No es efectiva, pero
además perjudica la relación de pareja.
Uno de los métodos más
antiguos para evitar un embarazo, todavía bastante usado hoy a pesar de su baja
efectividad, consiste en retirar el pene de la vagina justo antes de la
eyaculación. Se le llama coitus interruptus o “marcha atrás”.
Aunque después de esa relación
sexual el hombre y la mujer se laven los genitales, hay secreciones anteriores
a la eyaculación que podrían fecundar el óvulo. Esta práctica tampoco protege
de enfermedades que se transmiten a través del contacto genital.
Un consulta rápida en internet
ofrece opiniones
médicas sobre otros inconvenientes de este método anticonceptivo,
como frustración sexual en el hombre y la mujer por el sentimiento de sexo
incompleto -que puede provocar una disminución de la libido e incluso
frigidez-, agrandamiento de la próstata, dolores nerviosos en el vientre a la
mujer, ansiedad neurótica (según Sigmund Freud escribe en Introducción al psicoanálisis), impotencia,
anorgasmia y eyaculación precoz, según el Diccionario
del sexo de G. Giusta citado por Catholic.net.
El acto sexual es (en palabras
de la exhortación del papa Francisco Amoris Laetitia) una “entrega mutua”, corporal y espiritual, de la pareja,
y dar marcha atrás en el importante momento de la unión sexual cuestiona esa
donación personal, e introduce una contradicción en el plano más instintivo,
que afecta a toda la relación.
Este último documento de la
Iglesia católica sobre el amor en la familia indica también que “la sexualidad no es un recurso para gratificar o
entretener, ya que es un lenguaje interpersonal donde el otro es tomado en
serio, con su sagrado e inviolable valor”.
El coitus
interruptus aparece en la Biblia,
al explicar la historia de Onán. Este hombre tuvo que casarse con su cuñada
tras la muerte de su hermano, tal y como dictaba la ley judía. Pero si tenía un
hijo, no se le consideraría propiamente suyo, y además heredaría los derechos
de primogenitura. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con ella, “derramaba en la tierra por no dar descendencia a su
hermano”. Esto desagradó a Dios, quien “le
quitó la vida”, narra el capítulo 38 del Génesis.
Judíos y cristianos han
considerado siempre una ofensa a Dios el desperdicio de semen, que incluye
tanto el coito interrumpido como la masturbación (de hecho esta práctica de
estimularse para experimentar placer sexual todavía hoy recibe también el
nombre onanismo a causa de Onán, quien se interponía con su actitud a la obra salvadora
de Dios, que preveía que a través de su linaje descendiera Jesús, el Salvador).
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