Fuentes:
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