Sentirse frágil es
sentirse necesitado.
Fuente: Catholic-link
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Hay una experiencia a la que muchos le
tenemos miedo y sin embargo termina siendo fundamental para que seamos felices:
la experiencia de fragilidad. Nadie quiere sentirse frágil, nadie quiere
sentirse vulnerable. Probablemente nos han educado a pensar que el frágil es
débil, y si uno es débil, nunca alcanzará lo que se propone y nunca será feliz.
Para empezar, no es lo mismo fragilidad que debilidad…
¿EXISTE
ALGUNA VIRTUD EN LA FRAGILIDAD?
Este sencillo video nos muestra, entre otras
cosas, el valor de la fragilidad. Trata sobre un pequeño que, a la hora del
almuerzo en la escuela, confirma lo que teme: no le han enviado nada para
almorzar. A su lado, todos sus compañeros disfrutan la comida, y él no quiere
que los demás se den cuenta de su situación. Inventa una excusa para salir de
clase y darse un paseo por los pasillos para evitar la vergüenza ante sus
compañeros(y probablemente para distraer el hambre).
A su vuelta descubre sorprendido que alguien le
ha llenado la lonchera. Da una mirada a su alrededor, y se alegra al sentirse
apoyado.
Sentirse frágil es sentirse necesitado, y toda
persona que se siente necesitado ha descubierto una experiencia fundamental
para la vida: no somos autosuficientes. Necesitamos a los demás. Quien no se
experimenta necesitado de absolutamente nada caminará ciego, sintiéndose
absurdamente superior a quienes lo rodean. Quien se siente necesitado, y recibe
ayuda, descubre además la alegría de la gratitud, y aprenderá que ser
agradecido es una de las virtudes más hermosas que pueden adornar una vida.
Los compañeros que lo ayudan, de modo silente,
han comprendido la experiencia del pequeño protagonista. Son frágiles también,
porque se han dejado tocar por el sufrimiento de su compañero. Sin fragilidad
no podríamos ser empáticos con quienes sufren. El autosuficiente no percibe el
dolor del prójimo, ni es capaz de tender una mano para ayudarlo. En un sentido
vale tanto como una piedra.
SER
FRÁGIL ES UN DON, PORQUE NOS AYUDA A DESCUBRIRNOS NECESITADOS, Y NOS PERMITE
DESCUBRIR QUE LOS DEMÁS NOS NECESITAN.
Una última lección: No hacemos las cosas para
ser vistos por los demás. Lo que importa es que Dios nos ve, siempre, en todo
momento. Nos ve no como un juez con un lápiz y un cuaderno para anotar cada vez
que hacemos algo mal. Nos ve para que le podamos regalar cada acto secreto de
bondad que realicemos y así transformarlo en pequeños tesoros en el Cielo que,
a la larga, nos hacen verdaderos ricos en amor y felicidad.
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